Soledad
JARQUÍN EDGAR
La
histórica demanda de las mujeres, en específico de las feministas, revela el
profundo silencio, la apatía y la simulación con la que gobiernos de todas las
tendencias ideológicas pueden actuar, al no mirar ni escuchar lo que las
mujeres quieren, no porque consideren que no desean ser madres, lo cual es una
opción, sino porque no hay condiciones, político, sociales, económicas,
geográficas y humanas, en general, para la vida y el desarrollo de las
personas, pero sobre todo, porque ser madres tendría que ser una decisión
personal de las mujeres.
Sin
embargo, bien lo dice la antropóloga Marta Lamas: “México ha dado pasos
notables en la liberación de las leyes de aborto”, en referencia a la despenalización
del aborto que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó en abril de
2007. “Este logro es parte de un largo camino que ubica a México a la
vanguardia de América Latina en el tratamiento humanitario del aborto”. (La
despenalización del aborto. El Cotidiano. 2008).
El
aborto han, dicho las feministas y académicas del género, no es un problema que
tiene que ver con penas carcelarias, como ha sucedido en los últimos años a
partir de que 18 entidades del país dieron marcha atrás como parte de las
complacencias que el sistema político mexicano ha tenido con la derecha y,
sobre todo, con las jerarquías eclesiásticas. No, el aborto es un problema de
salud pública.
En
este abril es motivo de reflexión el octavo aniversario de la despenalización
del aborto en la ciudad de México cuyos resultados son afirmativos y
contradicen los pronósticos catastrofistas que esgrimieron los providas, el
terrorismo de la ultraderecha y otros organismos de las iglesias. También en
abril, se ha puesto el foco en parte de la opinión pública en otro problema que
ha crecido desmesuradamente: el embarazo adolescente y al que tendríamos que
agregar el silencioso crecimiento de contagios de VIH entre la población joven.
Una
fórmula simple parece estar al frente de nuestras miradas. Los 12 años de
gobierno de la derecha, acompañados, por no decir de la mano, por las distintas
expresiones de la izquierda mexicana, el priismo y el resto de los adendos de
partidos que se multiplican, todos doblemoralistas, han ocasionado serios
retrocesos para las mujeres y, en general, para la sociedad mexicana, con una
afectación mortal para las y los jóvenes, pero sobre todo en ellas, lo que
debería ser una vergüenza.
El
hecho de que cada año, después del “avance” de la derecha, es decir, de los
gobiernos del PAN, entre 430 mil y 450 mil niños y niñas nacieran de madres
cuya edades fluctúan entre los 10 y los 18 años, como revela el INMUJERES, nos
muestra que lo que más urge en México es construir una verdadera educación
sexual y, sobre todo, se despenalice el aborto en todo el país.
¿Qué
necesitamos? Hacer conciencia de la importancia que tiene en el mundo enseñar a
las mujeres y a los hombres sobre un ejercicio libre, pleno y responsable de la
sexualidad y no existe otro camino que la educación algo que hasta ahora se ha
negado en México. Se requiere hablar en serio y bien, quitarse el escozor, la vergüenza,
la pena que impide no hablar ni en las familias ni en la escuela, por supuesto
nunca en las iglesias y de manera distorsionada en los medios de comunicación,
que salvo contadísimas excepciones, en la programación la sexualidad es un
asunto carente de verdad, lo cual resulta contrario a cualquier principio de
ética.
La
despenalización del aborto tendría que estar a la vuelta de la esquina, es como
explica Lamas una opción humanitaria, para todas aquellas mujeres que decidan
abortar no sólo para las víctimas de una violación sino para todas las mujeres
que considerando su condición social o económica, etaria, familiar o
profesional sean sorprendidas con un embarazo. Habrá quien tome al toro por los
cuernos y actúe según su conciencia y sus creencias, pero es real no todas las
mujeres habrían deseado ser madres.
El
aborto es la demanda más antigua del feminismo. En México, la primera propuesta
formal en ese sentido se realizó en 1931 por Ofelia Domínguez Navarro, señala
Lamas. Si hacemos cuentas pasaron 76 años hasta que, finalmente, en la capital
mexicana se despenalizó el aborto, pero además se brinda atención médica
oportuna y gratuita. Algo que Ofelia Domínguez y sus contemporáneas no
imaginaron nunca ni en sus más optimistas sueños, pero es ella una pionera
histórica de una larga lucha feminista.
El
problema es que sólo es una porción del territorio mexicano donde es posible
realizar la interrupción legal del aborto, sin temor a ser denunciadas,
detenidas y encarceladas por esa condición de ser mujeres sin derecho a decidir
sobre sus cuerpos, lo que, otra vez en sus vidas, deja en una desventaja total
y absoluta a las más pobres.
Mi
referencia en el tema del aborto es Marta Lamas, porque ella ha puesto el dedo
sobre el renglón sin desviar esa tarea a lo largo de más de 40 años, sin duda
merece todo reconocimiento en ese sentido, a ella como símbolo de las otras
mujeres que han sumado sus tareas dentro del feminismo para alcanzar el
objetivo de despenalizar el embarazo en la doceava semana.
Esta
semana en Oaxaca, como en el resto del país, hubo llamados de las mujeres para
que el Estado cumpla con su obligación constitucional de legislar para
convertir en realidad los compromisos asumidos por el país en materia de
derechos de las mujeres, como el Consenso de Montevideo, como lo explica la Red
por los Derechos Sexuales y Reproductivos (ddeser Oaxaca) y otras
organizaciones que firmaron un desplegado en el que preguntan ¿Cuánto tiempo
más vamos a esperar las mujeres de Oaxaca para tener acceso a estos servicios?
¿Cuándo habrá justicia social para nosotras, en materia de derechos sexuales y
reproductivos?
En ese
sentido, consideran que es imprescindible que el Congreso del Estado ejerza su
voto laico y libre de intereses fácticos para salvar las vidas y la salud de
las mujeres.
A ocho
años de distancia con resultados positivos, el Grupo de Información en
Reproducción Elegida (GIRE) dio a conocer que desde mayo de 2007 a marzo de
2015 se han practicado 138 mil 792 interrupciones legales y la mayoría de
quienes han sido asistidas legalmente son jóvenes de 18 a 24 años, las que
procentualmente representan el 47 por ciento.
Sin duda alguna la interrupción legal del aborto
en la ciudad de México es, como se ha señalado, un avance democrático y en
específico el reconocimiento de un derecho humano de las mujeres a decidir
tener o no un hijo porque como explica GIRE “no desean estar embarazadas”.
Esta
fecha emblemática e importante para el feminismo y para el avance real de las
mujeres, me pone a pensar cómo hemos transitado en un sube y baja interminable
que revela el poder de la sociedad civil, a pesar de los muchos años que
tuvieron que pasar; lo que también trasluce el poder de la iglesia sobre los
gobiernos federal, estatales y municipales, y el poder patriarcal en todos los
niveles institucionales y de la vida cotidiana, que determinan qué, cómo,
cuándo, dónde y por qué una sociedad debe ser y actuar, asumir y callar de
acuerdo a lo que hombres y mujeres tienen determinado.
Por un
lado, a pesar de que el gobierno federal estaba en manos de la derecha, con
Felipe Calderón, mucho tuvo que ver quienes tenían el poder en la capital del
país, en manos del PRD.
Y a
pesar de que vemos el vaso medio lleno, con leyes y reconocimientos a los
derechos humanos que ponen al país como punto de referencia, al menos en el
papel, resulta inaudita la violencia contra civiles, contra organizaciones,
contra periodistas, contra defensores de los recursos naturales y hasta contra
defensores de derechos humanos emanados de la iglesia, como el padre Alejando
Solalinde, en esa lucha emprendida a favor del libre tránsito y en contra de la
violación a los derechos de la población migrante.
Resulta
superior a toda imaginación, lo sucedido en Ayotzinapan hoy a siete meses de
ausencia de 43 estudiantes desaparecidos, cuyas familias no ven respuestas
lógicas ni creíbles en los dichos del gobierno de Enrique Peña Nieto y peor aún
la investigación de la periodista Laura Castellanos con el que parece una
inaudito crimen por parte de policías federales en contra de civiles en
Apatzingan.
Mucho
nos falta, lo principal ha sido la justicia en todos los sentidos, como a las
víctimas de abortos mal practicados, debido a la negligente actitud de las
instancias gubernamentales, así por un lado se castiga el hecho de interrumpir
un embarazo y por el otro se asesina a los hijos e hijas de miles de miles de
mujeres en este país, como los casos arriba descritos y claro la reprochable
violencia feminicida y el feminicidio, todos nadando en un mar de impunidad.
Una bipolaridad conveniente que no le quita el sueño al poder.
@jarquinedgar