lunes, 7 de marzo de 2011

Mujeres y política No se nace mujer…

Soledad JARQUIN EDGAR

¿Podemos imaginar el mundo en que vivían las mujeres hace 200 años? Sí, es simple, su condición era secundaria en todo sentido. Sus derechos económicos-laborales, políticos, culturales y sociales simple y sencillamente no existían, menos aún era posible imaginar que tuvieran derecho a decidir sobre sus cuerpos y era impensable “una vida libre de violencia”, hoy hay un avance sustancial, al menos se nombran esos derechos, incluso hay quienes afirman que ya “estamos del otro lado”, pero la realidad es otra, algo así como el vaso medio lleno o medio vacío.

Este martes 8 de marzo, en buena parte del mundo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, acto de reflexión que impulsaron muy diversas mujeres en el mundo cuya característica principal era, sin duda alguna, la de ser mujeres de avanzada, de la izquierda verdadera que luchaban contra la subordinación y la marginación de las mujeres desde la reivindicación de los derechos laborales y políticos.

Sus nombres han sido sacadas poco a poco del polvo que curiosamente cubre la historia de las mujeres: Christine de Pizan, Poullain de la Barre, Olimpia de Guoges, Mary Wollstonecraft, Elizabeth Cady Stanton, Lucretia Mott, Harriet Taylor Mill, Emma Paterson, Flora Tristán, Clara Campoamor, Huda Sha’ raoui, Clara Zetkin, Rosa de Luxemburgo, Emmeline Pankhurst , Lucretia Mott, Lucy Stone, Elizabeth Cady Stanton, Susan B. Anthony, Simone de Beauvoir y Betty Friedan, por mencionar algunas, que lucharon por los derechos ciudadanos, laborales y económicos en Europa, África y Estados Unidos.

En México, la historia no es reciente tampoco, desde la época de la Independencia las mujeres demandaron sus derechos, como quizá lo hicieron las indias colonizadas obligadas a relaciones sexuales con los conquistadores, violadas pues; en la construcción de la nueva nación las mujeres han elevado sus voces para demandar su participación en la vida pública y a principios del siglo pasado destacan nombres como los de Juana Belén Gutiérrez, Dolores Correa Zapata, Columba Rivera, Hermila Galindo, Elvia Carrillo, Consuelo Zavala, Dominga Canto, Adolfina Valencia de Ávila, María Luisa Flota, Beatriz Peniche, Amalia Gómez, Piedad Carrillo Gil, Isolina Pérez Castillo, Elena Osorio, Fidelia González, Candelaria Villanueva, Lucrecia y Adriana Badillo, Rosina Magaña y Consuelo Andrade y muchas, muchas mujeres más que incansables lucharon por el reconocimiento de esa ciudadanía aún regateada en México y que nos revela las visibles huellas de la desigualdad y la exclusión que sigue costando la vida de miles de mexicanas.

Por eso se dice, con toda razón, que el Día Internacional de la Mujer, no es un acto festivo, se trata de un día que busca convocar a las mujeres y hombres a reflexionar sobre la importancia de la igualdad en derechos, no sólo puestos en leyes, sino también en la práctica cotidiana, lejos de la burocratización del género y esa supuestas políticas públicas que de tan vacías resultan la repartición de dádivas para más de la mitad de la población (como se muestra en el Censo de Población 2010) pero que al final no resuelven el problema social de la diferencia del nacer mujer en este país.

Sin duda, falta mucho por hacer –ese es el vaso medio vacío- para desmontar el entramado del patriarcado que es violento a todas luces en la vida de todas las mujeres. El resultado más evidente es la violencia que sigue provocando asesinatos, la violencia física y emocional que también deriva en suicidios de mujeres, porque no existe una real justicia para ellas. Todavía hay jueces y juezas que creen que es su deber proteger a la familia como institución y niegan los divorcios necesarios, aún cuando esto represente toda clase de humillaciones para las mujeres y como lamentablemente hemos visto, algunas terminan siendo asesinadas por sus parejas. Hay quienes todavía creen que lo que sucede dentro del hogar se debe resolver ahí mismo, pero bien dicen las feministas “lo privado es público” y la violencia contra las mujeres es un asunto público, de ahí que corresponda a las instituciones brindar toda clase de mecanismos para resarcir los daños y castigar a los agresores. Pero luego resulta que los agresores, incluso los que niegan pensiones a sus hijos e hijas, son funcionarios en primera línea.

Reitero, el vaso medio vacío, se vacía más cuando vemos que todavía hay autoridades médicas que se niegan a reconocer –por ejemplo- la inmediata necesidad de contar con un hospital exclusivo para atender a las mujeres y en cambio afirman que ya se redujeron las cifras por enfermedades “propias” de las mujeres ¿De verdad?

Y de la otra justicia ni hablamos, las cifras de feminicidio en este país como la violencia sexual son escalofriantes y grotescas, pero las autoridades están en otra lucha por orden de Felipe “El Valiente” Calderón. Ellos están en lo suyo, y ahí en esa guerra interna las mujeres también llevan la de perder, al menos 30 por ciento de las víctimas, las que estaban en lugares y momentos equivocados son, sí, adivinó, mujeres. Hoy, me dice una querida amiga feminista con la supuesta lucha de Felipe Calderón contra el narcotráfico, ya no se sabe ni quien ataca, como sucede en los centros de diversión a donde acuden las y los jóvenes en Monterrey, en Tampico, en Guadalajara y en muchos otros sitios y cuyas noticias no se dan para “proteger” a las víctimas que son violadas y otros muchachos asesinados. ¿Quién fue? Nadie lo sabe, pudo ser cualquier resentido.

Equiparo esta violencia con la violencia sexual que todos los días sabemos se comete contra niñas y niños en las escuelas de Oaxaca por parte de “elementos” de la Sección 22 y de otras instancias, como el directivo que grabó a sus compañeras maestras en el baño y cuyas denuncias terminan hechas bolas en alguna dependencia de gobierno, porque ellos no reciben ningún castigo, basta, dice el SNTE Sección 22, con cambiarlos de escuela. Lo mismo que sucede en Oaxaca con las denuncias contra algún sacerdote que no paso de eso y que la intimidación llega a tanto que la niña violada se quedó sin justicia alguna.

Hay mucho todavía por hacer para que en Oaxaca, por ejemplo, las mujeres indígenas alcancen la igualdad. En ellas se concentra el más alto rezago de analfabetismo, las muertes por cánceres femeninos y muerte materna, la desigualdad social que provoca diferencia, la violencia machista y sexual que pulula en sus comunidades muchas veces bajo el velo “protector” de los usos y costumbres.

Si, las mujeres queremos el vaso medio lleno, no tan vacío y reconocemos los avances, tenemos algunas leyes pero falta concretar mucho en materia legislativa, como echar para atrás las reformas que llevaron a reconocer la personalidad jurídica del no nacido sobre los derechos de las mujeres. El aborto legal merece seguir poniendo el dedo en el renglón, como un derecho a decidir de las mujeres, aunque lamentablemente con el reparto de cuotas del gobierno democrático de Oaxaca –por ejemplo- parece que ya se olvidó.

El 8 de marzo hay que hablar sobre las mujeres y sus derechos y valorar hasta donde hemos llegado, pero cuando lo haga piense en todas las mujeres que conoce, en las que trabajan con usted y en cómo ha sido su vida; en las estudiantes que todavía son acosadas por los maestros y compañeros de clase; en las profesionistas y funcionarias que reciben menos sueldo que sus compañeros de trabajo; en las sindicalistas que siguen esperando que se reconozcan sus derechos como mujeres, piense en todas, pero en especial piense en las mujeres indígenas. Entonces vemos que todavía el vaso está vacío y que efectivamente no se nace mujer, se llega a serlo, como planteaba Simone de Beauvoir, hace más de 60 años.

http://caracolasfem.blogspot.com