Mujeres y
Política
Conflicto
magisterial
Cada vez resulta más difícil tratar de desentrañar lo
que sucede con el movimiento magisterial, que a todas luces vuelve a polarizar
el sentir de la ciudadanía, pero ya no sólo de quienes habitamos la ciudad de
Oaxaca sino también de muchas otras entidades del país y, en especial, de una
buena parte de quienes habitan el Distrito Federal.
En la capital del país, complicada a todas luces por
las dificultades que entraña ser una de las cinco ciudades más habitadas del
mundo, le añaden la toma de edificios públicos y el cierre a la circulación de
avenidas y calles, ya sabrán ustedes lo que eso significa.
Es decir, sabemos qué significa eso en Oaxaca, lo
hemos vivido innumerables veces, no sólo por quienes conforman la Sección 22
del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, pero lo que no se acaba
de comprender son las razones de esa parálisis que indudablemente ha afectado y
afecta la educación pública de más de un millón 190 mil de niñas y niños en
Oaxaca.
Y ese es, precisamente, el motivo fundamental de la
polarización, la discusión entre los beneficios de unos y las afectaciones a
otros. Entre lo ideológico y el activismo y, claro está, el rezago que parece
no se observa, no se ve, no se siente, pero que empieza a causar una especie de
hartazgo si no en todas las familias que mandan a sus hijas e hijos a la
escuela al menos sí en una buena cantidad, que para colmo no tienen otra cosa
que protestar y para ello cierran carreteras.
Este fenómeno no es de ahora, sabemos que no, entonces
hay que ir al fondo. Claro que toda la ciudadanía está de acuerdo en que lo más
importante es la educación pública, que todo país desarrollado (no concebido
como desarrollo neoliberal) tiene la mejor educación y a partir de ahí ha
desarrollado una calidad de vida mejor de acuerdo a sus propias costumbres,
incluso alejados de ese mal que nos aqueja hoy en día y que se llama
delincuencia, narcotráfico, trata de personas, homicidios y feminicidios,
violencia familiar y bullying, y todo lo que no alcanzamos a observar porque lo
recubrimos con las paredes de la “decencia”.
Una mayor educación es sinónimo de bienestar social y
lo que ello significa, algo que por cierto en México no se alcanza a conocer
desde hace muchas décadas de forma general. Luego no podemos compararnos con las
entidades del norte, dicen los autores materiales de ese robo.
Tan no alcanzamos a observar esa situación que en
México la violación a los derechos constitucionales y por supuesto a los
derechos humanos también fundamentales y protegidos por la constitución, son
una constante, el pan nuestro de cada día y eso nos convierte en una sociedad
en la que a veces como ciudadanos
jugamos el papel de caciques y a veces de víctimas, pero eso no es otra
cosa que producto de la falta de uno de los derechos más importante: educación
(cultura, ciencia, arte, conocimientos…).
Cierto que la corrupción sin fondo que ha afectado
gravemente al país ha generado una clase política llena de privilegios,
condición de la que sabemos no escapan todos los gobiernos ni los servidores
públicos de todos los poderes, hasta los dirigentes sindicales. Y que mucho de
lo que hoy vivimos y saca a la calle a la gente para protestar tiene raíz de
fondo en esa corrupción que lastima y lacera y que nos hace cada vez más
desiguales.
Cierto que en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y en otras
muchas entidades del sur-sureste hay escuelas elementales como si fueran una
postal que nos recuerda el México de principios del siglo XX, mientras que los
hijos e hijas de gran parte de la clase política cuando mal les va asisten a
las instituciones más privilegiadas del país, y eso también incluye a la UNAM,
o cuando bien les va estudian en Europa o en las universidad del ícono
fragmentado y torpe en que se ha convertido Estados Unidos de Norteamérica.
Cierto que las condiciones laborales en México no son
óptimas y que, como me decía una querida amiga hace unos días, hoy la lucha
magisterial está centrada en no perder esos “privilegios”, los cuales habría
que decir no tienen una enorme cantidad de profesionistas en México,
profesionistas jóvenes por cierto.
Es decir, tenemos dos clases privilegiadas hoy en día:
una compuesta por quienes están en la política y en los cargos de decisión en
la administración pública y la clase privilegiada del magisterio, que cuenta
con todos los beneficios que se deben entender por la seguridad social y que,
cierto, habrá quien no los tenga, pero es gracias a la corrupción que atraviesa
el sindicalismo magisterial.
Hay binomios indisolubles que han atentado contra la
ciudadanía, el que conforman gobierno-magisterio es uno de ellos y no solo me
refiero al gobierno de Gabino Cué, también a todos sus antecesores, el priismo
renovado incluso que ya no entiende nada porque les entregaron un barco lleno
de perversiones y algunos dinosaurios de cola grande que aún se reivindican
tricolores y otros que ahora pululan como ideólogos de la izquierda más
radical, sin descontar a los intocables de sangre azul.
El daño está hecho. Hay varias generaciones de jóvenes
de 30 años y menos, cuyos padres y madres tuvieron que recurrir al sistema de
escuelas privadas, por cierto uno de los negocios más prósperos en Oaxaca,
gracias al sistema estatal de educación. Millones de pesos que las familias
destinan a la educación de sus hijos e hijas, pérdida de patrimonio y por
supuesto de bienestar. Algo que les importa muy poco al binomio
gobierno-magisterio (autores intelectual y material del robo en la educación),
quienes piensan que esa es una decisión de las familias. Cierto en parte, pero
es como cuando tienes un enfermo en casa y decides llevarlo al médico
particular porque en el sistema de salud sólo le dan paracetamol para atender
desde una gripa hasta un posible cáncer. Es luchar por la vida o dejarse morir.
Lo que no se entiende es por qué no hay un solo
gobierno del país y en específico en Oaxaca, que en los últimos 50 años haya
sido capaz de resolver el problema de la educación en la entidad y en los
últimos 30 años el llamado “conflicto magisterial”, que agravó en grado sumo la
enfermedad y agonía de este paciente hoy moribundo que se llama sistema de
educación pública de Oaxaca.
Ninguno de estos gobernantes, incluyendo a Víctor
Bravo Ahuja, quien llegó a ser Secretario de Educación Pública del país,
encontró la llave para abrir la puerta, ni tampoco Diódoro Carrasco Altamirano
y el actual Gabino Cué, quienes ocuparon cargos importantes en la
administración pública federal en tiempo de Ernesto Zedillo.
Tampoco pudieron.
Las duplas presidenciales y de gobernadores, podrán decir hoy que sí han abonado a mejorar
la educación y mostrarán el inocultable crecimiento de escuelas en todos los
niveles educativos, pero lo cierto es que en el fondo subyace el mismo lodo
séptico que se transmite de generación en generación.
Es decir, tenemos cantidad pero nunca hemos podido
tener calidad educativa y claro ello tiene que ver con los y las trabajadoras
de la educación, que tampoco están dispuestos a mejorar la parte que les corresponde
y gritarán a los cuatro vientos que hacen lo que pueden y en las peores
condiciones. Bien valdría la pena que revisaran la historia de ese gremio antes
y después de la revolución mexicana para que vean qué sí se puede cuando se
quiere.
Sistema gubernamental (gobiernos nacionales y
estatales), de todos los colores y sabores en una mayoría priista, 12 años de
gobiernos panistas, a nivel federal, y 47 años de priistas y tres de la alternancia en Oaxaca, en quienes
tiene sentido eso de que no encuentran la O por lo redondo ni la cuadratura al
círculo.
Ya vimos que mucho tiene que ver con las concesiones
que el patrón le dio a sus trabajadores, que hoy le aprietan el cuello para ver
si le pueden hacer vomitar un poco más…
¿Cuál es entonces el pecado del magisterio, que
contribuye al quebranto social? Es simple y es sencillo: abandonar sus aulas y
dejar sistemáticamente sin clases a la niñez oaxaqueña, generación tras
generación para conservar sus privilegios o como ha sucedido en varias
ocasiones para apuntalar el enriquecimiento ilícito de sus líderes. El
magisterio, propiamente la Sección 22, pretende ser la víctima cuando son parte
del problema. Las verdaderas víctimas están en casa viendo eso que ellos tanto
repudian: la televisión que produce Televisa y TVAzteca, ni más ni menos.
@jarquinedgar