DÍA
INTERNACIONAL DE LA NO VIOLENCIA
BOLETIN INEGI
· En
2013, seis de cada diez personas a nivel nacional, identifican la inseguridad
como su principal preocupación, sobresale Nuevo
León (74%), Coahuila (70.0%) y el Estado de México (69.2%).
·
Las mujeres se sienten más inseguras que los hombres, desde cualquiera
de los ámbitos geográficos en los que transcurre su vida; como su colonia o localidad (46.7%), su
municipio (65.6%), y su entidad (74.7%).
· En 2012, el 38.2% de
los hogares del país llevaron a cabo acciones para protegerse de la inseguridad
y la delincuencia y el gasto promedio en medidas de protección por hogar, ascendió
a $4 707.30.
· A lo largo de 2012,
27.3% de la población de 18 años y más, fue víctima de al menos un delito y en
18 entidades la prevalencia delictiva aumentó con respecto a la registrada en
2010.
· Durante 2012
ocurrieron 27.7 millones de delitos en el país, y solo el 7.9% fueron
denunciados y se inició una Averiguación Previa. La Cifra Negra es de 92.1%.
· Del año 2006 al año 2011,
la tasa de defunciones por homicidio se incrementó 1.5 veces más al pasar de
9.6 a 23.5 defunciones por cada cien mil personas. En entidades como Coahuila, Durango y Nayarit, este incremento
fue de 4 veces más el observado en 2006 y en Nuevo León se registró un incremento
de 10.9 veces más, al pasar de 3.8 en 2006 a 44.8 defunciones por homicidio por
cada cien mil personas en 2011.
· La mitad de los
suicidios son de jóvenes de 10 a 29 años, particularmente entre las mujeres
donde el 63.5% de los suicidios de mujeres son de menores de 29 años.
En junio de 2007 la Asamblea
General de las Naciones Unidas en su Sexagésimo Primer Período de Sesiones,
aprobó la Resolución 61/271, mediante la que establece el día 2 de
octubre como el Día Internacional de la No Violencia, con el propósito
de reafirmar “la relevancia universal del principio de la no violencia y el
deseo de conseguir una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia”,
y se determinó este día a propósito del aniversario del nacimiento de Mahatma
Gandhi, líder del movimiento independentista de la India y pionero de la
filosofía y la estrategia de la no violencia[1].;
así como una manera de reforzar las acciones precedentes en la Declaración
sobre una cultura de paz (1999) y el Programa de Acción sobre una cultura de
paz.
Esta resolución resulta de
particular relevancia, para que los estados lleven a cabo acciones para
concientizar y reconocer que la violencia atenta contra la dignidad y los
derechos fundamentales de todos los seres humanos y, para dar a conocer la
situación actual, ya que pese a todos los esfuerzos para erradicar la violencia
que caracterizó al siglo XX, aun vivimos inmersos en ella e incluso en el siglo
XXI se ha agudizado la violencia por razones de raza, creencias religiosas y
políticas y el crimen organizado constituye la principal amenaza para la paz
social . Esta primera década del siglo continua apegándose a lo descrito en
2003 por Nelson Mandela en su prólogo al Informe
Mundial de sobre violencia y salud:
“El
siglo XX se recordará como un siglo marcado por la violencia. Nos abruma con su
legado de destrucción masiva, de violencia infligida a una escala nunca antes
posible en la historia de la humanidad…Menos visible, pero aún más difundido,
es el legado del sufrimiento individual y cotidiano: el dolor de los niños
maltratados por quienes deberían protegerlos, de las mujeres heridas o
humilladas por parejas violentas, de los ancianos maltratados por sus
cuidadores,
de
los jóvenes intimidados por otros jóvenes y de personas de todas las edades que
actúan violentamente contra sí mismas”[1]
Aún cuando parece que la
violencia siempre ha formado parte de la humanidad y ha estado presente de
manera cotidiana y protagónica en la vida colectiva y de las relaciones
interpersonales, a lo largo de la historia se le ha atribuido un doble valor,
en innumerables ocasiones la violencia se justifica y se le define como “legítima” para validar las acciones o
intervenciones “justas” de los estados o de grupos de interés político,
económico o religioso, mientras que en otras es ilegítima y se castiga a
quienes la ejercen.
El origen del término “violencia”
que aparece a principios del Siglo XIII como una derivación de la palabra
latina “vis”, que significa fuerza o vigor, caracteriza a un ser humano
iracundo y brutal, y particularmente define una
relación de fuerza destinada a someter u obligar a otro [2]. Sin embargo, como bien se señala, se
trata de acciones destinadas a someter u obligar a otro, ya sea mediante la
fuerza física, o bien a través acciones que dañan, limitan y ponen en riesgo la
integridad emocional y física de las personas, y que les impide acceder al
ejercicio pleno de sus derechos y libertades fundamentales. De ahí que la
violencia abarca desde actos extremos como las agresiones físicas que buscan
dañar, poner en riesgo o acabar con la vida de una persona, hasta aquellas
acciones encaminadas a intimidar, atemorizar, controlar o denigrar, con la
finalidad de limitar su libertad de acción y capacidad de decisión; así como
todos aquellos actos orientados a obstaculizar el acceso a los recursos
materiales e inmateriales para el pleno goce de sus derechos y su desarrollo.
Si bien es cierto que existen
muy variadas definiciones sobre la violencia con matices y acentos diversos,
existen características similares en todas ellas: la intencionalidad de los
actos violentos que buscan causar daño, limitar, obstaculizar o impedir,
mediante el uso de la fuerza y el control emocional, con la finalidad de detentar
el control o dominio sobre otra u otras personas. Así por ejemplo, la Organización
Mundial de la Salud, define la violencia como el uso intencional de la fuerza o
el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona, un
grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones,
muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones[3].
Por ello, las Naciones Unidas
ha promovido que todos los estados partes reconozcan a la violencia como un
problema social, que atenta contra los derechos fundamentales de todas las
personas, independientemente de las diversas formas que adopte y en cualquier
ámbito donde se ejerce, tanto a nivel colectivo, institucional, así como a
nivel de las relaciones interpersonales, por ello ha convocado a que adopten
medidas encaminadas a prevenir, atender y sancionar la violencia en todas sus
formas.
El Instituto Nacional de
Estadística y Geografía se une a esta importante conmemoración, brindando un
breve panorama estadístico sobre la situación de la seguridad pública y el nivel de violencia prevaleciente en el
país, y las consecuencias más graves de
la violencia como es el caso de los homicidios y los suicidios, con la
intención de promover una mayor conciencia de la importancia de la paz, de una
cultura democrática, de la no violencia y del respeto de los derechos humanos.
LA PERCEPCIÓN DE LA SEGURIDAD Y EL
RIESGO DE SER VÍCTIMA DE LA VIOLENCIA
Un indicador relevante
sobre las condiciones en las que se desarrolla la vida de las personas en el
país, es la percepción que tienen sobre los problemas o asuntos que más les
preocupan. En los resultados de la tercera Encuesta
Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE-2013)[1],
levantada en este año por el INEGI, se observa que los problemas de mayor preocupación
que reconoce la población de 18 años y más son la inseguridad, el desempleo, el
aumento de precios y la pobreza. En general, para cerca de seis de cada 10
personas entrevistadas, la inseguridad es el problema más acuciante en sus
estados, particularmente en Nuevo León (74.0%), Coahuila (70.0%) y el Estado de
México (69.2%).
Sin embargo, por entidad existen diferencias relevantes; mientras en 21 entidades
para la mayoría de su población el principal problema es la inseguridad; para
la mitad de la población de Aguascalientes, Puebla, Tlaxcala, Michoacán,
Hidalgo, Nayarit, Tabasco, Yucatán y Zacatecas lo es el desempleo y para la
población de Chiapas y Oaxaca, la pobreza continúa siendo su principal
preocupación.
La inseguridad se
expresa en temor y en la falta de confianza con el que vive y realiza sus
actividades la población. El temor limita la libertad de las personas para
poder ejercer sus derechos de libertad de movimiento y de acción. Al respecto
se observa de manera relevante que mientras entre 2011 y 2012 disminuyó la
proporción de población que se siente insegura por la delincuencia; entre 2012
y 2013 aumentó y no solo recuperó la posición que existía en 2011, sino que
rebasó la proporción de población que se siente insegura en cualquiera de los
espacios geográficos donde se localiza su residencia y realiza sus actividades
cotidianas.
[1] Los datos aquí presentados corresponden a la ENVIPE-2013, los
cuales se presentaron el 30 de septiembre de 203 y se encuentran disponibles en
la página del INEGI: http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/Proyectos/Encuestas/Hogares/regulares/envipe/envipe2013/default.aspx