Soledad JARQUIN EDGAR
Año nuevo, los 12 deseos… un nuevo año y la esperanza de que en él renace una promesa, la que cada quién anida en su corazón.
I) El primer deseo que anhelamos muchas personas, es que en México, este país desigual no se vuelvan a repetir casos como el de Maricela Escobedo, entonces deseo que haya justicia frente al feminicidio.
II) Por ello, con toda la fuerza de las mujeres, con sus voces y sus silencios también, aspiramos a que se tipifique el feminicidio y la violencia feminicida en todos los códigos penales del país, porque asesinar a mujeres es un delito de odio que como humanidad nadie puede permitir, consentir ni omitir.
III) Un tercer deseo es que se termine de una vez y para siempre la violencia, esa que deja huellas en el cuerpo y en el alma, esa que discapacita y minusvalía la fuerza de las mujeres, que las deja muertas de tristeza en el silencio de sus hogares, que las hace sentir solas en el bullicio de la calle o el rumor de las oficinas, sitios donde se cometen de manera cotidiana actos de violencia. Deseamos –incluso- que desaparezcan de la faz de la tierra los niños como “Dieguito Fernández” que usan el poder del padre, cuasi todo poderoso, para actuar de manera cobarde y violenta contra su ex pareja.
IV) Las mujeres deseamos que en 2011, el derecho a decidir y la libertad de las mujeres no sea más un litigio entre el poder de la derecha-la izquierda-del centro, un acto de conveniencia política firmado con la sangre de los vientres de las mujeres, en acuerdos oscuros que hacen políticos doblemoralistas, jueces y sacerdotes que castigan con cárcel o la excomunión a quienes abortan incluso de manera involuntaria, porque no tienen trabajo o futuro promisorio o porque no desean tener un hijo producto de la violencia sexual. Sí, las mujeres queremos y creemos que la maternidad debe ser voluntaria y la libre determinación es sólo de las mujeres.
V) Aspiramos, sin reserva alguna, a la libertad de todas las mujeres presas por abortar en todo el territorio mexicano y que termine la persecución de los gobiernos de la derecha-iglesia, de la izquierda confundida o de quienes usan camuflaje para cubrir su confusión ideológica, para arremeter contra la libertad de las mujeres sobre sus cuerpos, que son sólo de ellas y de nadie más.
VI) Anhelamos con paciencia que los gobiernos sean incluyentes en todo sentido y que ese sentido considere que las mujeres no son convidadas de piedra, que exigen la paridad para hablar de igualdad. Que ellas también quieren gobernar y, mejor aún, pediríamos que las mujeres que gobiernan en los poderes Ejecutivo, Judicial o Legislativo, o desde los Ayuntamientos, lo hagan mirando la condición social del resto de las mujeres, que entiendan el fondo real de la desigualdad y sus terribles consecuencias.
VII) Pediríamos, como lo hacen miles de mujeres en México, a gritos, que ninguna muera como resultado de un embarazo o de su maternidad y que el parto se convirtiera en un acto humanitario que garantice una existencia saludable, porque de lo contrario nos seguiremos llenando de vergüenza al condenar a la muerte a quienes dan vida de manera voluntaria y gozosa.
VIII) Sí, claro que sí, también desearíamos que no existieran las muertes por cánceres de mama y cérvico-uterino, que se aferra a sus cuerpos por falta de atención oportuna y eficiente, porque la prevención es el mecanismo para evitar esas muertes inútiles.
IX) Demandamos que este 2011, la pobreza no siga recayendo sobre los hombros a las mujeres, porque es la pobreza la que marca sus cuerpos con el hierro candente de la desigualdad; que la repartición de despensas no sea la solución “eficaz” de los gobiernos, porque ellas que con su trabajo al cuidar, educar, cultivar, crear y proteger, entre otros cientos de cosas que realizan todos los días, lo que hacen es contribuir en un altísimo porcentaje del producto interno bruto, y por eso, pero sobre todo porque son seres humanos, merecen más que la asistencia social.
X) Las mujeres también deseamos que todas las niñas, sin excepción de ninguna, puedan acceder a la educación no sólo a programas de alfabetización sino a la educación formal, porque evitar y erradicar el analfabetismo y preparar profesionalmente a las mujeres es condición indispensable para mejorar la vida de toda la comunidad y, al mismo tiempo, le quita al Estado una pesada losa de vergüenza que le debe ocasionar la desigualdad.
XI) Que la libertad de escribir, pensar, expresarse sea el signo del 2011 y por tanto, las mujeres esperamos que los y las trabajadoras de los medios de comunicación laboren con la única condición de la libertad, que ningún micrófono se apague, que no haya una sola pluma aterrada al momento de escribir, que no sea condición vivir con la palabra “empeñada” en el bolsillo de los otros, que no tengamos que despedir a nadie más por lo que opinó, por lo que dijo, por lo que escribió, porque entonces habremos fracasado nuevamente.
XII) En nuestro último deseo de estos 12 para el nuevo año es una conjura con el misticismo de las Diosas, la sabiduría de las científicas llamadas brujas y sacrificadas en todos los tiempos y, sobre todo, con la fuerza del feminismo, para que se acabe esa condición que desde niños engaña a los varones, cuando se les dice que son dueños y señores de personas y haciendas; cuando les enseñan que no se vale llorar, que se aguanten porque tienen que ser valientes, machos, hombres de verdad, por tanto agresivos, sin sentimentalismo ni apegos, escenario cruel que deshumaniza y que los convierte en seres para la guerra, para todas las batallas, dentro de sus hogares, en las calles y carreteras, en las oficinas o fábricas donde laboran y, peor aún, cuando les inculcan que todo lo que es diferente a ellos no tiene valor, incluyendo a las mujeres. El resultado de esa enseñanza retrógrada es lo que vivimos ahora y que conjuramos que se acabe.