viernes, 17 de diciembre de 2010

Letras violeta Maricela y Rubí Marisol…

Soledad JARQUIN EDGAR

Faltan escasos 14 días para que termine este año 2010. Cada día que pasó de estos últimos 12 meses, las y los mexicanos hemos ido perdiendo la esperanza, apenas vemos en el horizonte una pequeña luz y esa posibilidad se convierte en nuestro motor, porque como me decía una amiga hace unos días, no podemos vivir sin esperanzas.

Salvo algún afortunado sector de la población, el resto podemos decir que vivimos en la incertidumbre y en medio de la impunidad. De menor a mayor escala.

La justicia es el bien y el valor que menos satisfacciones nos provoca.

En todo el país, el narcotráfico, el crimen organizado o la delincuencia, le han ganado terreno a las estrategias de gobierno para combatirla. Todos los días las noticias y los noticiarios hablan de lo mismo: de los caídos en una guerra que decíamos antes no es nuestra guerra, no es la guerra de la ciudadanía.

Esta avalancha de malas noticias, nos hace perder la dimensión de todos los problemas sociales que enfrentan las comunidades y el gobierno federal, que encabeza Felipe Calderón sigue contándonos un cuento cada día, como decían nuestras abuelitas, nos doran la píldora.

Termina un año en el que la gasolina aumentó 12 por ciento, en que suben los precios de los productos básicos como las tortillas. Un año donde el dinero, nuestro sueldo, no alcanza para nada, excepto que sea usted funcionario de gobierno, diputado o senador.

Termina un año en que lo único que tuvimos seguro fue paradójicamente la incertidumbre, un año que confirma lo que ya sabemos: la política y el narco van de la mano; no todos los políticos, claro está, por lo pronto esta semana un diputado federal fue desaforado por esa razón. Habrase visto, nuestros ancestros ya se habrían vuelto a morir de la indignación. Esta generación que somos vemos la noticia casi sin inmutarnos.

Y el otro terrible elemento que campea en la vida de la población mexicana es la impunidad. Ayer, fue asesinada en pleno centro de la ciudad de Chihuahua, Maricela Esobedo, una guerrera que peleó por hacer justicia a su hija, Rubí Marisol asesinada en 2008 cuando apenas tenía 16 años.

Frente al Palacio de gobierno de Chihuahua, Maricela Escobedo mantenía una protesta desde hace poco más de una semana, exigía a las autoridades la reaprehensión del asesino de su hija y que en un juicio oral había sido puesto en libertad, en la apelación el Tribunal Superior de Justicia de Chihuahua lo encontró culpable, para entonces Sergio Rafael Barraza, ya se había dado a la fuga. Lo tuvieron en sus manos y lo perdonaron. Impunidad totoal.

Así, madre e hija fueron asesinadas con dos años de diferencia y el agresor está libre. Ahora tenemos dos asesinos: uno el sistema judicial que liberó al delincuente tras un juicio oral y el otro es el propio asesino llamado Sergio Rafael Barraza, de quien trascendió anoche mismo habría sido el autor del nuevo asesinato.

Ahora pregunto ¿Quién va a protestar por ellas? ¿Quién se va a instalar frente al palacio de gobierno en Chihuahua? ¿frente al Palacio nacional? ¿frente a los pinos? ¿frente a la casa de todos los funcionarios y funcionarias de ese ineficiente sistema judicial de aquella entidad? ¿quién pedirá justicia si la Guerrera Maricela Escobedo ya no está para pedir justicia por su hija?

¿Qué respuesta nos darán a las mexicanas, si es que tienen una respuesta, estos caraduras que tenemos por autoridades? Por qué aunque este penosísimo caso sucedió en Chihuahua, debo decir, sin temor a equivocarme que nos han lastimado a todas las mujeres de este país

Qué respuesta tiene Felipe Calderón para la sociedad mexicana, que día a día, vive incertidumbre e impunidad, ingredientes que sazonan el caldo de cultivo de la inconformidad y, peor aún, la falta de esperanza.

Sí, sin duda ya no tenemos esperanza en las autoridades, pero si debemos tener esperanza en que este país despierte a esa masa de ciudadanos y ciudadanas que permanecen inmóviles, sin saber qué hacer, dispersos y casi acostumbrados a mirar las mismas noticias cada noche en su televisor, noticias que ocultan la violencia contra las mujeres como ya se ha dicho.

Estamos terminando un año difícil, de violencia y carestía. En el norte como en el sur la delincuencia organizada, tanto en el narco como en la trata de personas, pero también en el feminicido, todos se campean frente al fracaso de la política de seguridad del gobierno federal, el mutismo de los gobiernos estatales y la complicidad e impotencia de los gobiernos municipales.

Es una lástima no poder evaluar positivamente a los gobiernos y no lo hacemos porque muchas vidas han sido lastimadas, como la de Maricela Escobedo y la de su hija Rubí Marisol.

Ya veremos en unos días cómo Calderón, vestido de santa Claus y con la nariz roja, enviará un mensaje de esperanza por cadena nacional, pero nadie o casi nadie podrá creerle, pero él habrá de cumplir con el ritual acompañado de su familia feliz.

Mientras tanto, el cuerpo inerte de Maricela Escobedo, quien caminó desde Chihuahua hasta el DISTRITO FEDERAL para pedir justicia para su hija, y que se plantó la semana pasada frente al palacio de gobierno y que ayer mismo fue asesinada en ese lugar, es un descarnado de esa impunidad e incertidumbre. Las mujeres de este país tenemos una herida que sangra.