¿Yo feminista?
Flor Cervantes: el
feminismo ya no es clandestino
- Las instituciones siguen respondiendo al poder patriarcal
Soledad JARQUÍN EDGAR
Clara, precisa, con la historia de los últimos casi 40 años
en su memoria. Una historia que ayudó a construir y que la ha construido. Es
Flor María Cervantes Rojas, economista por la Universidad Nacional Autónoma de
México, la única mujer en su clase, que por ser mujer fue discriminada y mal
vista por ser oaxaqueña, pero no se doblegó ante las presiones.
Creció en una familia numerosa y siempre efervescente.
Apenas tenía 16 años y el movimiento estudiantil la llevó a los límites del
conflicto universitario. Entendía bien la lucha, quería como los otros, una
universidad democrática. A pesar de ser una adolescente tenía claro que la
universidad debía ser popular y estaba del lado de Felipe Martínez Soriano y del Grupo
Netzahualcóyotl, por eso vio y vivió los lamentables sucesos de la represión
por parte del ejército en las escuelas. Fue
detenida y fichada, junto a ella estaba su madre Esperanza Rojas, permaneció
sin comunicación alguna por dos días en el
cuartel de los bomberos. Fueron las 48 horas más largas de su corta vida,
hostigada por policías que le advertían que sería encarcelada para siempre o
desaparecida. Salió con mucho miedo del angustiante encierro, pero pronto
olvidó ese sentimiento.
Tan pronto estuvo fuera recibió la invitación del Partido
Comunista Mexicano (PCM), ahí sintió el cobijo que le hizo falta durante los
dos días de “encarcelamiento”. En el PCM se formó teóricamente y luego se mudó
al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), donde para su sorpresa,
las mujeres reivindicaban la liberación femenina.
Fue entonces cuando Flor María Cervantes Rojas se descubrió
feminista. Para 1977 formó parte de las mujeres que conformaron el grupo
Pro-liberación, entre sus tareas fue lograr la publicación de un periódico (una
hoja tamaño carta) que llevaba el nombre del grupo. En los dos números que se
publicaron, las militantes del PRT reivindicaban el derecho al aborto libre y
gratuito, el uso de anticonceptivos y la no violencia contra las mujeres.
También fue parte de la conformación del Frente Nacional por la Liberación y
los Derechos de las Mujeres, junto con otras oaxaqueñas, entre ellas Irma e Hilda
Sheremberg (integrantes del Sindicato de
Trabajadores y Empleados de la UABJO; Patricia Jiménez, Guadalupe
Hernández y otras).
Cuando habla, Flor de María Cervantes Rojas, parece tejer el
hilo de la nostalgia que al final son madejas y madejas que tejieron su
historia y la historia de miles de mujeres que hoy ven como “productos
naturales” de su condición de mujer y gozan de muchos derechos que antes, hace
apenas unas décadas, eran incluso impronunciables.
Su vida aún adolescente se convirtió en un ir y venir entre
Oaxaca y la ciudad de México, preparándose, concientizándose, entendiendo la
profundidad de las diferencias y las desigualdades entre las mujeres y los
hombres.
El vaivén de los recuerdos la hacen sonreír, se entusiasma
como si ahora mismo estuviera pasando. Se ríe, incluso, de sus actos atrevidos,
como les llamaron cuando intervinieron el sindicato universitario promoviendo
los derechos de las mujeres, en específico los que tenían que ver con el cuerpo
y la sexualidad, dice, luego de que “las chavas de la Revuelta (periódico
feminista) les dieron un taller”.
“Entonces hablar de métodos anticonceptivos, del derecho al
placer, al orgasmo era hacer algo terrible, nos tacharon de locas, de putas,
era un momento de reflujo dentro del movimiento universitario, tal vez no era
el momento adecuado, aún así seguimos, en las reuniones era común que los
hombres se salieran, pero ellas no. Les propusimos una marcha y no hubo acuerdo
con el sindicato”.
En aquellos años (1977)
de manera paralela se había creado el Grupos de Estudios sobre la Mujer
Rosario Castellanos, “incluso ellas nos cuestionaban y nos decían que éramos
una locas, que no sabíamos lo que estábamos haciendo y que estábamos generando
una revuelta terrible”.
A pesar de los pesares en Oaxaca el feminismo era casi
clandestino, tanto que cuando pretendieron acercarse a las sexoservidoras
salieron corriendo, “no sabíamos entonces con quién aliarnos, con quien
juntarnos, creíamos que era sólo cosa de llegar y hablar de los derechos
sexuales, de los derechos laborales…”
Queríamos que nos escucharan
Recuerda que a la puerta de la casa de Guadalupe
Hernández fueron a dejar a una niña que
había sido secuestrada en otra entidad. El conductor de 24 horas, Jacobo
Zabludovsky, le pidió que fuera a México para una entrevista esa misma noche,
Guadalupe Hernández le dijo que eran un grupo y que iría sólo si iban todas. El
periodista aceptó, tomaron un avión y esa misma noche aparecieron por
televisión. La anécdota es que Zabludovsky quería saber qué implicación tenían
en el secuestro de la niña, entonces Guadalupe Hernández le dijo “nosotras no
temenos nada que ver. Pero somos un grupo de mujeres que defendemos los
derechos de las mujeres…” Fue todo, en ese momento cortaron la transmisión,
dice Flor María quien sostiene que no les importaba nada, lo que querían era
aprovechar el espacio y que muchas personas las escucharan y las vieran, cuenta
mientras su rostro muestra una emoción que la desborda.
Por supuesto, añade, hubo represalias. Guadalupe recibió
amenazas telefónicas donde le decían que si no parábamos la iban a secuestrar
también.
Los tiempos cambian
Por fortuna, añade la entrevistada, los tiempos cambian, se
abrieron algunos espacios y se empezó a hablar de feminismo con mayor amplitud.
Nosotras nos preparamos cada día más.
Sin embargo, la represión resultado del conflicto
universitario, orillaron a Flor María Cervantes a irse a la capital mexicana
una vez terminada la preparatoria, donde irremediablemente buscó integrarse a
grupos feministas como el que habían conformado en la Escuela Nacional de
Estudios Profesionales de Acatlán, también siguió en contacto con el PRT, donde
conoció a muchas mujeres muy jóvenes que después se convertirían en importantes
líderes como Patricia Mercado, del Grupo Autónomo de Mujeres Universitarias
(GAMU); Leslie Serna, precursora del Programa de Género del Instituto Nacional
de la Juventud, la desaparecida Cecilia Loría de Milenio feminista y muchas
otras.
En la ENEP Acatlán fue de las formadoras del GAMU, eran apenas una veintena de mujeres que entonces promovieron desde el alumbrado en las escuelas con el
fin de reducir los altos índices de violaciones contra estudiantes (se cometían
hasta seis violaciones a la semana en Ciudad Universitaria) hasta mayores
oportunidades para las estudiantes.
“Hacíamos encerronas los fines de semana para estudiar sobre
feminismo, intercambios con otros grupos de mujeres. A veces salía como si
hubiera ido a una terapia de psicoanálisis, porque el feminismo te cuestionaba,
los grupos de autoconciencia fueron muy importantes, el resultado es que nos
hicimos feministas de convicción”.
Los años en la capital mexicana fueron difíciles. Para
estudiar Economía en la UNAM tenía que trabajar y lo hacía en la Universidad
Autónoma Metropolitana Azcapozalco, era delegada sindical y junto con otras
mujeres se dio tiempo para crear el Foro de Mujeres Trabajadoras, las demandas
eran de corte laboral y lograron que se respetara el permiso por cuidados
maternos, los ascensos, la capacitación para las trabajadoras, la promoción de
líderes en las delegaciones sindicales.
La voz suave de Flor Cervantes cobra autoridad mientras
sigue hilvanando su formación feminista.
Fue ahí, en esos grupos donde obtuve principios feministas,
conciencia social y política de la realidad, porque el feminismo es eso, te da
una visión diferente, una manera de ver la vida de otra forma. Una forma de
vida, donde confrontas tu vida personal con tu vida social en todos los ámbitos
y nunca dejas de comprender, de estar reflexionando.
Por ejemplo, ahora estoy en el Grupo de Mujeres 8 de Marzo,
colaboro con el refugio, sigo con el compromiso, se vuelve convicción, nunca te
deja; en lo personal trabajo mi autonomía, me cuestionó cosas como la soledad,
me doy cuenta que ahora soy una mujer fuerte, que puedo tomar decisiones…el
feminismo me enseñó el camino para ser una mujer fuerte.
Decisiones de vida
Fue el feminismo, sostiene la entrevistada, la que le ayudó
a definir su vida y a decidir no tener hijos. “Claro, pasé una crisis, tenía la
presión de la edad, de la pareja, de la familia…pero yo quería una vida libre.
Esa decisión me costó la pareja, pero cada vez me convenzo más que eso fue lo
mejor que hice, porque sigo libremente, trabajo en lo que me gusta, viajo y
ayudo a otras mujeres”.
El terremoto de 1985, tuvo un costo profundo en la vida de
Flor María Cervantes Rojas. Amigos y gente conocida habían muerto, volvió a
casa. Estaba herida también por la impunidad que seguía observando en las
calles de la ciudad de México con agresiones hacia las mujeres de las cuales no
estaba exenta.
En Oaxaca se incorporó al Programa de Apoyo a la Mujer
Oaxaqueña, que entonces era dirigido por Beatriz Lobato; después trabajó en el
Programa de Mujeres en Solidaridad y más tarde en el Programa Mujer Indígena en
el Instituto Nacional Indigenista. Su mayor ilusión entonces era incluir los
temas de los derechos de las mujeres, al final “no hubo ninguna posibilidad y
resultó una frustración en mi vida”, dice sincera.
El gobierno, explica, veía en las mujeres su trabajo
productivo. Les llevaba recursos, las organizaba y apoyaba, pero hasta ahí se
quedaba todo, nadie le daba seguimiento a los programas y se convertían en un
carga para ellas porque vivían preocupadas porque no sabían cómo hacer para
recuperar el dinero y devolverlo al gobierno. Al final no daban resultado y el
gobierno decidía desaparecer esos programas.
“En realidad esas políticas sólo buscaban ayudar a las
pobrecitas mujeres, igual que ahora a través del DIF y las Cocinas
Comunitarias, donde las mujeres son responsables del mantenimiento de sus
familias. Lo único que les dan realmente es más trabajo y siguen reproduciendo
el mismo rol, no se rompe el esquema tradicional de la función que tiene la
mujer, no se da responsabilidad ni a los hombres ni al resto de la comunidad”.
Ser feminista ya no es secreto
Flor María Cervantes Rojas admite que producto de los
acuerdos internacionales que México ha firmado hay políticas públicas y se creó
el Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO) “pero las mujeres seguimos igual”.
De nuevo una cascada de recuerdos caen sobre su memoria:
lograr esos “avances” no ha sido fácil, es resultado del movimiento de mujeres,
como las emblemáticas Casa de la Mujer “Rosario Castellanos” o el Grupo de
Apoyo a la Educación de la Mujer (GAEM) formado por ella misma, y otras organizaciones.
Pero recuerda ese principio no lejano, tal vez menos de
cuatro décadas, quizá 20 años, en que a muchas les resultaba difícil llamarse
feminista. “Ser feministas era como un secreto, hablábamos de un movimiento de
mujeres, algunas hasta lo negaban, hoy
muchas se reclaman feministas aunque no lo sean, los tiempos cambian”.
Y fue precisamente ese “movimiento de mujeres” el que
impulsó la creación de un instituto para la mujer oaxaqueña, se propuso en la
Primera Asamblea Estatal de Mujeres, durante la campaña política en busca de la
gubernatura, elecciones de las que resultó ganador José Murat.
En ese movimiento de mujeres estaban GAEM y la Casa de la
Mujer, entre otras muchas organizaciones. Inició una capacitación a través de
la Coordinadora Nacional de Mujeres por un Milenio Feminista y el Foro Nacional
de Mujeres y Políticas de Población, se creó la Red Nacional de Promotoras y
Asesoras Rurales.
Entonces se empezó a hablar de la feminización de la pobreza
en Oaxaca, de la ciudadanía de las mujeres, de los mecanismos institucionales,
de la participación política de las mujeres, de la violencia, de los derechos
sexuales y reproductivos y empezamos a definir quién trabajaba qué para
elaborar una agenda política de las mujeres (1998).
Hicimos alianzas entre mujeres, también un frente importante
que ahora resulta imposible de hacer. Tomamos acuerdos comunes, propusimos
además de la creación del IMO, que hubiera una Comisión de Equidad y Género en
la Cámara de Diputados (la primera diputada en ese cargo fue la priista María
de las Nieves García Fernández), las agencias especializadas en delitos
sexuales y planteamos con claridad la cuota de género, entonces del 70-30.
Dos años después, recuerda Cervantes Rojas se creó el
Movimiento Amplio de Mujeres (MAN) y nos sentamos con Murat para proponerle una
terna y la negociación a la que llegamos es que en el Consejo Consultivo del
IMO estarían Maru Mata, Ximena Avellaneda y otras. Finalmente el gobernador
decidió que fuera Norma Reyes, hubo trabajo se creó una propuesta del programa
estatal de la mujer pero este esfuerzo se diluyó muy pronto, para 2003 ya no
tuvimos diálogo con el IMO, “ya no nos tomaban en cuenta”.
Un movimiento sin agallas
Flor Cervantes tiene una mirada dulce en general, se muestra
tranquila, ecuánime, pero está molesta, siente “mucha impotencia”, explica
porque no hay en Oaxaca un movimiento de mujeres que ayude realmente a
presionar a las instancias de gobierno. Aunque reconoce que se han logrado
avances en materia legislativa, en la participación política de las mujeres, en
la misma creación del IMO y la Subprocuraduría para atender los delitos de
género contra la mujer, “no hay un movimiento que esté vigilando y dé
seguimiento a lo que hacen esas instituciones, las leyes no se aplican y las
instituciones no funcionan, son una total burocracia y me parece que hace falta
una conciencia de género en las mujeres que están representadas ahí”.
Por ejemplo, cita que cuando Norma Reyes fue directora del
IMO se le exigió que tuviera perspectiva de género, sensibilidad para con las
mujeres. Estuvimos ahí sin quitar el dedo del renglón. Ahora que hay una mujer
nombrada por las “asociaciones civiles” (Anabel López) nadie sabe qué hace,
cómo trabaja, cómo toma las decisiones y lo mismo pasa con la subprocuradora
Ileana Hernández, que indudablemente también fue una propuesta de las
organizaciones desde los tiempos de Murat.
“Deberían saber que no es voluntad política lo que hace que
esto avance, sino la presión de las mujeres que han visto en su realidad o en
el imaginario que es posible un mundo mejor. Por eso me siento impotente”,
señala al tiempo que asegura que otro grave
problema para las que están en los puestos de decisión “es que no deciden nada,
todo lo tienen que consultar, quien decide está más arriba de ellas y es muchas
veces el propio gobernador, es mentira que tienen libertad”.
Sin duda, plantea la economista feminista, es en el gobierno
donde se puede observar con claridad “todo el poder masculino, el patriarcado y
las dificultades que las mujeres tenemos para acceder a ese poder de decisiones
y mientras ellas no tomen las decisiones lo que vemos es una simulación”.
Cervantes Rojas dice que se alejó del movimiento de mujeres
feministas por convicción propia, “no quiero ser parte de lo que ahora sucede”,
dice y explica que sigue trabajando por su cuenta, con autonomía, “donde esté
seguiré defendiendo a capa y espada los derechos de las mujeres”.
El movimiento feminista en Oaxaca no se ha renovado. Las
jóvenes no salen a la calle, aunque hay un increíble potencial, lo que vemos
son uno que otro grupo, pero aún es reducido, dice esta mujer que a los 16 años
tomó la calle para defender la universidad popular y a esa edad sufrió amenazas
y encarcelamiento.
Explica que en los talleres se ha podido dar cuenta que hay
un potencial impresionante, pero se necesita mucho para que esas nuevas
generaciones se comprometan de verdad a luchar contra la corrupción, el
machismo, el acoso, la violencia.
Los recuerdos de Flor Cervantes están hilvanados en su piel
morena, en su abundante cabellera, en el tejido de su impecable huipil, en los
entresijos de su memoria y la cotidianidad de su vida como feminista. Ella es
la niña trasgresora de 16 años que tomó la calle para defender la universidad
pública, joven sindicalista y eterna
feminista…