jueves, 10 de mayo de 2012

LETRAS VIOLETA, Soliloquio de una madre


LETRAS VIOLETA
Soliloquio de una madre

Soledad JARQUIN EDGAR
Esta mañana recibí una cajita de madera, bien envuelta, en papel de vivos colores, tan vivos que me reanimaron, me sacaron por un instante de mis múltiples preocupaciones. Lo mejor de la caja, sin duda, era el moño hecho con un listón de seda rojo, rojísimo. ¡Qué emoción! ¡cuánta delicadeza para un regalo!, y pensé en quién me habría mandado ese regalo tan –pienso- educadamente bien envuelto.
“Es una cajita liviana, pero con un gran peso”, advertía una etiqueta escrita con una fina pluma y con esa letra manuscrita, hoy está tan en desuso. ¡Cuánto buen estilo! Me imaginé que cara de envidia pondría mi abuela Lucha de ver ese regalo, incluso sería capaz de pedirme la cajita y cómo negarle ese detalle en pleno 10 de mayo. Mis pensamientos iban a mil por hora, mientras se me deshacían las manos por abrirlo sin lastimar la envoltura, pero tuve que hacerlo…
Desaté el moño y “como en cámara lenta”, abrí la caja con sumo cuidado y casi meto la cara al pequeño contenedor y ¡oh, sorpresa! Dentro de la cajita estaba apenas un papelito de cinco por tres centímetros, papel de china muy delgado y una leyenda que me dejó helada de felicidad:
“Feliz día de las madres, eh aquí un vale que le garantiza todos sus derechos como persona, como mexicana, como ciudadana del mundo”.
En eso estaba, disfrutando mi regalo cuando, el timbre del teléfono me despertó. Estaba soñando. Por supuesto era el hombre que me persigue todo el tiempo para cobrarme por unos libros que equivocadamente compré en abonos y que por falta de ingresos estoy muy retrasada en los pagos. Vaya, me dije, es una lástima despertar de esa forma de un sueño tan bonito y con lo raro que es que yo me acuerde de mis sueños, será porque tal vez sólo tengo pesadillas que mi memoria en automático las borra y éste que era tan bonito tenía que despertar con la voz harto conocida por mi cobrador implacable.
¿Qué los cobradores no tienen horario? ¿Trabajarán como las madres, las 24 horas del día? Pobrecito, pensé y lo felicité por su trabajo y le dije que para ser buen cobrador, debería, como las madre, eliminar la abnegación y lo que más, más necesitaba eran sus derechos y así  lo tuve como 20 minutos,  no me paraba la boca y el pobre me decía, no de verdad señora, sólo pase a pagar lo que debe y yo le respondía, no joven, exija que respeten su horario de trabajo, no se deje, porque entonces parecerá como las madres que andan levantando la ropa sucia de cada vaquetón que vive en la casa…
insistía, señora no se haga la chistosa y pase a pagar, me repitió y yo necia le pregunté ¿a ver cuánto dice que gana? Qué le importa, me dijo molestísimo. Ah, ya ve, es igualito que mi marido, así me dice cuando le pregunto lo mismo y le reclamo porque a mi por mantener la casa limpia, cuidar a las niñas y a la abuelita de mi suegra, no me pagan nada, por eso joven, por eso me retraso, si voy juntando lo que me queda de cada día, pero cada día me queda menos, todo sube, todo joven…
Y cuando le iba a decir que alguna vez termine mi escuela y que quise trabajar fuera de la casa, como abogada que soy, pero no, no hubo esa posibilidad nunca, porque mi marido me dijo: Pues si quieres trabajar tu pagas la nana, porque guardería ni había y las tres que había estaban hasta el tope de chamacos. Así que hice cuentas y pensé que mejor nos ahorrábamos lo de la nana, la cocinera, la muchacha del aseo y la de los mandados, por supuesto la costurera, al chofer y al jardinero, de vez en cuando al electricista y al plomero, bueno en ocasiones nos ahorramos hasta al pediatra y hasta al veterinario y no se cuántos ahorros he realizado a lo largo de 20 años que llevo como “”jefa de familia” y se me llena la bocota de decirlo, aunque por ser jefa nadie me paga, por eso y nada más por eso por no ser asalariada, cuando sea viejita seguro me van a correr, igualito que a usted muchacho – le dije insistente- y lo peor es que como no trabajé (aunque siempre trabaje), no coticé y no tendré ninguna pensión. Clarito oí cuando el muchacho grosero me colgó el teléfono, y sí, también clarito escuché cómo lloraba el infeliz, ¿se habrá acordado de su madre o de su abuela o lloraría por mi? ¿quién sabe?