martes, 22 de julio de 2014

Juventud y feminismo, la revolución inacabada



Juventud y feminismo, la revolución inacabada

Noemí DOMÍNGUEZ GASPAR*
La edad parece ser una barrera que puede llegar a limitar, e incluso bloquear, el diálogo de conocimientos (saberes dirían algunas) entre mujeres que compartimos la misma causa: la reivindicación de los derechos humanos de las mujeres en distintos ámbitos.
Parece ser que la juventud −el conocimiento inacabado− se acentúa más como una marca jerárquica en las mujeres jóvenes, que evidentemente, no tienen los años de experiencia de las compañeras mayores que han caminado en el feminismo como posicionamiento de vida y el desafío que ello genera en espacios machistas, violentos, falocéntricos, etcétera. 
Si bien es cierto hay que reconocer que está problemática no es exclusiva de las mujeres, todas las personas vivimos inmersas en relaciones de poder marcadas por nuestro género. La semejanza de género en este orden no significa paridad (es decir que las mujeres por ser mujeres nos encontramos en igualdad de circunstancias y trato). Por el contrario, en cada categorías (etnia, clases, edad, preferencia sexual) hay jerarquías que enfrentan, antagonizan y  ubican el dominio a las mujeres sobre otras mujeres.
Sin embargo hay mecanismos que nos permiten identificarnos, aliarnos y desarrollar poderío de género (ya hablaré en otro momento sobre mi experiencia en la sororidad y acompañamiento con mis maestras de la vida). En el caso de nosotras, las mujeres, las relaciones de poder (del poder opresivo) se basan en el extrañamiento y la enemistad.
En el mundo patriarcal se nos educa que el poderío entre las mujeres se ejerce por estatuto, por edad, por cualquier posicionamiento de unas sobre otras. Pero, además, las mujeres competimos y ejercemos formas fragmentarias de dominio entre nosotras por la manera en que somos mujeres.
Es decir, desde esta lógica, las mujeres debemos competir por obtener reconocimiento social porque cualquier mujer es amenazante de quitar el sitio a la otra: compiten por los espacios sociales y por los vínculos con los hombres y las instituciones a partir de los cuales pueden existir. Compiten también, desde la carencia de género, por acceder a bienes, recursos y oportunidades y por poseer más que las otras. (Lagarde, Marcela. Género y feminismo. Cuadernos inacabados, España 1997).
La experiencia personal de la incursión al espacio feminista de América Latina, de México, de Oaxaca me ha mostrado que la juventud marca un sesgo en los encuentros y desencuentros con otras mujeres feministas.
Aparentemente el arribo de mujeres jóvenes al movimiento, a la academia y a los espacios de discusión emociona a mujeres mayores, a algunas por sus recuerdos “de juventud” y a otras porque se sienten fortalecidas con las nuevas generaciones; sin embargo, también observamos con preocupación que para algunas genera desconfianza, escozor, envidia, alergia, enojo y recelo, compañeras que reclaman su derecho de antigüedad, de propiedad, que resguardan con desconfianza y hasta temor los pocos espacios que el patriarcado les ha otorgado: de trabajo, de puestos en las instituciones públicas, de reconocimiento a sus trayectoria…
Parecen temer la pérdida de control y poder ante nuestra llegada tan eufórica a las estructuras de organización de los distintos feminismos, quizá con la idea de que arrebataremos lo que ellas con tanto esfuerzo han construido en sus pequeños círculos, que en algunas ocasiones se han convertido en pequeños cotos de poder donde reproducen el orden jerárquico del sistema capitalista patriarcal que sin ser consientes de ello (quiero pensar), se (lo) reproduce (cimos) una y otra vez.
La inexperiencia que nos permite imaginar nuevos mundos utópicos, con errores y aciertos, con la paciencia que implica el método y la adquisición de nuevos aprendizajes, con la conciencia que esto es −como dice Silvia Federici− “la revolución feminista inacabada”, sin dogmas ni imposiciones, nos permite también sobrellevar el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad, de pensar que esta energía y buena voluntad (estrenada) puede concretar los proyectos anhelados por nuestras ancestras y contemporáneas, quienes  a veces nos acompañan, nos guían y animan nuestro caminar.
Sin embargo, es en algunos momentos desalentador ver, sentir, vivir la enemistad entre las mujeres, la rivalidad, que se utilice el discurso feminista políticamente correcto y pragmáticamente incoherente (recordando que la sororidad es una práctica-pacto político a favor de las mujeres y no un club del optimismo), soy testiga de como en torno al “feminismo y género” se ha creado todo un mercado de eventos, reuniones, seminarios, diplomados a los cuales concurren sin falta “las mismas de siempre”, que se conocen y reconocen, a las que pertenecen a un exclusivo gremio y no aceptan desertoras ni disidencias que  movilicen el status quo en el cual ya se encuentran posicionadas, con tristeza se mira, muchas veces, la desgana por el diálogo y el respeto a lo diferente, lo que se sale del scrip, lo que no les da la razón.
Ser disidente dentro de la disidencia no es una labor pionera ni exclusiva de nadie, sin embargo resulta ser un posicionamiento complejo de sostener, sobre todo si no se tienen los años de vivencia (ni el poder para  imponer) que puedan respaldar el ánimo de seguir y sostener lo que se tímidamente se comienza a plantear. 
Revisando algunos documentos, encontré que certeramente (aunque muy lejos de ser ejercida) la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (ignorada no sólo por autoridades si no por hasta portavoces de la defensa de los derechos de las mujeres), menciona lo siguiente:
            Artículo 10. Violencia laboral y docente: Se ejerce por las personas que tienen vínculo laboral, docente o análogo con la víctima, independientemente de la relación jerárquica, consistente en un acto o una omisión en abuso de poder que daña la autoestima, salud, integridad, libertad y seguridad de la víctima, e impide su desarrollo y atenta contra la igualdad.
            Artículo 11. Constituye violencia laboral: la negativa ilegal a contratar a la víctima o a respetar su permanencia o condiciones generales de trabajo; la descalificación del trabajo realizado, las amenazas, la intimidación, las humillaciones, la explotación y todo tipo de discriminación por condición de género. (Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y tipificación del feminicidio como delito de lesa humanidad).
Acceder al conocimiento (como el de está ley), a diversos escritos-experiencias de otras colegas, al acompañamiento de otras mujeres con verdadera sororidad, ayudan no sólo a reconocer y a nombrar a la violencia sino que además se nos otorgan herramientas para nunca más permitir acciones que legitimadas en la “tradición y costumbre”, dañen o vulneren no sólo a las jóvenes, sino a las mujeres en general a razón del “trabajo bien hecho”.
Esto relato, da cuenta que le pasa a muchas jóvenes , que nos apropiamos del feminismo sin pedir permiso, sin subsumirnos a una tribu o clan, es difícil y complicado de abordar por que en el camino también cometemos errores que juzgados por los máximos tribunales son imperdonables a causa de nuestra inexperiencia y juventud, cosa que no se permite en una sociedad del consumo despersonalizada.
¿Qué podrían compartirnos las niñas, las adolescentes, mujeres sin voz que tienen el germen de la rebeldía, y que no tienen las redes o bagaje que nosotras como jóvenes comenzamos a teje/construir/aportar? No lo sabemos, y tampoco la intención es convertirnos en víctimas de una historia de desengaños, por que estos procesos no son así, binarios, son complejos, de muchos matices.
Este ejercicio de auto-reflexión tampoco pretende denostar los aportes de las feministas de generaciones anteriores, mucho menos del movimiento feminista, es, más bien, una crítica a las subordinaciones múltiples que se replican al interior de movimientos “de avanzada”, jerarquías que a veces pueden resultar violentadoras y opresivas, desde las diferencias entre los grados académicos que replican el autoritarismo, o  hasta el hecho de obtener el certificado de calidad o legitimidad de quien si es ”una verdadera feminista”, de la complejidad que provoca para otras mujeres. Nos falta mucho por aprender y desaprender.
Juventud, ¿sabes que la tuya no es la primera generación que anhela una vida plena de belleza y libertad?...”, nos diría Albert Eistein.
(*La autora es Licenciada en Etnología por la UMAN y feminista).






Imágenes materna y paterna en las relaciones de violencia


Imágenes materna y paterna en las relaciones de violencia

* Las y los adolescentes se sienten incapaces de enfrentar su realidad, por lo que minimizan su capacidad de autoprotección

La familia continúa siendo el principal generador de la violencia, al repetir patrones de comportamiento violento, generando síntomas de indefensión, es decir, que la persona violentada se siente abandonada, desamparada, incapaz de soportarlo desde su interior y realidad psíquica.
Así lo estableció la investigación titulada La percepción de las imágenes materna y paterna en relaciones de violencia y su identificación con modelos de víctima y victimario en adolescentes, realizada por la Psicóloga de la Preparatoria No. 7 de la Universidad  Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, María Antonieta Canseco Cervantes, y la Maestra Rosa Ivonne Torres Castillo, Profesora-investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Regional del Sureste (URSE).
Auspiciada por el Instituto Municipal de la Mujer de Oaxaca de Juárez la investigación tuvo el objetivo de indagar sobre la dinámica familiar en un contexto a partir de las unidades de selección contempladas en dos escuelas secundarias públicas,  la Gregorio Torres Quintero y la Moisés Sáenz Garza.
La investigación también arrojó que la estructura psíquica que presentan las y los adolescentes ya poseen condiciones emocionales que los preparan para repetir patrones de violencia, con los cuales han estado en contacto, ya sea de manera activa o pasiva, siendo víctimas y/o victimarios, pudiendo estar propensos a repetir patrones de comportamiento que forman parte de “un modo de ser”, ya sea como parte de un proceso de aprendizaje socio-cultural, o bien como un proceso individual de identificación de la niñez y la juventud con los modelos que están presentes en sus hogares.
Para obtener los resultados, las investigadoras aplicaron un cuestionario estructura a 278 estudiantes, hombres y mujeres, de 14 a 15 años de edad, de los cuales fueron seleccionados 32 cuestionarios, luego que las y los estudiantes señalaron tener dificultades con alguno o algunos miembros de su familia.
A la primera  escuela de referencia  correspondieron 10 que representan el 7.8 por ciento del total de cuestionarios aplicados  y a la segunda 22 que representan el 14.5 por ciento. A estos estudiantes se les aplicaron las pruebas proyectivas gráficas: Test de la figura humana de Karen Machover y el Test de una persona bajo la lluvia.
La composición por sexo de los estudiantes investigados fue de 44 por ciento hombres y 56 por ciento mujeres. En cuanto al grado escolar de las y los adolescentes investigados, el 53 por ciento se encuentra cursando el tercer grado y 47 por ciento segundo grado. La edad comprendida fue de 14 años (84 por ciento) y 15 años (16 por ciento).
En ambas escuelas, los hogares familiares son en su mayoría extensos (18 casos), seguidos de los hogares nucleares conyugales que son 14. En números porcentuales los hogares extensos constituyen el 56.25 por ciento.
Refiriéndonos al número de integrantes de la familia, el puntaje más alto fue de 12  casos de familias conformadas por cinco integrantes seguidos de nueve casos de 10 o más integrantes y siete casos de cuatro integrantes de la familia. Si consideramos el promedio de integrantes es de 6.3 hijos. Este número es diferente según la clase: en el hogar nuclear hay en promedio 4.7 hijos mientras que en los extensos el promedio es de 7.5. Los hogares nucleares (14) representan el 43.75 por ciento de los hogares estudiados, ocho fueron biparentales y seis monoparentales con jefatura femenina.
Por la ausencia de algún miembro en estas unidades familiares, se encontró que de los 18 casos referidos previamente, 12 de ellos que representan el 67 por ciento  no cuentan con el padre o madre (11 casos sin padre y uno sin la madre).
Se puede constatar que la figura del padre es una figura ausente, en el mejor de los casos es eventual o transitoria. En ocasiones, cuando aparece en el hogar, es para ser atendido y obedecido.
En los test se encontraron indicadores de baja autoestima y pobre autoconcepto; ambos son referentes de la percepción que los demás tienen de “uno mismo”. Las figuras aparecen distorsionadas, indicativo de una percepción distorsionada de sí mismo. Cabe hacer mención que la literatura especializada señala que esto puede deberse a estados recurrentes de ansiedad elevada.
En los hombres sobresale una tendencia a actuar de manera impulsiva y agresiva debido a la frustración y resentimiento, ante situaciones de estrés provenientes del ambiente exterior.
Otros indicadores detectados sugieren estados de ansiedad y angustia significativos, ya que surgen ante las experiencias traumáticas.  La preocupación por los problemas emocionales se ven reflejados en el cuerpo (alteraciones psicosomáticas), generando en los individuos sometidos a estrés continuo, sentimientos de inferioridad, inmadurez emocional y dependencia a la figura materna.
En ambos sexos se observó retraimiento emocional, que afecta en las relaciones sociales que establecen. Otros más proyectan impulsividad y ausencia de control de impulsos o en su caso, poco control.
De igual manera pueden apreciarse rasgos obsesivos, en ambos géneros que predominan en los hombres, como una necesidad compulsiva de defenderse de los impulsos agresivos que recibe del exterior, por la angustia de la amenaza real o fantaseada.
Se puede destacar que las y los adolescentes se sienten incapaces de enfrentar su realidad, por lo que minimizan su capacidad de autoprotección, proyectando indefensión yoica, sensación de debilidad y falta de ayuda. Las y los adolescentes además manifiestan en sus dibujos, rasgos depresivos, con fases de júbilo (defensas maníacas), interpretándose como señal de sufrimiento.













Paridad electoral restringida por la violencia de género


Paridad electoral restringida por la violencia de género

Gloria ANALCO y Sara LOVERA/SENlac
Mujeres políticas se preparan para medir fuerzas al interior de sus partidos políticos y ver la voluntad de sus dirigentes a respetar la paridad electoral recién decretada en México.
Dirigentes políticos, autoridades electorales y expertas latinoamericanas discutieron cómo asegurar la participación femenina en condiciones de igualdad en las listas para las elecciones intermedias en México, para 2015.
El proceso electoral arranca la primera semana de julio y en él se renovarán los integrantes de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se elegirán nueve gobernadores, 661 diputados locales y 1.015 ayuntamientos en 17 entidades federativas.
Lo preocupante es que solo 13 de las 31 entidades han iniciado los cambios en sus leyes electorales y, en muchos casos, no han considerado la paridad. Si no lo hacen 90 días antes de que salgan las convocatorias, estarán en desacato, dijo a SEMlac el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral.
El jueves pasado, en Zacatecas, un grupo plural de mujeres "tuvimos que presionar para que en la iniciativa, que apenas se discute, se incluya la participación 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres", explicó María Elena Ortega, del Partido de la Revolución Democrática, en entrevista con SEMlac. Y esto se repite en muchas entidades.
Además, el proceso electoral discurre en un ambiente en el que prevalecen prácticas de acoso político y hostilidad contra las aspirantes.
La violencia que se ejerce en el ámbito político contra las mujeres alcanza a cada municipio y a las 32 entidades de México, lo cual propició que autoridades electorales, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y legisladoras de todos los partidos políticos iniciaran una discusión para lograr un acuerdo o pacto y trabajar juntas con una sola estrategia, para que se hagan las reformas donde no se han hecho y se cumpla con el mandato federal.
La práctica de la violencia es común a todos los partidos políticos y también se reafirma o consiente en los medios de comunicación, muchas comunidades en cada lugar de México, incluso la familia de las mujeres que deciden participar en política, narró la senadora Diva Hadamira Gastélum, presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del Senado y dirigente femenil del partido en el poder.
Explicó que a muchas candidatas se las ubica en las zonas con poca posibilidad de ganar, se las dota de escasos presupuestos para sus campañas, sufren de déficit de capacitación y profesionalización, viven persecución de su vida personal, entre otras muchas prácticas que las ponen en desventaja frente a los hombres políticos.
La discusión se dio en un seminario organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), denominado "Violencia política, parlamento y género", celebrado los días 9 y 10 de este mes.
La idea fue discutir estrategias para poner fin a la violencia contra las mujeres en la política, dentro de los partidos y, a veces, de cara a las instituciones electorales. Participaron autoridades y legisladoras de todos los partidos políticos.
"Hoy México se abre a un diálogo franco en la materia y fomenta la discusión", expresó en su intervención Lorena Cruz Sánchez, titular de Inmujeres, al iniciar el encuentro y agregó: "Así podemos avanzar", sobre todo haciendo visible el problema, discutir su prevención y encontrar mecanismo de sanción efectivos.
Afirmó que es tiempo de "engarzar eficaz y estratégicamente la labor de Inmujeres, del Tribunal Electoral y del Instituto Nacional Electoral" para permitir que las mujeres fortalezcan su presencia en todos los procesos democráticos nacionales.
Cruz Sánchez dijo que los partidos políticos no se pueden quedar atrás en la marcha del país hacia la igualdad sustantiva. "Se necesita que revisen y adapten, con visión de género, sus estatutos y su normatividad", dijo.
Recordó que la reforma político-electoral de 2014 y su legislación secundaria establecen las normas específicas para que partidos y autoridades electorales protejan los derechos políticos de las mujeres y a quienes buscan acceder a un puesto de elección popular.
Esa reforma establece la paridad entre hombres y mujeres en las candidaturas para renovar las cámaras de diputados y senadores del Congreso de la Unión, únicamente, y aunque obligan a los estados, el pacto federal impide forzarlos.
De los 17 estados que tendrán elecciones el próximo año, siete han aprobado la paridad en su legislación local. Los partidos se resisten, como quedó establecido en una segunda reunión, solo en Zacatecas, el 26 de junio.
Con la reforma electoral federal, las 32 entidades del país están obligadas reformar sus respectivas leyes. No lo hicieron, el plazo se vence la primera semana de julio, porque la ley prohíbe cambios cuando se ha iniciado el proceso.
En su intervención, la senadora del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Gastélum lamentó que para las elecciones estatales de 2015 no exista ley que garantice la paridad de género en las candidaturas a gobernadores. Actualmente no hay una sola mujer gobernadora.
En 2015 se renovarán nueve gubernaturas y en las candidaturas que ya comienzan a despuntar hay visibles precandidatas, como en Nuevo León, donde el PRI habla de las senadoras Cristina Díaz, Ivonne Álvarez y Marcela Guerra. 
Para competir a la gubernatura de Sonora, el PRI está contemplando a los senadores Ernesto Gándara Comou y a Claudia Pavlovich. El Partido Acción Nacional (PAN), por su parte, está considerando a la senadora Sonia Mendoza. El resto de los partidos sólo tienen contemplados hombres.
Diva Gastélum dijo que en Latinoamérica la participación política de las mujeres es de 25,2 por ciento en la representación legislativa, seguida de Europa con 24,6 por ciento, incluyendo a los países nórdicos.
Agregó que México se encuentra entre las naciones con mayor participación de mujeres en las cámaras, tanto como Cuba, Ecuador, Nicaragua, Costa Rica y Argentina. "Las últimas cifras en México son históricas: 37,4 por ciento en Cámara de Diputados y 35 en el Senado de la República", destacó.
Avergüenza que en México no haya gobernadoras y que solo el siete por ciento de los municipios sea gobernado por mujeres, pese a la existencia de seis presidentas en el continente americano y el avance significativo en los parlamentos, lo que atribuyó a la violencia política que sufren las mujeres en los partidos políticos y en la sociedad. Esto, dijo, representa un serio obstáculo para su empoderamiento.
Precisó que el primer "atorón y tapón" se ubica en el poder local: estados y municipios, donde el conservadurismo llega a la sociedad. En el seminario se acordó activar diversos mecanismos para garantizar la presencia de las mujeres en las próximas elecciones.

Mujeralia
0% de gobernadoras
37,4% de mujeres en Cámara de Diputados
35% en el Senado de la República

7% presidentas municipales en el país