Esquizofrenia
política, gobierno surrealista
Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Hace casi año y medio en un suceso inédito mas no
extraño, Oaxaca por fin alcanzó la tan anhelada derrota del PRI, las urnas
lograron lo que no pudo todo un movimiento social de gran envergadura que hizo
salir a la calle multitudes sublevadas, que estallaron en repudio y hartazgo
frente a un gobierno cínico, autoritario, corrupto, impune, prepotente y cada
vez más abusivo en el uso de la fuerza y la sistemática violación a los derechos
fundamentales de la población.
Este movimiento profuso mereció la atención de todo
el país y fincó su fuerza en la difusión internacional. Oaxaca y la APPO fueron
conocidos en todo el mundo, generando simpatía y hasta adhesiones de grupos
declarados en permanente resistencia civil; así con la atención noticiosa de
los medios de comunicación que manifestaban loas a la insurrección y
cuestionaban la aberrante actuación del oscuro gobernador.
En estas condiciones, los líderes appistas –algunos
ya famosos- confiados, convocaban al pueblo a salir casi triunfante, que enardecido
gritaba ¡ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó!
Pero no cayó, a pesar de cualquier pronóstico, se
quedó, indultado por el gobierno federal panista que mediante maniobras
político represivas, no solo impuso su permanencia lacerante, lo hizo
fortaleciendo el nefasto cacicazgo de Ruíz Ortiz, mediante la excesiva fuerza
policiaca, la represión generalizada y el encarcelamiento selectivo.
Por eso es que la alternancia electoral en esas
condiciones no resultó extraña, llegó
como consecuencia lógica, bien aprovechada ante el inminente reclamo social de
cambio; tal vez habría quien cuestionara esa indina alianza entre la derecha y
la izquierda, pero la euforia social le restó importancia a la ausencia de
proyecto político, hasta los personajes más renuentes y las indóciles
organizaciones no gubernametales sucumbieron al señuelo del cambio sin
garantía.
No hay duda que la alternancia en Oaxaca fue
legítima, como lo es la demanda urgente y enérgica de una verdadera transición
democrática. Las cuotas a los partidos políticos coaligados, la falta de acuerdos claros en la agenda
pública, la ausencia de rumbo político, el exceso de personal burocrático y sus
exuberantes pretensiones, la deserción en convenios y pactos con todos los
sectores sociales, el excesivo protagonismo y culto a la personalidad, el abuso
arbitrario en el ejercicio del decreto, el autoritarismo disfrazado de poder
ciudadano, la invasión constante al poder legislativo, la falta de acciones que
redunde en bienestar ciudadano; esto y mucho más implica desactivar una a una
las expectativas ciudadanas, las del cambio.
Esta condición de ingobernabilidad se explica
palmariamente en la exigua formación teleológica del gobernador Gabino Cué Monteagudo,
iniciado en los principios del PRI, como pupilo del otrora gobernador priista,
Diódoro Carrasco Altamirano; quien lo
moldea alineándolo incluso en sus resentimientos y revanchas hacia su sucesor
José Murat.
Carrasco Altamirano, ya en el PAN instruye a su pupilo para seguir
con un apéndice en Oaxaca mientras el fortalece su presencia política en la
capital del país. Gabino Cué, resulta hibrido políticamente en cuanto a su
identidad partidaria, mas no en relación a sus lealtades. Teje una buena amistad
con López Obrador desde su primera campaña por Convergencia, pero siempre en
todas las elecciones en que participa esta la mano de su maestro y jefe
político, que desde el PAN resuelve las alianzas más aberrantes -hay que recordar
que López Obrador descartó las coaliciones de la izquierda con el PAN en todos
los estados del país, salvándose con su venia precisamente la de Oaxaca-.
Esta actuación política, tiene al gobernador Cué en
un estado crítico de esquizofrenia política que le impide darle rumbo cierto a
su actuación pública poniendo en jaque inclusive a su gabinete, tanto de sepa
panista como del PRD, PT y Movimiento
Ciudadano.
La situación se agravó cuando su mano derecha, que
responde a AMLO, Benjamina Robles, busca la candidatura al senado al igual que
Diódoro Carrasco, a quien le tiene que demostrar sus lealtades con hechos. La
conducta del gobernador se desquicia, para convencerlo tiene que demostrar con actos
que ya no responde a los amores de AMLO. Así comienza el doble papel,
insostenible, debe dejar claro su incondicionalidad a Carrasco Altamirano,
zanjeando las cercanías con lo que huela a AMLO y sus seguidores; por lo pronto
pidió la renuncia de funcionarios recomendados y habilitados por Robles Montoya,
aduciendo que no permitiría que desde estos cargos se impulse al ahora candidato
de las izquierdas al Senado. Según se ve también seguirán el mismo fin algunas organizaciones
sociales, con quien “negociaba” directamente.
Los coletazos que arremete Cué en el delirio
esquizofrénico, lo conminan a acciones desesperadas, que hacen parecer cada vez
más a este gobierno del cambio como surrealista –raro, romántico, sin
contundencia- un gobierno que va en vaivén y no acaba de determinar hacia donde
se mueve, para dónde y con quién.
López López…
papelón
Manuel de Jesús López López, titular de la
Procuraduría General de Justicia del Estado, declaró ampulosamente hace algunos
días que en Oaxaca los homicidios han
disminuido, lo mismo que el secuestro; dice también tramposamente que la
Subprocuraduría de Atención a Delitos de Alto Impacto ha conocido menos delitos
que el año pasado; el señor no considera que la ciudadanía está completamente
desalentada y no denuncia por considerar que no sirve de nada y en cuanto al
secuestro es obvio que no se da cuenta a la procuraduría.
Afirmar que se tienen logros en materia de
seguridad y certeza jurídica, y precisar que solo en los llamados delitos de
alto impacto, no abona en mucho a la credibilidad del gobierno del estado, la
ciudadanía está esperando reconciliarse con su vida diaria, y francamente está
declaración ofende primero por destacar en su informe inequidad de las acciones
que solo se dirigen a los sectores de “trascendencia” y segundo por la mediatización inaudita de informes
evidentemente manipulados.
¿El procurador López López no considerara de alto
impacto el asesinato de 117 mujeres en territorio oaxaqueño? Pasa por alto esa
declaración fugaz del gobernador de que este año sería el de la NO violencia
contra las mujeres. Habrá que recordarles que el feminicidio es la violencia
extrema contra las mujeres, promovida y agravada por la permisión explícita o
implícita del Estado. Ahí están los registros de las asesinadas y también
sabemos de ellas, las desaparecidas.
Queremos resultados tangibles que garanticen la seguridad y tranquilidad de las oaxaqueñas.