Soledad Jarquín Edgar
Sin duda el avance de las mujeres –como se le
llama- ha sido en materia legislativa y aún falta mucho, pero esos avances no han alcanzado a todas las
mujeres ni son del todo efectivas en la práctica, en lo sustancial, en la vida
cotidiana. En México y en Argentina recién nos congratulamos de que dos mujeres
-Miriam y Belén- obtuvieron su libertad tras haber sido acusadas de abortar.
El caso de Miriam, caso mexicano es vergonzoso,
si lo que hubo y se demostró fue un aborto espontáneo, reveló actos de
corrupción de un abogado sin escrúpulos y un Estado fallido hacia los derechos
de las mujeres. Y todo eso, que parece simple decirlo le costó a Miriam nueve
años de prisión, luego de ser juzgada con la mirada moralista, los
condicionamientos religiosos, la lupa confesional de la ultraderecha que dice
que abortar es un pecado y compraron bondadosamente a políticos mexicanos para
llevar a la práctica ya durante ocho años. El aborto es un asunto de salud, de
derechos de las mujeres, y no tendría que llevarse al plano punitivo o jurídico
o el infierno, visto desde la iglesia.
Es una historia
vergonzosa porque es una historia repetida. El Grupo de Información en
Reproducción Elegida (GIRE) reveló en el Tercer
Informe de Gire denominado “Niñas y Mujeres sin Justicia, Derechos
Reproductivos en México” (LsSzkD), que 682 mujeres son investigadas porque
supuestamente cometieron el “delito” de abortar, el mayor número se concentra
en la capital del país, donde el aborto es legal hasta la doceava semana.
Esos son los datos duros. La vida real es
Miriam, joven guerrerense encarcelada durante nueve años, es vergonzoso porque
se persigue a las mujeres como delincuentes pero la justicia a la mexicana se hace de la vista gorda con los
feminicidas, con los delincuentes de cuello blanco, los tratantes de personas,
los plagiadores, los defraudadores y claro con la corrupción.
Por eso no entiendo a gobernantes como el de
Veracruz, y de otras 17 entidades del país, quienes teniendo la evidencia de lo
vergonzoso y de la equivocación, del costo tan terrible que tiene en la vida de
las mujeres su decisión y la de sus subalternos en los congresos locales, siguen
negando a las mujeres el derecho a decidir sobre sus cuerpos y en esa tarea,
reitero, siguen castigando a toda aquella mujer que de forma natural, es decir
por razones físicas o fortuitas abortan; que mujeres violadas sigan muriendo
por tener hijos producto de un embarazo no deseado, como sucedió este viernes
con una joven en el Hospital General Dr. Aurelio Valdivieso de Oaxaca o que
miles de niñas, en todo el país, como “Lilia”
en la mixteca oaxaqueña sigan pariendo hijos cuando a los 12 debería estar jugando,
estudiando, soñando con un mejor futuro, en salir de la pobreza y de la
violencia.
Y lo que no podemos
perder de vista es la dupla que forman gobiernos e iglesia. Otra vez la
historia repetida, esta vez entre esos dos grandes entes, esas dos instituciones
que operan contra los derechos de las mujeres. Y esta relación perversa sí es
clara. Por eso la promulgación de la reforma al artículo 4º de la Constitución
Política del Estado de Veracruz que protege la vida desde la concepción hasta
la muerte natural, se realizó en una escuela privada, católica y con la
presencia de Hipólito Reyes Larios, arzobispo de Xalapa, y también el
presidente de la Asociación Estatal de Padres de Familia, Ignacio Ramírez.
Es este avance de la derecha ultra conservadora mexicana, metida hasta el tuétano en los congresos locales, disfrazados de priistas, perredistas y naturales, como los panistas; como gobernantes de los Estados de casi todos los partidos y, claro en la Presidencia de México, el que debe ocupar al feminismo, porque se replican los ejemplos de otras naciones y damos pasos gigantes pero hacia atrás.
Bastaría recordar ese pasaje de la historia íntima mexicana cuando el arzobispo
Antonio de Labastida le torció el brazo a Porfirio Díaz para salvar del
infierno a Delfina Ortega, su sobrina, con quien se había emparejado sin el
consentimiento de la iglesia católica, quien estaba a punto de morir por cierto
de muerte materna, le torció el brazo para que adjurara la Constitución de
1857, lo que hizo de forma verbal y escrita, un desesperado Presidente Díaz,
firmando su retractación e incluso declarando ya no pertenecer a la masonería.
Todo lo cual, Labastida procedió a administrar el sacramento y perdonar de sus
pecados a Delfina aquella mañana del 8 de abril de 1880 poco antes de morir.
Así ocurre ahora. A Duarte le preocupan más sus
pecados que sus delitos. Le preocupa más el infierno (prometido) que la cárcel
terrenal.
Y en otras terrenales cosas, lo mismo parece
sucederle a Enrique Peña Niego (perdón Nieto) a quien lo convencieron que la
gente no quiere el matrimonio igualitario, cuando en realidad le debieron decir
que sus candidatos y candidatas no daban el ancho. De ahí que ahora manden a la congeladora el
matrimonio igualitario, bajo la presión de ya saben quiénes: la jerarquía
católica que sigue mirando la paja en el ojo ajeno y no la viga en sus propios
ojos. Porque mientras se castiga con severidad a las mujeres por abortar, se
protege a los pederastas, el caso Oaxaca
es el mejor ejemplo de mis dichos.
Esto es lo que preocupa. La dualidad, el
discurso falso sobre los muchos avances para las mujeres, las libertades, y la
intromisión de la iglesia en sus vidas, y que hoy vemos está de lleno marcando
la ruta de las legislaciones, cercenando los derechos de las mujeres,
acomodándolo a sus preceptos y conceptos del
bien y del mal.
Eso debería preocupar y
ocupar a las mujeres, porque como dice la canción, si seguimos así después lo
vamos a lamentar y mucho.
Dejar las mojigaterías
y la doble moral para siempre, regresar al estado laico, es una exigencia
social para el gobierno (ejecutivo, legislativo o judicial), por lo menos deben
hacerlo porque así lo dice y lo demanda la Constitución mexicana.
@jarquinedgar