jueves, 8 de mayo de 2014

Literatura de Autoría Femenina, Tercera Parte



Literatura de Autoría Femenina
Tercera Parte

Aurea Ceja Albanés*
En los anteriores he hablado de la manera en que la cultura patriarcal coloca un velo sobre los textos escritos por mujeres, incluso sobre los nombres de las autoras, limitando la posibilidad de su lectura. He señalado también que es mentira que haya pocas escritoras, así como el que la literatura escrita por mujeres sea igual a literatura escrita para mujeres. En esta ocasión quisiera hablar brevemente del contexto local para narrar una experiencia personal de trabajo en un círculo de lectura de mujeres leyendo textos de autoría femenina.
En todos los contextos hay un sesgo de género que invisibiliza a las mujeres que escriben y Oaxaca no es la excepción. Existe un desconocimiento generalizado sobre las mujeres oaxaqueñas que escriben narrativa y poesía. Como ejemplo, invito al lector o lectora a que busque entre su acervo cultural, sin pensárselo demasiado, el nombre de una, dos, tres mujeres que escriben en el contexto local.
Tal vez, conociendo sólo un poquito, se piense en Araceli Mancilla, Rocío González, Celerina Sánchez, o Guadalupe Ángela. Podemos pensar también en Arcelia Yañiz por su trabajo como cronista y promotora de lectura, en el trabajo de Ángeles Romero como historiadora o en el de Soledad Jarquín como periodista. A lo mejor pensamos en los 20 años que lleva celebrándose el encuentro de Mujeres Poetas en el País de las Nubes en la mixteca, una experiencia que es fundamental reconocer y colocar como la más emblemática en el estado.
Algunos de estos nombres son familiares sólo para quien participa cotidianamente en los espacios culturales, y son ejemplos excepcionales de la participación de las mujeres en las letras, con los que la mayoría de las lectoras hemos ido tropezando, porque si ya de suyo la literatura oaxaqueña tiene en general pocas voces, o pocas voces que se promuevan y que suenen alto, en el caso de las mujeres es más complicado todavía conocerles, acercarse a sus textos. Las pasadas semanas, haciendo el ejercicio de buscar escritoras oaxaqueñas, pregunté específicamente por ellas en algunas librerías de la ciudad y la respuesta fue, en el mejor de los casos, un intento entre empleados por identificar algún libro, concluyendo que no hay o que hay muy pocas.
Esta reflexión sobre las mujeres y el contenido de su narrativa, sembró en un grupo de mujeres, todas profesionistas, sensibles a las problemáticas de género que vivimos las mujeres y que observamos en los varones, la necesidad de reunirnos en torno a un círculo de lectura, que hemos llamado “Las mujeres por nosotras mismas”, que surge a partir de dos talleres sobre la revalorización de lo femenino a través de la lectura que se llevaron a cabo en la Biblioteca Pública Central en 2012 y 2013. La intención de este círculo es reflexionar en torno a la naturalización de estereotipos y mandatos de género presentes en la literatura androcéntrica, al mismo tiempo que “conquistamos” un espacio personal a través de la lectura. Hablo de conquista de espacios, ya que la lectura es un punto de partida para encontrarnos con nosotras mismas, para abstraernos de la cotidianidad, a la vez que dialogamos con las autoras y sus ideas, reflexiones, narraciones y análisis de la realidad.
La forma de trabajo específico es a través de sesiones periódicas a partir de textos literarios que son analizados y sentidos a través de actividades vivenciales. Cada texto puede dar lugar a trabajar con una temática relacionada con la teoría de género, el feminismo, los roles, los derechos de las mujeres, la sexualidad, el autocuidado, la intuición, las relaciones entre mujeres, la desigualdad, la maternidad, las relaciones de pareja, el racismo, etc.
Nuestra apuesta está en deconstruir los estereotipos y los mandatos de género en nuestras vidas, a través de reconocerlos en la lectura de las mujeres; se trata de un espacio emancipador, pues nos liberamos de los modelos de mujeres en la literatura masculina para compartir lo que somos y lo que queremos ser con otras mujeres a través de otras lecturas, las de las mujeres.
Deseamos que a partir de esta experiencia surja una metodología que pueda ser replicada en diferentes espacios y contextos: mujeres adultas, adolescentes, estudiantes, amas de casa, mujeres en situación de reclusión, etc. Hasta ahora hemos trabajado ininterrumpidamente desde enero, hemos tenido dificultades de lectura y de participación, pero hemos tenido también aprendizajes y crecimiento, y reconocemos su utilidad en nuestras vidas y en el trabajo con otras mujeres.
Ahora tenemos una lista muy grande de mujeres que queremos leer, que hemos ido construyendo a partir de lo que leemos en periódicos, en revistas, en redes sociales, en artículos que vamos revisando, a partir de recomendaciones, de visitas a librerías, etc. Fue a raíz de esto, y sintiéndonos en sintonía con la propuesta de #readwomen2014 del que hablé en la entrega pasada, que lanzamos el pasado 8 de marzo el hashtag #365dias365escritoras, en el que a través de un blog, una página de Facebook y una cuenta de Twitter, dedicamos cada día a una escritora diferente, con el reto de llegar a 365 autoras, compartiendo de manera ininterrumpida hasta el 7 de marzo de 2015. Somos dieciséis mujeres administrando la cuenta de manera rotativa, lo que da mucha vida a la página, pues representa múltiples formas de acercarse a la vida y los textos de las mujeres que escriben.
Gracias a esta experiencia estamos descubriendo y motivando a otras mujeres a descubrir que el convertirnos en lectoras –y lectores– de los textos de mujeres: textos clásicos, textos contemporáneos, textos de mujeres literatas, de mujeres profesionistas, de mujeres feministas y no feministas, textos de mujeres no académicas ni ilustradas, textos de mujeres indígenas, textos de mujeres defensoras de sus derechos, textos de mujeres defensoras de la tierra y el territorio… no sólo es placentero e interesante, no es un simple acto de superación personal y colectiva, no es una moda ni una frivolidad hedonista. Se trata de un espacio para enriquecernos de las palabras, las ideas, las experiencias y las historias de la mitad de la humanidad, transformando y co-creando la cultura de lo femenino.
Les invitamos a que nos sigan en las redes sociales:
Facebook: Círculo de lectura “Las mujeres por nosotras mismas”
Twitter: @lecturamujeres
Blog: mujeresporellasmismas.blogspot.mx
*Psicóloga social, educadora de la sexualidad, tallerista y docente universitaria. Integrante del Colectivo Mujeres en Comunidad. Integrante del Círculo de Lectura “Las mujeres por nosotras mismas”.


Revolucionarias fueron todas



Revolucionarias fueron todas
*Recupera la conciencia revolucionaria de las mujeres y las hace visibles

Revolucionarias fueron todas (Editado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla 2013) ha sido escrito por un número cabalístico: 13 investigadoras, texto “que nos hace voltear al pasado desde un presenten en el que se han desdibujado las utopías y se desvanecen a cada paso algunos sueños que antes guiaban nuestras acciones”, señala en el Prólogo que se titula Todas somos revolucionarias y ¡feministas!
En este libro, las historiadoras que participan enfrentan el estatus de la historia regional y de la historia de las mujeres en el que se reconoce la presencia de las mujeres en el periodo comprendido en la última década del siglo XIX hasta los años setenta del siglo XX.
¿Cuántos de estos libros necesitamos escribir en México? Tal vez el mismo número de entidades que tiene el país, porque si bien es cierto que la historia se gesta en definitiva en la capital del país, nadie puede ignorar la contribución que hicieron los hombres y en este caso las mujeres en la transformación de la nación.
De ahí la importancia de este trabajo en el que participan académicas poblanas que con esta obra ponen bajo la lupa una nueva mirada del pasado en el que, queda claro, como dice el prólogo, “se reconoce la presencia de las mujeres…”, ahí en esas páginas de la historia donde no había nada.
Con sus aportaciones Evelyne Sánchez, Gloria A. Tirado Villegas, Guadalupe Silva Cano González, María de Lourdes Herrera Feria, Jazmín Saldaña Bustamante, Blanca Estela Santibáñez Tijerina, Lidia E. Gómez García, María Teresita Hernández Pérez, Mariano Torres Bautista, María Elsa G. Hernández y Martínez, María del Carmen Griselda Santibáñez, Viridiana Vera García y la oaxaqueña Elva Rivera Gómez, indagan el pasado desde la visión del feminismo.
Así, como señala la antropóloga Elsa Muñiz en el prólogo de Revolucionarias fueron todas, “el feminismo en su calidad de movimiento social y desde sus orígenes, ha demostrado que lo personal es político, lo doméstico es social y que lo cotidiano también es trascendente. Desde esta perspectiva, los trabajos de la antología favorecen un cambio en nuestra concepción sobre otros procesos que van más allá de las guerras y las revoluciones, cuya mirada masculina ha privilegiado la presencia de los hombres y ha invisibilizado la participación de las mujeres en el desarrollo de las empres, del sindicalismo y, sobre todo, en la construcción del capitalismo en su papel de trabajadoras”.
El libro recupera dos aspectos fundamentales, dicho desde las propias autoras: por un lado la conciencia revolucionaria de la mujeres y las hace visibles, y por otro lado también se escribe sobre la lucha colectiva que ha significado el feminismo.
Los análisis históricos son contundentes como es el caso.
Es importante decir que aunque sus referentes son en ocasiones las mujeres de la sociedad poblana, el contexto de los análisis es nacional. Sin duda, cada lectura es una especie de paseo por una amplia avenida del pasado, donde ellas estaban dispuestas a luchar por sus derechos, todos sus derechos.
El libro describe a través de las 13 colaboraciones esos caminos que fueron moviendo las densas aguas de la política mexicana antes, durante y después de la revolución mexicana y que las investigadoras de la BUAP muestran a través de documentos históricos como cartas que ellas enviaron a la Asamblea Constituyente de 1856 y más tarde en la conformación de los clubes feministas Josefa Ortiz de Domínguez que se conformaron en apoyo a Madero. Temas que se plasman en los primeros capítulos: La incursión pionera de mujeres en el espacio público. Su participación en la asamblea constitucional de 1856 en México de Evelyne Sánchez, y Rebeldes revolucionarias. Las Mujeres en la ciudad de Puebla, de Gloria A. Tirado Villegas.
Guadalupe Silva Cano González, escribe el capítulo Canastas de obreras capitalinas y decreto laboral de 1914 en Puebla, en el que muestra 14 canastas de consumo de igual número de familias, muestra en qué se empleaban las mujeres y revela cómo en 1914 fue creado un departamento especial para el estudio y protección del trabajo de la mujer.
La profesionalización de las mujeres poblanas en las décadas posrevolucionarias, escrito por María de Lourdes Herrera Feria y Jazmín Saldaña Bustamante. Ellas muestran la incorporación de las mujeres a la educación en carreras “tradicionales”, ya que el modelo cultural era androcéntrico y su educación se encaminaba a dotarlas de elementos para luchas decorosamente en la vida y velar por el bienestar familiar, pero sin apartarlas de su rol tradicional
En Mujeres emprendedoras: alternativas laborales de Blanca Estela Santibáñez, es un análisis de las mujeres de Tlaxcala que se incorporaron al trabajo en Puebla; Lidia E. Gómez García presenta el trabajo Vida cotidiana en tiempo de Guerra. Las mujeres cholultecas durante la Revolución Mexicana.
La mujer tlaxcalteca durante la revolución ¿Rebelión en la granja? 1900-1920, es el título de la investigación que presentan María Teresita Hernández Pérez y Mariano E. Torres Bautista. Las Olvidadas de María Elsa G. Hernández y Martínez en referencia a las mujeres del campo “las olvidadas del Porfiriato” que habían de sufrir desde su niñez.
Elva Rivera Gómez bajo el título La revolución silenciosa de las mujeres. Primer congreso feminista en el México del siglo XX, presenta un análisis de las discusiones que en 1916 dieron las mexicanas reunidas en Mérida, Yucatán, discusión entre conservadoras, moderadas y radicales.
Hacia una interpretación sociohistográfica de las mujeres en Los de Abajo de Mariano AzuelA, es otra de las investigaciones que presenta María del Carmen Griselda Santibáñez, mientras que la investigadora Viridiana Vera García titula su trabajo de investigación “Paulina Maraver Cortés. ¿Dónde estás corazón…?...A la patria como a la madre se le sirve y honra con amor…Paulina Maraver 1925. (Soledad JARQUÍN EDGAR)


Al paso de los días y la carta de Rafael Mondragón


Al paso de los días y la carta de Rafael Mondragón

Querida Fran: 
Hoy comencé tu novela, Al paso de los días, esa potente y curiosa épica biológica en donde tu voz narrativa se mezcla sin prejuicios con la reflexión teórica, el poema en prosa, la confesión, el diario, la denuncia y los dispositivos de la tragedia. Como tengo una superstición incurable (no me gusta leer las cuartas de forros), entré a tu novela como se debe entrar a las experiencias amorosas: sin saber qué esperar.
La demorada, introspectiva primera parte de tu libro fue la que más tiempo tardé en leer. Fui leyendo como se lee con intensidad, atento a la música del texto, dejándome guiar por su cadencia y su sonoridad, sintiendo las palabras e imágenes antes que fijarme demasiado en aquello que querían decir. Sé bien que muchas de las cosas más importantes en los libros están en aquello que transmiten sin comunicar: en su música, y no sólo en su argumento.
Sentí toda esa primera parte como un largo poema, en donde cierta situación dramática inicial –un avión secuestrado y después abandonado en un desierto, cuyos tripulantes son, como en un chiste involuntario, de distintas profesiones y países-, permite que los personajes entren en una situación introspectiva y densa, en donde el deseo de sobrevivir alegoriza con mayor intensidad lo que vivimos día tras día, transitando el otro desierto, que es el desierto de nuestra vida.
Creo que uno de los temas fundamentales de tu texto es el miedo: miedo a sobrevivir, pero también, miedo al otro con quien uno se encuentra, miedo a dejarle entrar demasiado en la trama profunda de nuestra vida.
Pensé en los viajes de Julio Verne, en donde el tiempo y el clima a veces se vuelven los personajes principales, y también, en Mi Julio Verne, un documental de Patricio Guzmán. Y mientras recordaba eso, también recordé tu fruición por viajar, que han permitido que describas con tanta precisión costumbres y gente que yo no imaginaba, y evoqué esa frase de san Pablo que dice que los seres humanos, por serlo, nacemos desgarrados, y por eso nos volvemos obligados una y otra vez a volver a nacer, lo que para ti es, muchas veces, volver a viajar.
Me impresionó esa crueldad, pero no me asustó, pues entendí que ella era otra forma de lucidez, y que a veces la lucidez puede ser una forma de amor.
El deseo de sobrevivir, que liga la historia pequeña de los sobrevivientes del avión con la gran historia de un mundo que se transforma, y que es revelado en las siguientes tres partes, adquiere, en esa primera parte, el rostro de un cruel enfrentamiento de cada personaje con su fragilidad.
La capacidad que tiene un hombre de violar a una niña, pero también, el deseo de mandar, el egoísmo ante una felicidad que creemos lejana, o simplemente, el deseo de ser libre por la anulación del otro, en un acto solitario de autonomía, son todas, experiencias cotidianas que muestran su rostro terrible cuando tus personajes las viven en ese enorme desierto. Algo de eso me recordó al Sartre cuyas novelas y obras de teatro leí de niño.
Al principio, incluso antes de subir al avión, ninguno de tus personajes soporta al otro, y las formas de esa alergia –lascivia, egoísmo, deseo de poder o, incluso, de autonomía- en realidad encubren una alergia más profunda, la alergia a nuestra propia fragilidad, la de cada personaje, que retorna cuando cada uno de ellos se encuentra con la fragilidad de los demás.
Pero ellos deben encontrarse si es que deben sobrevivir, pues –como tú me escribiste, en la dedicatoria de este libro- nada ni nadie es sin otras cosas; y la vida por la que luchamos es más que sólo la vida de cada uno. Qué difícil es descubrir que estamos todos conectados. Poco a poco, tu novela se me fue apareciendo como una reflexión narrativa sobre el problema de la solidaridad. Al final, cada uno de esos ocho personajes muere para que sobreviva la más joven, la pequeña Anita, en quien es imposible no ver el rostro de tu niña, Helena.
Ella termina volviéndose símbolo de la posibilidad de la vida: porque en realidad, todos queremos que haya vida, aunque no sea nuestra vida; para lograrlo debemos encontrarse, y la dificultad para encontrarnos está quizá simbolizada por una argucia de la voz narradora: exceptuando a Vuc, hasta muy avanzada la obra, el lector no conoce por su nombre a ninguno de los personajes. Son sólo, como en una obra de teatro, “el actor inglés”, “el cocinero italiano”, “el escritor famoso de la India”: así los invoca el narrador, en un juego de espejos que sacan a la luz los prejuicios que cada uno de nosotros podría tener de esa etiqueta, prejuicios que se volverán menos fuertes cuando cada etiqueta se llene de vida y descubramos la bondad detrás del “cocinero”, la indignación moral del “escritor”…
Algo que me impresionó a partir de “Los instantes”, segunda parte de tu obra, es la manera en que ese relato íntimo de los sobrevivientes que luchan por salir del desierto, tiene efectos inesperados en aquellos que observan el relato. En el mundo, afuera de la pequeña historia de esos ocho personajes, algo grave ha ocurrido: las telecomunicaciones han dejado de funcionar, todos los medios electromagnéticos para guardar información se han borrado. Y otra siniestra maravilla, cuyo sentido es explicado casi hasta el final de tu libro: la televisión en todo el mundo transmite únicamente la épica pequeña de esos ocho personajes, que se caminan y se afanan por sobrevivir sin saber que el mundo entero los observa.
Personajes de Irán y de Turquía, de Francia y de México y Estados Unidos comienzan a entrelazar sus acciones, sin saberlo, a partir de esa segunda parte cuyo ritmo crece en rapidez. En ese momento, importa saber cómo salvar al mundo que se acaba con ese fin de las comunicaciones, tanto como salvar a esos ocho sobrevivientes, cuya épica guarda misteriosa relación con el fin de nuestro mundo. Pero el acto de observar a esos ocho transforma al resto de los personajes, que están ubicados en la misma perspectiva narrativa de nosotros, los lectores de la primera parte. Y las preguntas abiertas líricamente en la primera parte resuenan en las otras tres, dándole profundidad metafísica a una trama que en esos momentos adquiere visos de novela de aventuras, y que termina haciendo preguntas sobre el sentido de nuestra civilización.
Allí, también, el problema está en saber cómo todo está conectado. Hay otro artificio del narrador que obliga a poner atención: los lectores tenemos dificultades para retener los nombres de los personajes árabes y turcos, al principio nos cuesta trabajo fijar sus personalidades  o saber qué ocurre en Irán y qué en Turquía… Tenemos la misma enfermedad involuntaria de los ocho personajes antes de subir al avión. A lo largo de las siguientes dos partes, no sólo aprenderemos a observar la humanidad de esos personajes a los que veíamos todos iguales: también descubriremos que esa humanidad permite tejer una inesperada red de solidaridades.
Creo que ese es un tema importante del resto del libro: iraníes y turcos encuentran su humanidad común en torno del cadáveres de cuerpos dejados al azar en el desierto; más adelante, ocurre algo similar entre los mexicanos y los soldados estadounidenses que son parientes de migrantes. Gracias a esa solidaridad se salva Anita. Gracias a ella, en la gran trama, el mundo despojado de tecnología logra salvarse también, a pesar de los deseos de las grandes potencias, o por lo menos, tiene la oportunidad de sobrevivir en ese presente nuevo e incierto que representa otra posibilidad.
Creo que para ti narrar tiene que ver con la capacidad de hacerse preguntas, y que con ello le restauras a la narración una dignidad particular. Veo hasta qué punto la narración es un acto necesario, y por eso hago votos porque sigas narrando, y nos invites a narrar las reflexiones de otros mundos posibles, terribles y violentos, pero también hermosos y preñados de nuevas formas de convivencia.

Te mando un abrazo cariñoso,

Rafa



¿Yo feminista? Elva Rivera Gómez: Las mujeres como protagonistas de la historia



¿Yo feminista?
Elva Rivera Gómez
Las mujeres como protagonistas de la historia
*La incidencia de la sensibilización no ha impactado la vida de la mayoría de las mujeres, en especial de las adolescentes y jóvenes

Soledad JARQUÍN EDGAR
Elva Rivera Gómez es Doctora en Historia y Estudios Regionales por la Universidad Veracruzana, Maestra en Ciencias Históricas por la Universidad Amistad de los Pueblos, Moscú, Rusia, y tiene estudios de posgrado en Historia de México por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Nació en Oaxaca y desde sus estudios de preparatoria, derivado de los conflictos universitarios que entonces atravesaba Oaxaca, estudió en la Universidad Autónoma de Puebla, hoy Benemérita (BUAP) donde actualmente es profesora investigadora del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras.
Heredera de una tradición ideológica de izquierda que obtuvo a través de su padre Cirilo Rivera Vásquez, quien fuera fundador del Partido Comunista Mexicano en Oaxaca, Elva Rivera Gómez fue becada para estudiar en la entonces Unión Soviética, país en el que vivió durante casi una década, los años de las grandes transformaciones políticas de aquella nación y de gran parte de Europa del Este.
Ingresó al feminismo en dos periodos. El primero fue cuando Daniel Cazés y Marcela Lagarde fundan el Colegio de Antropología Social. Ambos fueron sus maestros. Ahí, Lagarde fundó el Taller de la Mujer. Sin embargo, su contacto con el feminismo no la satisface ni comprende, porque las lecturas y discusiones estaban basados en teóricas anglosajonas y europeas que vivían una situación diferente a la suya, una militante sindicalista y comunista, que además confiesa no percibía la condición social de desigualdad de las mujeres por ser mujeres.
A pesar de ello, recuerda con entusiasmo dos episodios que siempre tendrá en su memoria: el primero ocurrió en 1979 cuando como militante asistió con las sindicalistas universitarias poblanas a la Cámara de Diputados federal para ser testiga de los pronunciamientos del Frente Nacional de Lucha por la Liberación y los Derechos de las Mujeres.
Y un segundo hecho fue el Primer Encuentro sobre la Condición de la Mujer, realizado en marzo de 1980 en el que participaron Alaide Foppa, Marcela Lagarde, Martha Lamas y Franca Basaglia, entre otras importantes teóricas feministas. Hoy recuerda el texto de las memorias, que entre sus primeras páginas contiene una caricatura que advierte: “un fantasma recorre el mundo, el fantasma del feminismo”.
En 1981 viaja a Moscú donde no tiene ningún contacto con el feminismo. Por ejemplo, cita a Alejandra Kolontái, cuyo referente en la Unión Soviética es la de una brillante diplomática y militante del PCUS, pero como feminista no se mencionaba. La razón, explica, fueron los cambios demográficos a raíz de la guerra y la muerte de miles de ellos, favoreciendo la incorporación política de las mujeres. Aunque reconoce que al revisar en retrospectiva hace un balance: ellas se habían incorporado de manera “natural” pero no estaban en la  toma de decisiones del poder central, la URSS era un país donde las mujeres tuvieron una fuerte presencia socioeconómica y política.
El segundo encuentro con el feminismo fue ya de regreso en México, en 1992 ingresó a la UNAM para estudiar la maestría en historia. Entre sus compañeras de viaje, entre la ciudad de Puebla y la capital del país estaban Gloria Tirado Villegas que ya estudiaba el doctorado y María del Carmen García Aguilar quien realizaba estudios de maestría, y asistía al Seminario de Filosofía de la Educación de Graciela Hierro y que terminó por convencerla para asistir a éste. Este espacio y “contacto interdisciplinario me permitió retomar lo que había dejado inconcluso con Marcela Lagarde”.
Encuentro formal curricular
En 1994, la BUAP sufre una reforma curricular profunda, de ahí que como otros profesores fue puesta a disposición; pronto formó parte de un grupo de profesores que  elaboraron el programa de capacitación, el diplomado y después formación de la planta académica que iba a impartir los contenidos de la materia derechos humanos e insertaron, por única vez, los derechos humanos de las mujeres. Este, sostiene Elva Rivera, fue mi encuentro docente curricular con el tema de las mujeres.
Afirma que el conflicto universitario originado con la sucesión rectoral y la crisis de izquierda que encontró a su regreso a México, también afecto al movimiento académico feminista. Por un lado están las alumnas de Marcela Lagarde, que en ese entonces dirigieron el Seminario de Estudios de Género en el Colegio de Antropología Social y por el otro las alumnas de Graciela Hierro en el Centro de Estudios de Género, al que se suma por invitación de la maestra María del Carmen García Aguilar. Esto, añade, la obliga a ser autodidacta, y curricularmente en el curso del Programa  Interdisciplinario de Estudios de la Mujer del Colegio de México y en los seminarios impartidos por el PUEG en el Centro de Estudios de Género, a partir de 1998.
Desde entonces está dedicada a la investigación, formación, capacitación y al trabajo de vinculación con el activismo y con el sector gubernamental. Esto último, propició que dentro de la universidad les pusieran el mote de “feministas institucionales”. Sin embargo, añade, es desde la academia, con las políticas y las activistas, que se logra impulsar la creación del Programa Estatal de la Mujer que más tarde se institucionalizará en el Instituto Poblano de la Mujer (IPM).
Para Elva Rivera Gómez hay un pendiente ¿cómo cruzar su disciplina (la Historia) con el feminismo? De ahí que sigue buscando y preparándose hasta encontrar incluso a grandes maestras como Carmen Ramos Escandón, Julia Tuñón y Ana Lau gracias al Programa Interdisciplinario de Estudios de Género de la UNAM, donde también es alumna de Mercedes Barquet y Martha Torres Falcón, entre otras académicas y feministas. Ellas abrieron la posibilidad para develar el androcentrismo y la invisibilidad de las mujeres en la historia, cómo interpretar las fuentes, que me llevarían a incorporar los temas feministas a mi disciplina.
La integrante del Cuerpo Académico Consolidado de Estudios Históricos, en donde desarrolla la línea de investigación “Género e Historia”, sostiene que a raíz de la creación del IPM fue un ejercicio muy saludable, pero hay un proceso diferente sobre su politización. Se refiere a ello en su tesis doctoral “De la manifestación al aula. Saberes, silencios e inequidades de género en la Universidad Autónoma de Puebla, 1972-2001”.
El cisma del IPM ocurrió a raíz  de la detención de la periodista Lydia Cacho que es llevada por carretera a la ciudad de Puebla desde Quintana  Roo. Este hecho obligó a un sector de las  consejeras  a renunciar en masa, en tanto que la titular del Instituto, la filósofa América Soto, guarda sepulcral silencio; en tanto, que la entonces Senadora Lucero Saldaña sí se pronuncia. Este, dice Elva, fue un momento que marcó al IPM, cuyo proyecto inicial cambió.
Desigualdad de género en la universidad
Por otro lado, en su tesis doctoral analiza lo que sucede con las mujeres (alumnas y académicas) que tuvieron una activa participación en los conflictos estudiantiles y universitarios. El estudio muestra como la mayoría de ellas se incorporan a la institución y a diferencia de ellos no logran las transformaciones laborales académicas, como sí lo hacen los varones.
“Muchos son parejas, militantes de partidos políticos, pero quien tiene la carrera política o académica es el varón y ellas se quedan en segundo plano; las que deciden dedicarse a la academia después de su fase política, se enfrentan a lo que llamamos el “techo de cristal” y demuestro que en el caso de las mujeres no basta con tener una licenciatura, postgrados, a partir del 2000, los reconocimientos establecidos por Conacyt, los perfiles PROMEP o SNI.
Al final, muchas obtuvieron su transformación o definitividad como académicas después de 10 o 15 años, no sólo porque no cubrían los grados sino por la posición política que jugaban sus facultades, la época de los 90 marca un control, corporativismo y una cooptación en la universidad, lo que implicaba ser parte de los juegos políticos de los grupos en turno, algunas de ellas fueron partícipes y otras se mantuvieron al margen.
En sus manos tiene Revolucionarias Somos Todas, un texto colectivo que “nos hace voltear al pasado desde el presente en el que se han desdibujado las utopías y se desvanecen a cada paso algunos sueños que antes guiaban nuestras acciones, nos remite a la historia compartida de las mujeres, una historia signada por la resistencia y la revolución cotidiana, en este sentido, todas somos revolucionarias y también todas somos feministas, como bien se muestra en esta antología”, como dice en la contraportada.
Anuncia que en breve se publicará un nuevo libro conmemorativo al 60 aniversario del voto femenino, en el que se analizan los discursos y la participación política de las mujeres en las seis primeras del siglo XX, en algunos estados de las república, y que en menos de dos años estará cumpliendo un centuria.
De igual forma prepara un texto Dialogando con Alaide Foppa, que será coordinado por la Comité de Guatemala y México (UNAM) con motivo del centenario del natalicio de la escritora y feminista, maestra de varias generaciones en la máxima casa de estudios y a quien escuchó cuando siendo estudiante de preparatoria en aquel Primer Encuentro sobre la Condición de la Mujer.
La doctora Elva Rivera Gómez añade que es importante reconocer que lo que sucede en el centro del país no sucede en otras partes, sin embargo, en muchas cosas se sigue siendo centralista. Por ejemplo, dice durante la formación del Centro de Estudios de Género encontró solo dos centros de documentación y ambos estaban fuera del DF: CIDHAL en Cuernavaca, Morelos, y el Centro de Documentación de la Casa de la Mujer, Rosario Castellanos, en Oaxaca.
Los retrocesos para las mujeres
Las organizaciones no gubernamentales que trabajan los derechos humanos de las mujeres han aportado muchísimo a los estudios dentro de la academia, pero mucha veces la academia no feminista sufre de miopía, sostiene la presidenta de la Red Nacional Licenciaturas en Historia.
Además explica ciertos sectores de la academia se apartaron del activismo, y “utilizaron” los estudios de género con fines exclusivamente académicos, fueron escasas las feministas que continuaron con la academia y la militancia activista, y otros más han utilizando el tema de las mujeres para escalar políticamente fuera de la academia. Estos tres elementos nos permiten hablar de procesos coyunturales que hay que analizar con más profundidad. Un ejemplo concreto es lo sucedido entre los años de 2008 y 2009, cuando se impulsaron las reformas de la ley de la familia, donde fue escasa la participación y pronunciamiento de las académicas, con excepción de las que se asumen y actúan como feministas, la mayoría permaneció al margen, no hubo un reflejo de la conciencia feminista, “se olvidaron del feminismo que les da de comer”.
Como feminista cuestiona a las mujeres de los partidos políticos, de la sociedad civil y de la academia, que han descubierto en la perspectiva de género un “buen negocio”, al crear sus consultorías. Ellas, y ahora ellos, también conocen las reglas del juego, se capacitan en dos o tres cursos de género impartidos por organismos internacionales de gran renombre, con eso se validan y se creen autoridad en la materia. Estos son algunos de los elementos que distorcionan el verdadero objetivo del feminismo.
Otra discusión importante al interior del feminismo, es el hecho de que ciertos sectores de éste no están dispuestas que el tema de las mujeres sea invisibilizado por la categoría de género. El tema son las mujeres e independientemente de la categoría que se analice o esté de moda seguimos siendo las mujeres las protagonistas de la historia y debemos defender no sólo los derechos. También, dice esta estudiosa, hay hombres que se dicen feministas, sin embargo son escasos los que cuentan con una formación sólida y actúan como aliados de las feministas.
En suma,  agrega, hombres y mujeres de ciertos sectores del feminismo académico, son una autoridad en la materia, otros más son “guetos”.
Frente a esa realidad, Rivera Gómez plantea: El problema es para las nuevas generaciones, para las que empiezan, ¿cómo compartir esos saberes, cómo llevar a cabo el relevo y el dialogo intergeneracional? ¿quiénes serán las sucesoras de las pioneras del feminismo académico como Teresita de Barbieri, Elena Urrutia, Marta Lamas, Marcela Lagarde, Graciela Hierro, entre otras? y ¿cuáles son las transformaciones teóricas y futuro del feminismo mexicano?
Además, las nuevas generaciones están descubriendo el mundo que les toca vivir bajo un contexto neoliberal, realidades totalmente distintas a las que tuvimos cuando vivimos en el estado de bienestar o la crisis del estado de bienestar.
Recuerda que el feminismo llegó justo a la academia cuando se gestaba el tránsito de la crisis del estado de bienestar, en la década de los setentas, y el establecimiento del neoliberalismo en los ochenta. “Ni en México ni en Latinoamérica logramos medir ni percibir cuál era el trasfondo de esas políticas, nos quedamos a defender los derechos colectivos y ahora estamos transitando a los derechos individuales con el neoliberalismo.
¿Cómo vamos a defender el derecho a la maternidad voluntaria, a una maternidad deseada, elegida, cuándo hay una contrapropuesta jurídica que no te reconoce en lo colectivo sino en lo individual?
El cuerpo y la sexualidad propiedad privada
Sostiene que ese es el elemento central del neoliberalismo, inspirado en todas esas leyes del siglo XIX y recomienda por ello estudiar el siglo XIX a fin de reconocer todos esos cambios.
“Creíamos superado todo con el estado de bienestar, con los derechos colectivos, ahora lo que observamos es que el cuerpo y la sexualidad siguen siendo un tema de propiedad privada, una opción de sujetos en lo individual y no de sujetos en lo colectivo”.
Y agrega que comprenderlo ahora que estamos en una crisis del neoliberalismo no es fácil, de ahí que sólo ciertos sectores feministas se movilizaran cuando las legislaturas estatales aprobaron frastrac las reformas, tanto que ni la academia lo ha historiado y en general las mujeres jóvenes y maduras no logramos percibir la pérdida de nuestros derechos.
Sobre el futuro del feminismo, como buena historiadora, refiere que este movimiento ingresó a la academia en los años sesenta y ochenta a la UNAM, la UAM y al Colegio de México. A finales de esta década y de los noventa se institucionalizaron algunos centros y programas en universidades estatales, sin embargo, la creación de los postgrados en género es tardía. Prevalece en los centros académicos la misoginia y el androcentrismo, entonces la tarea de sensibilización no ha sido fácil y son apenas unas cuantas instituciones las que ya ofrecen maestrías sobre el tema.
Incluso, INMUJERES en el sexenio pasado introdujo la certificación del Modelo de Equidad de Género en las instituciones de educación superior, y ello ha fortalecido las centros de investigación especializados, así como la apertura de cátedras, diplomados y especializaciones. A raíz del último Plan Nacional de Desarrollo, algunas universidades han incorporado el eje de género a sus Planes de Desarrollo Institucional, lo que no significa que los recursos se utilicen correctamente. En algunas, la certificación ha conducido a la creación de áreas, departamentos y programas de género lo que está bien. En otras se reproducen ferias y se ofrecen conferencias con ponentes y temas que nada tienen que ver con el feminismo o la perspectiva de género al interior de estos centros académicos. Un ejemplo, cita, el curso ofrecido en Veracruz por el ex dirigente del PRI en el DF, Cuauhtémoc Gutiérrez.
Lo que podemos observar es una “mercantilización del género”, tanto por algunas organizaciones no gubernamentales como por instituciones educativas privadas, además de las famosas consultorías que se aprovechan de las metas y objetivos que el país tiene que cumplir en el ámbito internacional, sobre todo en el tema referente a la sensibilización mujeres jóvenes, a la feminización de la pobreza; sin embargo no hay una evaluación y seguimiento de esos programas gubernamentales.
No sabemos cuál es su real y efectiva incidencia, si la hubiera ya habríamos contrarrestado la violencia, ya hubiésemos disminuido el porcentaje de madres adolescentes. Aunado a ello, considera que los dos sexenios panistas llevaron a serios retrocesos en los derechos humanos de las mujeres y ahora estamos pagando las consecuencias.
De igual forma, manifestó que ante gobiernos de derecha o de izquierda con pensamiento conservador la iglesia tiene un poder muy importante sobre el poder político. Un ejemplo lo pudimos observar con (Andrés Manuel) López Obrador como gobernante del Distrito Federal, periodo en el cual la reforma para despenalizar el aborto no avanzó porque no convenía políticamente. La cuestión, entonces, también es de conciencia para el varón, qué quieres para las mujeres de tu país, y eso pocos gobernantes lo logran hacer.
Elva Rivera Gómez sostiene que las reformas que ha habido para el avance de las mujeres más que por voluntad política son realmente respuestas a la presión internacional, lo que se complica aún más si las y los jóvenes no logran percibir cual es el riesgo y los derechos que han perdido.
Feminista de la academia, revela con tristeza que hoy las jóvenes están más preocupadas por reproducir los estereotipos contra los cuales las feministas han luchado durante largo tiempo, “son pocas las mujeres de la sociedad civil y universitarias que logran sensibilizarse y que a partir de ahí dicen no más, lo que significa no dejarse hostigar, violentarse en el aula. Un tema que ahora está siendo investigado desde la academia, el aula, el espacio donde las jóvenes tendrán que librar batallas muy fuertes”.