martes, 14 de mayo de 2013

¿Yo feminista? Flor Cervantes: el feminismo ya no es clandestino



¿Yo feminista?
Flor Cervantes: el feminismo ya no es clandestino
  • Las instituciones siguen respondiendo al poder patriarcal

Soledad JARQUÍN EDGAR
Clara, precisa, con la historia de los últimos casi 40 años en su memoria. Una historia que ayudó a construir y que la ha construido. Es Flor María Cervantes Rojas, economista por la Universidad Nacional Autónoma de México, la única mujer en su clase, que por ser mujer fue discriminada y mal vista por ser oaxaqueña, pero no se doblegó ante las presiones.
Creció en una familia numerosa y siempre efervescente. Apenas tenía 16 años y el movimiento estudiantil la llevó a los límites del conflicto universitario. Entendía bien la lucha, quería como los otros, una universidad democrática. A pesar de ser una adolescente tenía claro que la universidad debía ser popular y estaba del lado de  Felipe Martínez Soriano y del Grupo Netzahualcóyotl, por eso vio y vivió los lamentables sucesos de la represión por parte del ejército en las escuelas. Fue detenida y fichada, junto a ella estaba su madre Esperanza Rojas, permaneció sin comunicación alguna por dos días en el cuartel de los bomberos. Fueron las 48 horas más largas de su corta vida, hostigada por policías que le advertían que sería encarcelada para siempre o desaparecida. Salió con mucho miedo del angustiante encierro, pero pronto olvidó ese sentimiento.
Tan pronto estuvo fuera recibió la invitación del Partido Comunista Mexicano (PCM), ahí sintió el cobijo que le hizo falta durante los dos días de “encarcelamiento”. En el PCM se formó teóricamente y luego se mudó al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), donde para su sorpresa, las mujeres reivindicaban la liberación femenina.
Fue entonces cuando Flor María Cervantes Rojas se descubrió feminista. Para 1977 formó parte de las mujeres que conformaron el grupo Pro-liberación, entre sus tareas fue lograr la publicación de un periódico (una hoja tamaño carta) que llevaba el nombre del grupo. En los dos números que se publicaron, las militantes del PRT reivindicaban el derecho al aborto libre y gratuito, el uso de anticonceptivos y la no violencia contra las mujeres. También fue parte de la conformación del Frente Nacional por la Liberación y los Derechos de las Mujeres, junto con otras oaxaqueñas, entre ellas Irma e Hilda Sheremberg (integrantes del Sindicato de  Trabajadores y Empleados de la UABJO; Patricia Jiménez, Guadalupe Hernández y otras).
Cuando habla, Flor de María Cervantes Rojas, parece tejer el hilo de la nostalgia que al final son madejas y madejas que tejieron su historia y la historia de miles de mujeres que hoy ven como “productos naturales” de su condición de mujer y gozan de muchos derechos que antes, hace apenas unas décadas, eran incluso impronunciables.
Su vida aún adolescente se convirtió en un ir y venir entre Oaxaca y la ciudad de México, preparándose, concientizándose, entendiendo la profundidad de las diferencias y las desigualdades entre las mujeres y los hombres.
El vaivén de los recuerdos la hacen sonreír, se entusiasma como si ahora mismo estuviera pasando. Se ríe, incluso, de sus actos atrevidos, como les llamaron cuando intervinieron el sindicato universitario promoviendo los derechos de las mujeres, en específico los que tenían que ver con el cuerpo y la sexualidad, dice, luego de que “las chavas de la Revuelta (periódico feminista) les dieron un taller”.
“Entonces hablar de métodos anticonceptivos, del derecho al placer, al orgasmo era hacer algo terrible, nos tacharon de locas, de putas, era un momento de reflujo dentro del movimiento universitario, tal vez no era el momento adecuado, aún así seguimos, en las reuniones era común que los hombres se salieran, pero ellas no. Les propusimos una marcha y no hubo acuerdo con el sindicato”.
En aquellos años (1977)  de manera paralela se había creado el Grupos de Estudios sobre la Mujer Rosario Castellanos, “incluso ellas nos cuestionaban y nos decían que éramos una locas, que no sabíamos lo que estábamos haciendo y que estábamos generando una revuelta terrible”.
A pesar de los pesares en Oaxaca el feminismo era casi clandestino, tanto que cuando pretendieron acercarse a las sexoservidoras salieron corriendo, “no sabíamos entonces con quién aliarnos, con quien juntarnos, creíamos que era sólo cosa de llegar y hablar de los derechos sexuales, de los derechos laborales…”
Queríamos que nos escucharan
Recuerda que a la puerta de la casa de Guadalupe Hernández  fueron a dejar a una niña que había sido secuestrada en otra entidad. El conductor de 24 horas, Jacobo Zabludovsky, le pidió que fuera a México para una entrevista esa misma noche, Guadalupe Hernández le dijo que eran un grupo y que iría sólo si iban todas. El periodista aceptó, tomaron un avión y esa misma noche aparecieron por televisión. La anécdota es que Zabludovsky quería saber qué implicación tenían en el secuestro de la niña, entonces Guadalupe Hernández le dijo “nosotras no temenos nada que ver. Pero somos un grupo de mujeres que defendemos los derechos de las mujeres…” Fue todo, en ese momento cortaron la transmisión, dice Flor María quien sostiene que no les importaba nada, lo que querían era aprovechar el espacio y que muchas personas las escucharan y las vieran, cuenta mientras su rostro muestra una emoción que la desborda.
Por supuesto, añade, hubo represalias. Guadalupe recibió amenazas telefónicas donde le decían que si no parábamos la iban a secuestrar también.
Los tiempos cambian
Por fortuna, añade la entrevistada, los tiempos cambian, se abrieron algunos espacios y se empezó a hablar de feminismo con mayor amplitud. Nosotras nos preparamos cada día más.
Sin embargo, la represión resultado del conflicto universitario, orillaron a Flor María Cervantes a irse a la capital mexicana una vez terminada la preparatoria, donde irremediablemente buscó integrarse a grupos feministas como el que habían conformado en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales de Acatlán, también siguió en contacto con el PRT, donde conoció a muchas mujeres muy jóvenes que después se convertirían en importantes líderes como Patricia Mercado, del Grupo Autónomo de Mujeres Universitarias (GAMU); Leslie Serna, precursora del Programa de Género del Instituto Nacional de la Juventud, la desaparecida Cecilia Loría de Milenio feminista y muchas otras.
En la ENEP Acatlán fue de las formadoras del GAMU, eran apenas una veintena de mujeres que entonces promovieron desde el alumbrado en las escuelas con el fin de reducir los altos índices de violaciones contra estudiantes (se cometían hasta seis violaciones a la semana en Ciudad Universitaria) hasta mayores oportunidades para las estudiantes.
“Hacíamos encerronas los fines de semana para estudiar sobre feminismo, intercambios con otros grupos de mujeres. A veces salía como si hubiera ido a una terapia de psicoanálisis, porque el feminismo te cuestionaba, los grupos de autoconciencia fueron muy importantes, el resultado es que nos hicimos feministas de convicción”.
Los años en la capital mexicana fueron difíciles. Para estudiar Economía en la UNAM tenía que trabajar y lo hacía en la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapozalco, era delegada sindical y junto con otras mujeres se dio tiempo para crear el Foro de Mujeres Trabajadoras, las demandas eran de corte laboral y lograron que se respetara el permiso por cuidados maternos, los ascensos, la capacitación para las trabajadoras, la promoción de líderes en las delegaciones sindicales.
La voz suave de Flor Cervantes cobra autoridad mientras sigue hilvanando su formación feminista.
Fue ahí, en esos grupos donde obtuve principios feministas, conciencia social y política de la realidad, porque el feminismo es eso, te da una visión diferente, una manera de ver la vida de otra forma. Una forma de vida, donde confrontas tu vida personal con tu vida social en todos los ámbitos y nunca dejas de comprender, de estar reflexionando.
Por ejemplo, ahora estoy en el Grupo de Mujeres 8 de Marzo, colaboro con el refugio, sigo con el compromiso, se vuelve convicción, nunca te deja; en lo personal trabajo mi autonomía, me cuestionó cosas como la soledad, me doy cuenta que ahora soy una mujer fuerte, que puedo tomar decisiones…el feminismo me enseñó el camino para ser una mujer fuerte.
Decisiones de vida
Fue el feminismo, sostiene la entrevistada, la que le ayudó a definir su vida y a decidir no tener hijos. “Claro, pasé una crisis, tenía la presión de la edad, de la pareja, de la familia…pero yo quería una vida libre. Esa decisión me costó la pareja, pero cada vez me convenzo más que eso fue lo mejor que hice, porque sigo libremente, trabajo en lo que me gusta, viajo y ayudo a otras mujeres”.
El terremoto de 1985, tuvo un costo profundo en la vida de Flor María Cervantes Rojas. Amigos y gente conocida habían muerto, volvió a casa. Estaba herida también por la impunidad que seguía observando en las calles de la ciudad de México con agresiones hacia las mujeres de las cuales no estaba exenta.
En Oaxaca se incorporó al Programa de Apoyo a la Mujer Oaxaqueña, que entonces era dirigido por Beatriz Lobato; después trabajó en el Programa de Mujeres en Solidaridad y más tarde en el Programa Mujer Indígena en el Instituto Nacional Indigenista. Su mayor ilusión entonces era incluir los temas de los derechos de las mujeres, al final “no hubo ninguna posibilidad y resultó una frustración en mi vida”, dice sincera.
El gobierno, explica, veía en las mujeres su trabajo productivo. Les llevaba recursos, las organizaba y apoyaba, pero hasta ahí se quedaba todo, nadie le daba seguimiento a los programas y se convertían en un carga para ellas porque vivían preocupadas porque no sabían cómo hacer para recuperar el dinero y devolverlo al gobierno. Al final no daban resultado y el gobierno decidía desaparecer esos programas.
“En realidad esas políticas sólo buscaban ayudar a las pobrecitas mujeres, igual que ahora a través del DIF y las Cocinas Comunitarias, donde las mujeres son responsables del mantenimiento de sus familias. Lo único que les dan realmente es más trabajo y siguen reproduciendo el mismo rol, no se rompe el esquema tradicional de la función que tiene la mujer, no se da responsabilidad ni a los hombres ni al resto de la comunidad”.
Ser feminista ya no es secreto
Flor María Cervantes Rojas admite que producto de los acuerdos internacionales que México ha firmado hay políticas públicas y se creó el Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO) “pero las mujeres seguimos igual”.
De nuevo una cascada de recuerdos caen sobre su memoria: lograr esos “avances” no ha sido fácil, es resultado del movimiento de mujeres, como las emblemáticas Casa de la Mujer “Rosario Castellanos” o el Grupo de Apoyo a la Educación de la Mujer  (GAEM) formado por ella misma, y otras organizaciones.
Pero recuerda ese principio no lejano, tal vez menos de cuatro décadas, quizá 20 años, en que a muchas les resultaba difícil llamarse feminista. “Ser feministas era como un secreto, hablábamos de un movimiento de mujeres,  algunas hasta lo negaban, hoy muchas se reclaman feministas aunque no lo sean, los tiempos cambian”.
Y fue precisamente ese “movimiento de mujeres” el que impulsó la creación de un instituto para la mujer oaxaqueña, se propuso en la Primera Asamblea Estatal de Mujeres, durante la campaña política en busca de la gubernatura, elecciones de las que resultó ganador José Murat.
En ese movimiento de mujeres estaban GAEM y la Casa de la Mujer, entre otras muchas organizaciones. Inició una capacitación a través de la Coordinadora Nacional de Mujeres por un Milenio Feminista y el Foro Nacional de Mujeres y Políticas de Población, se creó la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales.
Entonces se empezó a hablar de la feminización de la pobreza en Oaxaca, de la ciudadanía de las mujeres, de los mecanismos institucionales, de la participación política de las mujeres, de la violencia, de los derechos sexuales y reproductivos y empezamos a definir quién trabajaba qué para elaborar una agenda política de las mujeres (1998).
Hicimos alianzas entre mujeres, también un frente importante que ahora resulta imposible de hacer. Tomamos acuerdos comunes, propusimos además de la creación del IMO, que hubiera una Comisión de Equidad y Género en la Cámara de Diputados (la primera diputada en ese cargo fue la priista María de las Nieves García Fernández), las agencias especializadas en delitos sexuales y planteamos con claridad la cuota de género, entonces del 70-30.
Dos años después, recuerda Cervantes Rojas se creó el Movimiento Amplio de Mujeres (MAN) y nos sentamos con Murat para proponerle una terna y la negociación a la que llegamos es que en el Consejo Consultivo del IMO estarían Maru Mata, Ximena Avellaneda y otras. Finalmente el gobernador decidió que fuera Norma Reyes, hubo trabajo se creó una propuesta del programa estatal de la mujer pero este esfuerzo se diluyó muy pronto, para 2003 ya no tuvimos diálogo con el IMO, “ya no nos tomaban en cuenta”.


Un movimiento sin agallas
Flor Cervantes tiene una mirada dulce en general, se muestra tranquila, ecuánime, pero está molesta, siente “mucha impotencia”, explica porque no hay en Oaxaca un movimiento de mujeres que ayude realmente a presionar a las instancias de gobierno. Aunque reconoce que se han logrado avances en materia legislativa, en la participación política de las mujeres, en la misma creación del IMO y la Subprocuraduría para atender los delitos de género contra la mujer, “no hay un movimiento que esté vigilando y dé seguimiento a lo que hacen esas instituciones, las leyes no se aplican y las instituciones no funcionan, son una total burocracia y me parece que hace falta una conciencia de género en las mujeres que están representadas ahí”.
Por ejemplo, cita que cuando Norma Reyes fue directora del IMO se le exigió que tuviera perspectiva de género, sensibilidad para con las mujeres. Estuvimos ahí sin quitar el dedo del renglón. Ahora que hay una mujer nombrada por las “asociaciones civiles” (Anabel López) nadie sabe qué hace, cómo trabaja, cómo toma las decisiones y lo mismo pasa con la subprocuradora Ileana Hernández, que indudablemente también fue una propuesta de las organizaciones desde los tiempos de Murat.
“Deberían saber que no es voluntad política lo que hace que esto avance, sino la presión de las mujeres que han visto en su realidad o en el imaginario que es posible un mundo mejor. Por eso me siento impotente”, señala al tiempo que asegura que otro grave problema para las que están en los puestos de decisión “es que no deciden nada, todo lo tienen que consultar, quien decide está más arriba de ellas y es muchas veces el propio gobernador, es mentira que tienen libertad”.
Sin duda, plantea la economista feminista, es en el gobierno donde se puede observar con claridad “todo el poder masculino, el patriarcado y las dificultades que las mujeres tenemos para acceder a ese poder de decisiones y mientras ellas no tomen las decisiones lo que vemos es una simulación”.
Cervantes Rojas dice que se alejó del movimiento de mujeres feministas por convicción propia, “no quiero ser parte de lo que ahora sucede”, dice y explica que sigue trabajando por su cuenta, con autonomía, “donde esté seguiré defendiendo a capa y espada los derechos de las mujeres”.
El movimiento feminista en Oaxaca no se ha renovado. Las jóvenes no salen a la calle, aunque hay un increíble potencial, lo que vemos son uno que otro grupo, pero aún es reducido, dice esta mujer que a los 16 años tomó la calle para defender la universidad popular y a esa edad sufrió amenazas y encarcelamiento.
Explica que en los talleres se ha podido dar cuenta que hay un potencial impresionante, pero se necesita mucho para que esas nuevas generaciones se comprometan de verdad a luchar contra la corrupción, el machismo, el acoso, la violencia.
Los recuerdos de Flor Cervantes están hilvanados en su piel morena, en su abundante cabellera, en el tejido de su impecable huipil, en los entresijos de su memoria y la cotidianidad de su vida como feminista. Ella es la niña trasgresora de 16 años que tomó la calle para defender la universidad pública, joven sindicalista y eterna  feminista…