¿Yo feminista?
Contra la desigualdad, tenemos que seguir picando
piedra
· Patricia Jiménez Alvarado más de tres décadas de
cuestionar al poder
Soledad JARQUÍN EDGAR
La vida de Patricia Jiménez Alvarado está sellada por
su incansable actitud de cuestionar al poder y la desigualdad que permea en los
distintos estratos sociales, pero en específico entre las mujeres. Nacida en el
Distrito Federal, su familia tiene ascendencia oaxaqueña y ello posibilitó que
desde muy pequeña sus padres decidieran vivir en Oaxaca. Al divorcio de su
padre y su madre se quedó al cuidado de su abuela materna Concepción Pérez,
quien le contó que las mujeres no necesitaban estudiar carreras muy largas porque
debían casarse “y de blanco”. A pesar de que mamá Concha era estricta, Patricia
no dudó nunca en sortear su vigilancia y siendo adolescente incorporarse a las
manifestaciones universitarias frecuentes en la década de los setenta.
Su abuela rentaba cuartos en la casona de las calles
de Alcalá. Entre sus huéspedes estaban algunos jóvenes integrantes del Grupo
Comunista Internacionalista (GCI), y de la Liga Socialista, que más tarde formarían el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Curiosa se acercó a ellos y su boleto
de entrada fue, entre otras lecturas, el Manifiesto Comunista de Carlos Marx. Formación
que había empezado de alguna forma años atrás cuando ella, casi niña, era la
responsable de leer el periódico a mamá Concha, quien lloraba con las noticias
que llegaban del Distrito Federal como resultado del movimiento del 68.
En la escuela a la que asistía la educación era
religiosa y con frecuencia Patricia Jiménez protagonizaba sendos debates con
sus maestros quienes entre otras cosas decían que “los comunistas se comían a
la gente”. Ella empezaría a trazar un sentido diferente al resto de sus
compañeras. Los debates nunca fueron motivo para ser expulsada, porque asegura
tenía suficientes argumentos frente al profesorado.
En 1976 y 1977 Oaxaca protagonizó una serie de
movimientos sociales. La Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca
conformaba ese parteaguas social y se sumó a la ola de protestas que terminaron
con el tercer mandato gubernamental depuesto por las masas en el siglo XX, esta
vez en la persona de Manuel Zárate Aquino. Patricia formaba parte de aquel
movimiento a pesar de que para entonces no era universitaria sino estudiante de
secundaria de la Corregidora.
Su vida estaría marcada por la trágica pérdida de su
madre, Bertha Alvarado Pérez, enfermera de profesión, quien fue asesinada por
un guardia de seguridad de una empresa a las puertas de su casa en la calle de
Alcalá, un 25 de marzo de 1977, apenas tenía entonces 17 años y quien días
antes le advirtió a aquella niña que “le quitaría algo que le dolería mucho”.
Después de terminar la secundaria y su carrera técnica
como secretaria, Jiménez Alvarado es contratada como secretaria de la
universidad en el departamento de Psicopedagogía, donde trabajaba durante más
de 12 horas, hasta que otras trabajadoras universitarias, entre ellas Guadalupe
Cruz Hernández, las hermanas Hilda,
Elena e Irma Scherenberg le sugieren que se afilie al sindicato, más
tarde conocería a Patricia Velásquez, Flor Cervantes y Patricia Hernández, entre
otras, que a su vez conformarían en 1979 el Comité de Defensa por la Liberación
y los Derechos de la Mujer, la mayoría integrantes del PRT.
No sólo se trataba de defender los derechos de los
trabajadores y “pelear” contra el grupo identificado como “Los Bufetos” acostumbrados
a “negociar” con el movimiento de los trabajadores, sino que como mujeres
tenían la firme convicción de luchar por sus derechos.
Así que en medio de las protestas universitarias de
aquellos difíciles años, las sindicalistas del STEUABJO sorprendieron a propios
y extraños cuando en una concentración masiva frente al edificio Antonia
Labastida desplegaron un manta demandando “Aborto libre y gratuito”, lo
anterior como una preocupación surgida a raíz de la muerte de varias
adolescentes y jóvenes sometidas a abortos en la clandestinidad.
Fue Patricia Alvarado quien en aquella ocasión tomó el
micrófono, se había aprendido de memoria su discurso en el que llamaba a las
mujeres a unirse para avanzar en sus demandas. Pero lo que se quedó en la
memoria de otras mujeres fue la demanda de despenalizar el aborto, mismo que
aseguró no debería estar en el código penal sino en la ley de salud. Pidió que
fueran las mujeres quienes decidieran sobre sus cuerpos y sus vidas. Otra
demanda desde la perspectiva de género fue la exigencia de guarderías.
Por supuesto, Patricia Jiménez no omitió decir que en
Oaxaca, las y los jóvenes estaban viviendo una era de represión y persecución
por parte del gobierno local como parte de aquella efervescencia política.
Tras el discurso las sindicalistas recibieron toda
clase de ataques de otras mujeres que
pertenecían al sindicato y compañeras universitarias que no pensaban igual en
relación con el aborto. Les gritaban prostitutas, asesinas y desgraciadas.
Ya entonces se había formado el Frente Nacional por
los Derechos y la Liberación de las Mujeres en la ciudad de México y ella con
otras universitarias habían estado presentes en aquel momento, por lo que al
volver insistieron en una asamblea sobre la necesidad de crear guarderías, no
faltó quien les recriminó que ellas por qué pedían guarderías si estaban a
favor del aborto.
Las demandas del grupo fueron escalando, exigieron que
en los comités ejecutivos de los partidos y de los sindicatos estuvieran
representadas las mujeres, la respuesta fue un rotundo no.
Con el tiempo y a pesar de la oposición existente, las
mujeres lograron que se formara una secretaría de acción femenil que posibilitó
la formación en género para que se entendieran los derechos de las mujeres y
algunos años después se concretó la solicitud de guarderías para las
trabajadoras universitarias.
Patricia Jiménez sostiene que muy pronto entendió que
la lucha de las mujeres no era contra los hombres sino que se trataba de
desarticular la desigualdad, para ello habría que organizar a las mujeres,
erradicar el machismo, la dominación patriarcal, porque aunque muchos de sus
compañeros eran “hombres de avanzada” era común conocer que muchas veces sus
parejas sufrían violencia.
Asegura que es feminista porque esta ideología de las
humanas es una lucha de las mujeres por conseguir sus derechos, espacios de
participación pública y política, eliminar la discriminación en todos los
ámbitos, incluyendo a las mismas mujeres.
Su postura política y su ferviente interés por la
igualdad social, de clase y género, la han llevado a ser una mujer perseguida,
hostigamiento que se tradujo en el despido de su trabajo, como sucedió en
Conasupo, donde era supervisora del sistema de abasto comunitario en
comunidades miahuatecas. Su reacción, junto con otras siete compañeras y
compañeros despedidos fue denunciar lo que estaba sucediendo con este sistema.
En un desplegado señalaron la mala calidad de los
productos distribuidos por Conasupo-Coplamar y en ocasiones los altos precios,
así como las deficiencias en la distribución hacia las comunidades lo que a su
vez había generado la inconformidad de muchas poblaciones. Quienes laboraban
como supervisores pretendieron intervenir a favor de las comunidades, la
respuesta fue retener sus sueldos y amenazar con despedirlos lo que se ejecutó
un tiempo después. De ahí que publicaran un desplegado responsabilizando de lo
que pudiera suceder al entonces gerente estatal de la Distribuidora Conasupo,
Elpidio Arellano Fuentes.
Su trabajo en Miahuatlán y su relación con Esaú Hernández
Altamirano, la hicieron unirse al Comité
de Defensa de los Intereses del Pueblo (CDIP)
en 1981. También se crea la Unión
de la Mujer Miahuateca. A raíz de ese
movimiento asesinan a Orfa Bohórquez Valencia, dirigente del CDIP. El mismo
Esaú Hernández fue asesinado en febrero de 2004, siendo entonces Subdelegado de
gobierno. Tanto esos crímenes, como el de su madre, no fueron aclarados.
El CDIP, añade Patricia Jiménez dio buenos resultados,
primero se terminó de alguna manera con el cacicazgo de la familia López Ramos
y se mejoró la condición de vida de una gran cantidad de habitantes de ese
municipio que habían permanecido marginados.
Esaú sufre
persecución y amenazas de muerte, por lo que tienen que salir de Oaxaca. Allí
trabajó en la UNAM, a su regreso como trabajadora de la UABJO, por consejo de
su amiga Lupe Cruz solicitó una beca para estudiar su licenciatura en Pedagogía
en la UNAM y algún tiempo después realizaría una Maestría en esa especialidad.
Con un hijo e hija y ya separada, regresó a Oaxaca y volvió a la UABJO donde
permaneció hasta jubilarse en 2008.
Patricia Jiménez Alvarado se considera una mujer de
principios. Por mucho tiempo sin renunciar nunca a pelear por sus derechos e
incluso por los de otras mujeres u hombres, desempeñó su trabajo en la
Universidad, sin embargo, durante el movimiento magisterial de 2006 no pudo
permanecer al margen y a partir del 14 de junio se une al movimiento “contra el
autoritarismo ulisista” comisionada por su propio sindicato. Fueron las mujeres que estaban en el plantón a las afueras en la
Secretaría de finanzas quienes llamaron a una marcha el 1 de agosto de ese año,
participando miles de mujeres de todos los sectores de la APPO. Al llegar al
zócalo decidieron tomar el Canal 9. “Hoy muchas que tomaron el canal lo
niegan”. Este hecho es considerado como uno de los actos más importantes del
movimiento social. El 31 de agosto, las mujeres conformaron la Coordinadora
de Mujeres Oaxaqueñas. Primero de
Agosto (COMO).
La experiencia fue difícil, pero lograron cumplir con
el cometido de “una televisión de Oaxaca” esa que antes no había, cuenta en la
larga entrevista. Pero no era sólo eso, las mujeres que participaron en el
movimiento de 2006, añade se enfrentaron al machismo de los hombres que
conformaban la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y también a la
negativa de algunas mujeres que no se asumían como feministas.
Cuando se conformó la APPO, en la dirección
provisional pidieron la representación de las mujeres, tal y como lo habían
hecho algunos años atrás para los sindicatos, esta vez les decían que no,
porque se trataba de organizaciones.
Meses más tarde, en noviembre de 2006, se forma la
dirección colectiva de la APPO y para entonces las mujeres ya estaban
organizadas en la COMO, (los hombres) aceptaron que ellas tuvieran una
representación del 30 por ciento. Patricia Jiménez es parte de la
representación por los sindicatos.
En su memoria están muy frescas las muchas marchas que
las mujeres de la COMO emprendieron en aquellos difíciles meses, la ocasión en
que frente a la Secretaría de Gobernación en la ciudad de México tomaron la
decisión de crucificarse simbólicamente en contra de la entrada de la PFP.
Durante largo tiempo, de nueva cuenta Patricia Jiménez
sufrió persecución y campañas de odio en los medios, además de la destrucción
de su vehículo y el allanamiento de su casa, pero está satisfecha de lo que las
mujeres hicieron entonces. Considera que un error fue que muchas personas
buscaran espacios políticos porque ello llevó, entre otras cosas, a la fractura
de las organizaciones que participaron en el movimiento de 2006.
En 2012 conformó junto con otras mujeres el Colectivo
de Mujeres Oaxaqueñas, su interés es mejorar la condición social de las
mujeres. Confiesa que pensó que ese viejo anhelo se concretaría con la llegada
del nuevo gobierno encabezado por Gabino Cué, sin embargo, apunta que su
organización sólo recibió 300 despensas y las mandaron al Instituto de la Mujer
Oaxaqueña para tramitar más apoyos pero eso nunca pasó, a pesar de que la
titular del IMO (Anabel López) llegó a ocupar ese cargo público como una
concesión a las mujeres que lucharon en 2006, recrimina.
Sin duda, apunta, falta mucho por hacer, trabajar en
grupo y desde el enfoque feminista. Sara Lovera lo ha dicho claramente, cuando
habla de la sororidad añade, porque mientras no tengamos claro qué significa
tomarnos de la mano, acompañarnos a pesar de nuestras diferencias es claro que
no podremos hacer nada.
Las mujeres que se empoderan hacen lo mismo que los
hombres, se les sube el poder a la cabeza, no ven a la colectividad, reproducen
la ideología patriarcal, individualista y neoliberal.
El cambio es de fondo, concluye, así que tendremos que
seguir picando piedra, con la esperanza de que un día las cosas pueden ser distintas
y ese cambio lo tenemos que seguir dando en los espacios que tenemos, en
nuestra propia vida, en la educación que le damos a nuestras hijas e hijos, en
nuestra relación con las otras mujeres, sin permitir el chisme misógino que
tanto nos daña, se necesita generar conciencia entre las niñas y los niños.
Estamos ante lo que se sembró hace más de 30 años, tal
vez 40, hay cosas que se vuelven realidad en algunos estados del país,
necesitamos que también se termine la desigualdad en Oaxaca, en sus comunidades
y para eso tenemos una herramienta fundamental la educación desde la
perspectiva de género como elemento transformador y eso incluye cambiar el lenguaje sexista y ser congruentes en nuestras actitudes en la
cotidianidad.