¿Yo
feminista?
Martha
Aparicio Rojas
Necesitamos
pertenecer, conciliar y trabajar por las mujeres
Soledad
JARQUÍN EDGAR
Martha
Aparicio Rojas se pertenece, pero también cree en la pertenencia dentro de una
colectividad, en el trabajo en grupo y ve a través de su vida lo qué ha pasado
con el feminismo al que llegó hace más de 25 años y como buena visionaria señala
qué falta por hacer.
Su carácter
dulce, afable, amoroso, conciliador y siempre ecuánime podría confundir a
cualquiera, porque en ella también habita una mujer fuerte que ha entendido la
vida en su ida y vuelta, aunque las explicaciones no siempre le parezcan
buenas; una mujer que sostiene sus dichos pero no los impone, busca encontrar
puntos de coincidencia, objetivos comunes y entiende que esa es la medida para
avanzar en los muchos retos que hoy contempla el feminismo y las organizaciones
civiles que trabajan por los derechos humanos de las mujeres.
Hoy, acepta:
las circunstancias nos han rebasado, expresa. Se refiere a las cientos de mujeres víctimas
del feminicidio y también a la trata de personas cuyos datos, dice, le provocan
escalofríos, “ante tanta claridad y tanto cinismo”.
Nació en
marzo a finales de los años sesenta en la ciudad de Oaxaca, creció en una
familia grande compuesta por su abuela Catita (Macatita), su madre y su padre,
dos hermanas y un hermano, una tía y sus tres hijas…
Su padre
mixteco, Pedro Aparicio Arellanes fue maestro y hombre de izquierda; quien
junto con su madre Elizabeth Rojas Miguel, le infundieron el amor a la libertad
para expresar sus opiniones, y en el feminismo encontró las herramientas para
cuestionar una de sus pasiones: las leyes mexicanas, que siendo estudiante de
Derecho en la UABJO, le ganó varias discusiones con sus maestros.
La mayor de
la familia, Martha Aparicio Rojas tiene pronto un sentido sobre su existencia
“me tocan las ligas mayores”, lo que significa abrir camino y tomar decisiones,
pero tenía lo más importante: la libertad de hacer lo que más le gustaba y eso
le acarreó la crítica de su abuela quien le decía que parecía “chiva
campanera”…al principio me ofendía pero después me di cuenta que me gustaba ser
la chiva campanera.
Desde la
preparatoria desarrolla otra de sus pasiones: el teatro, a través de los grupos
Busca Tablas y Gandarillas; hacían teatro infantil, lo que más tarde la
llevaría a caminar por la radio en el programa infantil La Nave en qué
Viajamos, donde interpretaba a Yaya, a Ceci y a Mechita…se compromete aunque
nadie le pagara por su trabajo y por lo que su mamá le decía “eres la única
mujer que paga por trabajar”, cuando ella le pedía dinero para sus traslados.
El teatro, lúdico, creativo y confortante, le daban el equilibrio que
necesitaba en aquellos años de juventud y al mismo tiempo podía mirar los
problemas sociales, que complementaba con sus estudios de Derecho.
Al concluir
la escuela, Martha Aparicio se incorpora a un despacho de Tomás Hernández,
siempre al lado de su inseparable compañero y amigo Omar Salazar Herrera, quien
años más tarde sería su pareja. Pero tiene un
problema, no podía cobrar por los servicios que prestaba litigando,
menos si eran mujeres.
La historia de su huesito y ella
Martha
Aparicio revive su historia de amor con Omar Salazar a quien conoció a través del
grupo de teatro, aunque eran compañeros en la Facultad de Derecho. Fue después
de años que Omar cortejó a Martha durante largo tiempo, hasta que un día le
dijo que era la última vez que le pediría salir. La cita fue en Santo Domingo
de Guzmán, ahí Omar le robó un beso “porque los besos no se piden”, le dijo,
ella asegura que su cuerpo respondió bien y así empezó su historia de amor “con
mi huesito”. Un año y medio después decidieron vivir juntos, pero por
congruencia se casarían por lo civil. La pedida de mano fue como se acostumbra
en la Costa, “muy bonita”, y ahí les dijimos que nos casaríamos sólo por las
leyes civiles, todos estaban de acuerdo, pero mi Macatita, dijo no.
“Mi Omar muy
sabio, decía yo quiero estar contigo y me puedo casar por la iglesia”, así que
le dimos el gusto. “Fue algo muy sencillito, ya sabes como son en Oaxaca las
bodas sencillas” y en la iglesia de Consolación Martha se entera que “su” Omar se
llamaba en la iglesia Ariel, lo que nunca fue problema.
A partir de
entonces, Martha y Omar comparten la vida y todo lo que ello implica: sus
aficiones, sus emociones, sus deseos, sus compromisos personales y los
colectivos, caminan como dicen, hacia un mismo horizonte…con el tiempo tendrán
una hija y más tarde un niño…¿cómo voy a educar a este niño? Se preguntaba
Martha, y Omar tranquilo le respondió: con perspectiva de género mi amor…y así
lo hicieron.
La Casa de la Mujer
A través de
Catalina Aquino, una de las fundadoras del Grupo de Estudios de la Mujer
“Rosario Castellanos”, Martha Aparicio recibe la noticia que estaban
solicitando una abogada en la Casa de la Mujer. Ella no acude porque dice que
estaba a gusto en el despacho. Por segunda vez, le envían un mensaje y después
de pensarlo acude solo para ver de qué se trataba, porque nunca en la vida
había solicitado trabajo. La entrevista es realizada por la psicóloga Beatriz
Casas, otra de las fundadoras del “Rosario Castellanos”, pero en realidad
explica se convirtió en una entrevista atípica porque la entrevistadora salió
entrevistada, pues Martha Aparicio quería saber qué hacían, cómo lo hacían y
por qué.
Indica que la
atraparon cuando le dijeron que estaba “estrictamente prohibido cobrar y pedir
dinero a las mujeres y yo dije fabuloso”. No le importaba, al final ella no
sabía cobrar ni tampoco le parecía importante recibir una paga por su trabajo
legal con las mujeres.
Seis meses
después, convencida de lo que estaba haciendo, Martha Aparicio decide dejar su
despacho en la calle de Valdivieso y se incorpora de lleno a la Casa de la Mujer,
donde además se encuentra con una biblioteca de la que se vuelve asidua lectora
y asiste a las pláticas que desde hace más de dos décadas La Casa de la Mujer
imparte cada miércoles, así se encuentra con todos los temas que tienen que ver
con las mujeres.
También
conoce a las feministas como Guadalupe Musalem, Margarita Dalton, Ximena
Avellaneda, Mary Olguín, Catalina Aquino, Julia Barco y Vilma Barahona, entre
otras. Fue ese camino el que la lleva a leer y después a conocer a las abogadas
feministas como Alda Facio, Martha Torres Falcón y Martha Figueroa, entre otras
muchas.
En la Casa de
la Mujer “Rosario Castellanos”, ubicada entonces en la calle de Constitución,
Martha Aparicio hace carrera: empezó dando tequio, luego es colaboradora
interna, es asocia al grupo, funge en algún tiempo como presidenta…¿cuál es la
fórmula? Su constancia, su entrega al trabajo, pero sobre todo que ella cree en
el grupo.
Si en un
principio se da cuenta que el feminismo la aborda desde la intuición y lo
cotidiano, ahí encuentra la transformación teórica-conceptual que le dan
sustento a sus cuestionamientos.
Beijing 1995 y el continuo
Sobre los
hombros de unas cuantas organizaciones –Casa de la Mujer, el Centro de Estudios
de la Mujer y la Familia, el Grupo de Apoyo a la Educación de la Mujer y el
Grupo 8 de Marzo- recaé la responsabilidad de organizar foros, encuentros,
talleres, pláticas con miras a la IV Conferencia Internacional de la Mujer, Beijing
1995. Ello requiere construir agenda y hacer un diagnóstico de la condición de
las oaxaqueñas.
Tiempos
coyunturales que provocan trabajo articulado, incluso con organizaciones
compuestas por mujeres y hombres…y mientras lo recuerda surgen otros nombres
como el de Flor Cervantes, Guadalupe Carmona, Pilar Monterrubio, Maru Mata,
Martha Castañeda, Martha Lilia Calleros, Cristina Galante, Angélica Ayala…Los
esfuerzos previos como la Asamblea Estatal de Mujeres, la emergente como el
Foro de Organizaciones Civiles de Oaxaca, el Movimiento Amplio de Mujeres y más
tarde el Huaxyacac.
Tiempos donde
se observa organizando las primeras marchas contra la violencia de género,
tomando las calles y haciendo mil cosas para visibilizar el problema; en
alianza con las comunicadoras abriendo esta corriente de pensamiento, “fue una
gran etapa donde nos tocó hacer y lo hicimos, ahora habrá otras nuevas”.
La
conversación periodística con Martha Aparicio está llena de alegría, los
recuerdos le refrescan el alma y su actitud se contagia. Su crítica es suave
pero certera cuando afirma que Beijing es una movilización mundial de
coyuntura, “había interés, recursos, era el momento para abrir boca y la
abrimos, luego vino el proceso local, surgimiento de liderazgo…pero algo
permanece: la constancia de las feministas locales, con sus altibajos, unas a
la cabeza y en otros momentos otras, pero con lógica de temáticas, tenemos un
continuo y eso mínimo debemos reconocerlo porque a las mujeres nos ha costado
mucho”.
¿Qué pasó
después? Se pregunta y responde que cuando las fuerzas y los equilibrios se
trastocan, hay el beneficio de unas cuantas más que otras y eso se cuestiona,
divide, ahí dejamos de ver el interés común que somos las mujeres. Sin embargo,
insiste hay una enorme riqueza en la variedad de pensamientos y formas de
actuar y llegar a ese punto es un proceso que nos falla: tenemos que construir
el acuerdo, el consenso, sin dejar de ver el objetivo: las mujeres, la muerte
materna…y ahí íbamos caminando, unas mediando, otras tomando acciones como
encadenarse, ponerse en huelgas de hambre, cada una como podía pero sin perder la
finalidad.
Hoy, Martha
Aparicio sostiene que han surgido nuevos liderazgos, también organizaciones
creadas por las ex directoras del IMO como es el caso de Norma Reyes y Estela
Fraginals, interesantes pero que no acaba de entender, confiesa; también están
las organizaciones de siempre como la Casa de la Mujer y las creadas por
mujeres jóvenes como Nueve Lunes y las Ixmucanes, entre otras muchas.
Pertenencias y lealtades
El problema,
desde “donde observa Martha” es que hoy los grupos tienen pertenencias y
lealtades. Las de un grupo y otro, las que están con una funcionaria y las que
no están con ella, pero eso nos hace perder frente a un problema como el
feminicidio. Eso es grave porque perdemos de vista lo más importante, la construcción
de la colectividad, dice preocupada.
Explica que
durante algún tiempo le molestaba que las organizaciones feministas se reunían
para atender “temas coyunturales y emergentes”. Otras compañeras me decían:
Martha así es y eso es valioso, al menos reaccionan. Eso pasa claramente en
Oaxaca, el problema es que luego todo se diluye.
En ese
sentido, sostiene que la realidad nos ha rebasado socialmente cuando se refiere
a los feminicidios y la trata de mujeres de las que se habla “con tanta
claridad y con tanto cinismo…” y aunque hoy podamos articularnos todavía no
alcanza, necesitamos fuerza, dedicarnos, responsabilizarnos en colectividad,
solo así.
“Como decía Patricia
Mercado, las mujeres no ostentamos ni el poder político ni el poder económico
ni el poder de las armas, entonces nos queda el poder de las leyes, las leyes
se transforman, como el poder de las sin poder y creo que ahí hemos avanzado,
hay un marco jurídico que nos avala y nos respalda, pero tenemos que trabajar para
que eso se vuelva real”.
El pasado nos alcanza
Abogada y
feminista, Martha Aparicio afirma que mientras a Gabino Cué se le ha
desdibujado su política de género, en otros tiempos las cosas funcionaron y
señala el caso de Clara Scherer, ex presidenta del DIF en el sexenio 92-98.
Ella tenía poder e interés, se reformaron muchas cosas. El DIF cambió, la
Procuraduría del DIF empieza hacer divorcios, atiende violencia familiar y se
crea la Agencia Especializada en Delitos Sexuales, y si faltaba algo, ella
alzaba el teléfono y lo resolvía… Yo decía si hubiera más mujeres como ella,
con poder y con claridad, las cosas serían distintas.
Sin embargo,
durante el siguiente sexenio, las cosas cambian y son condicionadas a actuar de
una determinada manera en el gobierno de José Murat. Pero Martha Aparicio “abre
la boca” y tras una reunión en el DIF estatal asegura a la prensa que volvieron
las políticas asistencialistas y conservadoras “y me atreví a decir que eran
del Opus Dei…”. En consecuencia ella y el grupo de la Casa de la Mujer fueron hostigadas
y amenazadas. La organización tuvo que retractarse. Al tiempo ella dice que en
realidad estaba en lo correcto solo que se había equivocado de organización no
eran del Opus Dei sino Legionarios de Cristo.
En ese
sentido y tras esa y otras experiencias, Martha Aparicio sostiene que le queda
claro que las esposas de los gobernantes son mujeres cercanas al poder pero en
la mayoría de los casos sin poder real y en el peor de los casos sin visión.
Eso marca la diferencia para el resto de las mujeres, absolutamente. Un asunto
de conciencia para ellas, ahí está la primera dama del país –Angélica Rivera-
regalando maquillaje a las chiapanecas ¿cómo para qué?
El cansancio de Martha
Martha
Aparicio Rojas alguna vez se cansó, tras casi 20 años de tratar temas de
violencia de género, su cuerpo le demanda detenerse. Un día ya no pudo
levantarse más estaba deprimida, sufría el síndrome de Burnout y vivió con
retraso el duelo por la pérdida de su padre, de su madre y de su abuela. Se
refugiaba en el trabajo, así pasaba ese dolor, pero un día el trabajo no fue
más su refugio.
Se cuestiona
todo, se pierde de todo durante años, no pide ayuda porque “se pelea” –dice-
con el mundo exterior, sus amigas y compañeras de trabajo, su pareja…“me fui al
inframundo”. A pesar de todo, su compañía en aquellos difíciles años fue Omar,
su pareja. Un día Omar la abraza y le dice “dime que hago para que te sientas
mejor”. Fue el abrazo más doloroso de su vida, porque entiende que resolver sus
problemas no dependía de nadie sino de ella misma, se sabe sola en este camino
ascendente y complejo.
El problema,
asegura, es que muchas veces me creía una chica súper poderosa, infalible, leal
a la organización…lo que entendió cuando salió del inframundo y fue invitada
para asesorar y acompañar a las mujeres del refugio municipal, pero solo duró
una semana, no tenía fuerzas aún para enfrentar el dolor de las otras, que la
confrontaban porque había decidido cambiar su vida. Ese trabajo, a pesar del
corto plazo, la reconcilio con ella misma.
Esa fue la
primera vez que renunció a algo, porque siempre decía puedo con esto y lo otro,
aunque me muera en la raya, yo cumplo, pero tomar la decisión de dejar ese
trabajo fue revelador y de paz, porque al final sigo siendo yo nada pasa si
dejo de hacer algo.
Antes,
Leticia Briseño Maas la “rescata” y le ofrece que coordine el primer diplomado
en género y multiculturalidad que
realizaba el PIEG de la UABJO y donde se descubre “invitada” pero ella lo que
quería era pertenecer, de ahí que debe salir.
Después de
ese episodio se puede mirar más humana, se acepta vulnerable, porque lo
aprendió cuando por ser la mayor en su casa la llamaron para jugar en las
grandes ligas, una parte interesante pero al mismo tiempo la lleva a dejar su
lugar.
Así “ese
viaje” le permite superar de mejor manera la pérdida de Omar. “Ahora que murió
Omar sé que puedo ir a cualquier lado, no me voy a perder. Me siento más en el
equilibrio, tengo claros los ejes que me sostienen y que es creer en la
justicia, en las mujeres, en la colectividad.
Además, dice,
su pérdida también le permite darse cuenta de muchas cosas. Una de ellas
entender a las mujeres que en el refugio (a donde volvió para trabajar en los
proyectos en el trienio pasado) no sabían cómo enfrentar solas el futuro y yo
les decía “no están solas, se tienen a ustedes mismas”. Luego sonríe y dice:
“Uno de estos días en que lloraba, dije sí claro es muy fácil decirlo”.
Frente a
ello, Martha Aparicio se cuestiona el amor romántico y lo que la militancia
feminista te enseña de la independencia y el empoderamiento, “pero perdón yo sí
necesito a mi compañero, lo extraño, lo quiero…también pienso en cómo las
mujeres salen adelante solas, como mi abuela que enviudó muy joven, que sacó
adelante a sus hijos, lavando ropa sin tener que vender su tierra y veo la red
de apoyo que tengo en la familia de Omar, en la mía, en mis amigos y en mis
amigas, porque el inframundo me enseñó a pedir y a recibir”.
Actualmente,
Martha Aparicio analiza sus posibilidades laborales y se incorpora al mundo
“sin Omar”. Colaborara con la Casa de la Mujer, su otra casa; con Josefina
Aranda en un proyecto…”que no se los ofrecieron a la pobre de Martha sino en
reconocimiento a lo que sé, porque de otra manera mis amigas hubieran hecho una
colecta y ya”.
Martha
Aparicio de sonrisa amplia, sencilla, elocuente, locuaz, mujer buganvilia,
mujer pasión por el feminismo, mujer justicia, mujer que cree en las mujeres y
sus luchas, mujer de grupo, mujer que ilumina con su experiencia…así es Martha
Aparicio, la feminista.