miércoles, 30 de octubre de 2013

Las Caracolas Aniversario 15, Pag. 12


60 años del voto de las mujeres
De la protesta a la propuesta.

Mtra. Laura Susana Chía Pérez*
Han transcurrido 60 años (octubre de 1953) de que se estableció el sufragio femenino como un derecho político que habilita a la mujer en el ejercicio pleno de votar y ser votada además de promover la necesaria e incluyente participación femenina dentro del poder político de su comunidad.
El logro del sufragio femenino, fruto de una voluntad político-institucional en el México de aquel entonces luego de presiones viniendo de países occidentales así como de una presión de las mujeres por la ciudadanía, lucha que enfrentaron por acceder a un estatus democrático inclusivo -largo y duro proceso que bien vale reconocer y fue el bastión fundamental y primer objetivo del movimiento feminista (Camacho Ortiz, Dulce Alejandra, 2009)- vino a contribuir en la construcción simbólica de ciudadanía desde una –aunque parcial- visión de equidad de género, así, la incursión de las mujeres en los espacios políticos fue y ha sido sin duda una conquista valiosa en tanto que la coloca en el espacio político público (la visibiliza, entre bienes y males) antes cultivado, organizado, regulado, normado, fomentado y manejado en concesión exclusiva por el y para el poder masculino o mejor dicho por una dominación patriarcal absoluta, conservadora de ayer y neo-conservadora colonialista de hoy.
Esta afortunada incursión de mujeres en la vida pública y política actuó desde el principio  a contracorriente y oponiendo resistencia a la lógica cultural de la tradición, confrontando los estereotipos conservadores de género, cuestionando la desvalorización social de lo femenino y el igualitarismo de origen que niega diferencias específicas, el papel asignado a las mujeres en los partidos políticos, etc.
No obstante el hecho de que el estado en aras de fortalecer un estado democrático ha tutelado los derechos políticos de las mujeres buscando la equidad e igualdad real entre mujeres y hombres existe un desequilibrio real en la representación política, una sub-representación de las mujeres en cargos de elección popular a pesar de que –ellas- representan el 51.2 % de la población mundial y el 51.7% del padrón electoral en México. Esto quiere decir que el estado no ha fortalecido en su rectoría, sea por acción u omisión, la representatividad democrática real y equitativa de las mujeres. Una distinción que podemos hacer a este respecto es que existe una diferencia entre el “Derecho en los libros” y el “Derecho en acción”, tal dicotomía da cuenta del hecho de que el Derecho legislado muchas veces difiere del Derecho tal como es implementado (Roscoe Pound, 1910)
Aunque la ley respecto de los derechos político electorales debería proteger un sustrato de igualdad en la diferencia formal entre “ellos” y “ellas” el desequilibrio existente en las relaciones de poder entre los géneros no permitió en la acción una inclusión democrática de mujeres que permitiera  eliminar las desventajas frente a los hombres. Dicho de otra manera, se creó una dimensión de antagonismos, competencia y hostilidad entre “ellos” y “ellas” que poco ha contribuido al debate y la reflexión compartida, al acuerdo, la gestión y la negociación política para el desempeño de buenas, mejores o nuevas agendas políticas, “ellos” vieron subir a las mujeres, como una invasión peligrosa, al bastión de los derechos políticos que consideraron desde siempre “bienes vitalicios androcéntricos”.
Las mujeres luchaban y han luchado por el espacio formal inclusivo, en igualdad apoyándose en la diferencia (biológica y desigualdades socialmente construidas por ellos los hombres) mientras que “ellos” pelearon y siguen peleando por no soltar prerrogativas ni abrir el espacio político en el que la cultura androcéntrica les ha empoderado, fortalecido e instituido. Con todas las armas que este poder les ha dado, como en un ring se pusieron los guantes para su defensa, ellas también, sonó la campana y comenzó el “ejercicio democrático equitativo” ¡pero ojo! se inicia la competencia, ellas por acceder a sus derechos y prerrogativas político-electorales y ellos por no otorgar lo que siempre fue “suyo”, desde una mecánica y juego subordinado a las reglas del otro, sin ventajas y/o medidas compensatorias para ellas, con características de objetividad y racionalidad masculinas, desde una normatividad que reproduce, traduce, representa y preserva las relaciones de poder y desigualdad histórica entre géneros, en una contienda de antagonismos enconados, donde uno solo ha de ganar, no hay lugar para dos ni para una. Esta “burbuja de lo masculino” nunca ha compartido ni lo político ni la política ni las cuentas públicas nacionales, ni el poder que ello les ha representado.
Dice Marta Lamas que no basta con declarar la igualdad de trato cuando en realidad no existe igualdad de oportunidades, (que) el trato igualitario dado a personas socialmente desiguales no genera per se la igualdad, ni tampoco es suficiente el solamente prohibir los tratos discriminatorios para establecer condiciones de ventajas -políticas, electorales, laborales, sociales, etc- para las mujeres, que se requiere reformar la vida familiar y establecer para las mujeres condiciones de ventaja tendientes a corregir las diferencias de trato social denominadas acciones afirmativas.
El panorama parece hostil, lo es, aunque en este tiempo y este momento desde la filosofía feminista como campo de estudio y análisis que coloca en el centro del pensamiento crítico la relación con el poder, ese que ha dominado y sometido a las mujeres en relación con los hombres se han establecido puentes y andamiajes  teóricos, de reconceptualización, regulatorios, afirmativos y sensatos que han permitido modificar el escenario político (un ring) que ha venido avanzando en sentido contrario en la construcción de relaciones equitativas entre hombres y mujeres. En México, dice Marta Lamas, hay mucho por hacer y las mujeres y hombres no deben estar ya en esferas separada        
*Activista de la sociedad civil organizada


Mujeralia
41.5% de demandas ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, desde que se creo en 1996 hasta octubre del 2008 fueron promovidas por mujeres

11 mil 394 asuntos resueltos por la Sala Superior a octubre del 2008

37.2% fueron promovidos por mujeres

De estos 4 mil 230 asuntos, el 52.3% fueron demandas contra un partido político

38.5% fueron contra una autoridad electoral federal o local

24.1% por presunta violación a los derechos de las mujeres de ser votadas.

41.5 % de las demandas presentadas en todos estos año ante el TEPJF, casi la mitad de ellas fueron promovidas por mujeres quienes en los hechos han tenido una escasa presencia política, entre el 3.5 % al 24% .