viernes, 9 de marzo de 2012

¿Yo feminista?



Margarita Dalton:
Una vez adquirida la conciencia es irreversible

Soledad JARQUIN EDGAR
Margarita Dalton Palomo, es una mujer que se construye feminista a pesar de que en tono de broma dice que “nació feminista”. Su vida como su aprendizaje feminista es una “experiencia de largo alcance”. La clave está en la conciencia que una vez adquirida es irreversible. El feminismo, afirma, tiene futuro, la lucha no es nueva pero no estamos ni a la mitad del camino.
Se escribió cartas con Alejo Carpentier; conoció a Fidel Castro; conversó, trabajo y estudio con el Che Guevara y es una miliciana con permiso; compañera de José Agustín, Gerardo de la Torre y René Avilés cuando le dio por el teatro…
Alfabetizó a las empleadas de las casas vecinas de la colonia Roma cuando tenía entre 13 y 14 años invitada por algunas monjas y Jesús, un sacerdote católico que formó una escuela nocturna para trabajadoras domésticas en el templo El Rosario; con sólo un lustro de diferencia hizo lo mismo, pero con los comunistas en La Habana, Cuba, después de la revolución de 1959, cuando ya tenía 18 años.
Más tarde, el destino la hizo parte de otra revuelta, la del mayo francés en 1968, durante su estancia en París, donde vio desaparecer a personas conocidas, y luego, de vuelta en México ese mismo año, le tocó de “refilón” el movimiento estudiantil de 1968.
Margarita Dalton Palomo, una joven “enamoradisquilla” de los inteligentes y de los que tenían conversaciones interesantes, al grado tal que escogió al menos agraciado de los “guapérrimos” hermanos de la Chata, su mejor amiga, para que fuera su chambelán cuando cumplió 15 años, frente a la incredulidad de sus amigas y familia.
Margarita Dalton la que pensó alguna vez que “podría” ser monja, hasta que se topó con las juventudes comunistas y se convirtió en marxista leninista y más tarde fue objeto de las sospechas de su madre que pensaba que ella armaba las revueltas porque donde estaba “había problemas”, recuerda y dice entre carcajadas, que es posible que haya nacido siendo feminista.
La conversación periodística con Margarita Dalton es como entrar en un tobogán de la historia, porque mientras piensa ¿cómo se convirtió en feminista? repasa los hechos que marcaron a toda una generación, hechos históricos que vivió, para sufrimiento de su mamá que le reprochaba el haberse juntado con los comunistas y tal vez más adelante que haya hecho consciente su “nacer feminista”.
Su suscripción a la lucha de clases y más tarde al feminismo, empezó justamente en la escuela de monjas, ellas le estimularon su preocupación porque “en el mundo había gente que no tenía para comer”, cuando tenía menos de 10 años de edad se desesperaba frente a las desgracias ajenas y se preguntaba ¿qué puedo hacer? “La conciencia estaba conmigo desde muy chiquita”, dice.
Encontró en el marxismo leninismo la respuesta y apenas con 18 años se embarca hacia la Habana, donde estudió y desarrolló uno de sus más grandes “compromisos de corazón y de pasión” como describe su contribución a la revolución cubana.
En 1961, Fidel Castro era la esperanza para toda América Latina no sólo para Cuba, “era nuestra estrella y una estrella que brillaba, potente en todas partes”, dice con el rostro iluminado, quien conoció ahí a los emblemáticos comandantes Castro y Ché Guevara, estuvo en el periódico Alma Mater, estudió y obtuvo el grado de licenciada en Historia, pero también fue investigadora del Instituto de Etimología y Folklore en la Academia de Ciencias Cubanas.
Ahí confirmó la idea de que tenía que luchar por los obreros, los campesinos –así en masculino-, luchar por mejorar sus condiciones, era la lucha social, de clases.
En 1966, Margarita Dalton deja Cuba para embarcarse a otra esfera de lucha y aprendizaje en Ghana. Obtuvo el grado de maestría en Estudios Africanos en la Legon University, donde también dio clases, conoció otras personas y siguió pensando que el motor de la historia era la lucha de clases.
Entre 67 y 68, Margarita Dalton viajó a París, donde vivió el mayo francés con mucha intensidad e incertidumbre por la persecución que había sobre las personas de otros países, como sus amigos españoles que desaparecieron, pero ella estaba allá porque quería escribir y Europa era ese lugar para hacerlo, hoy tiene en su haber cuentos como Marichuloca o Al calor de la semilla; novelas como Larga Sinfonía en D; innumerables ensayos como Una aproximación a cómo se construye el discurso femenino, que fue su tesis de doctorado en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona (1985).
A mediados de ese mismo año vino a Oaxaca y de refilón le tocaron las protestas estudiantiles de la ciudad de México, refiere mientras su rostro se le llena de alegría al recordar las sospechas de su madre, “como imaginan cosas las mamás”.
Más tarde regresaría a París donde nació su hijo Rodrigo y se tomó lo que llama un año sabático en Madeira, Portugal, para cuidar al niño, pero no por mucho tiempo.

Tocada por el feminismo

Expresa que por alguna razón viajó a Oregon, Estados Unidos de Norteamérica, ahí un grupo de mujeres le pidieron un artículo sobre las mujeres de América Latina para el periódico underground y yo decía ¿qué es eso? Finalmente escribió, empezó a hablar de la situación de la mujer…pero terminó de nueva cuenta con la lucha de clases, porque no veía la diferencia al interior de las clases sociales entre los hombres y las mujeres.
Y fue ese artículo que la llevó a pensar en la identidad: “no soy hija de obreros, no soy hija de campesinos, no soy esto, lo otro, qué soy, soy mujer, empecé a recordar mi historia, la genealogía, las dificultades que había tenido por ser mujer en diferentes sitios, espacios, que (reconoce) no tenía mucha conciencia, siempre me había ido muy bien, yo considero que había sido una mujer muy privilegiada, pero ser mujer me había limitado en muchas cosas”.
Inició así su largo proceso de sensibilización, a la par de intentar una comuna en el Vergel, Ejutla, como una sociedad alternativa que buscaba no depender en absoluto del exterior, porque consideraba que la sociedad capitalista era una sociedad que no me gustaba. Realmente, reflexiona sobre la comuna que duró unos cinco años, fue un grupo de avanzada, ya veíamos eso de reciclar basura, no utilizar plásticos, cultivar verduras orgánicas…
Al mismo tiempo, Margarita Dalton empieza a leer a las feministas, entre ellas recuerda a Marta Acevedo, Marta Lamas y Paloma Villegas; estuvo al pendiente de la I Conferencia Internacional de la Mujer (1975) organizada por la ONU en México, y entró en contacto con otras organizaciones que ya para entonces empezaban a formarse y hablar de la condición social de las mujeres.
En 1976, ingresa a la UABJO como maestra en el entonces Centro de Sociología, donde junto con sus alumnas, Guadalupe Musalem, Ruhama Ortiz y otras inician la lectura de temas feministas para estar informadas. Ahí, en el viejo edificio conocido como Labastida, por el parque que está enfrente en honor a Antonia Labastida, en un pequeño cubículo muy cerca del corazón de Oaxaca, se gestó la idea de formar el Grupo de Estudios sobre la Mujer “Rosario Castellanos” que persiste siete lustros después.
Precisamente la autora feminista más importante del siglo pasado es una de sus primeras lecturas en aquel camino: “nos sirvió mucho su sentido del humor y luego empezamos a entrar en contacto con otras mujeres, el colectivo Boston, por ejemplo”.
La feminista, escritora e investigadora Margarita Dalton recuerda a la directora del Centro de Sociología, Regina Gibaja, quien les decía ¿pero cómo saben ustedes que las mujeres quieren liberarse? ¿Cómo saben si quieren que las liberen? Luego se ríe a carcajadas, “no sabemos”, era la respuesta.
Tranquila con un enorme aprendizaje de vida, Margarita Dalton sostiene seria que ser feminista “fue algo muy orgánico, una experiencia de largo alcance”.
La clave es la conciencia, cuyos procesos ha gustado de estudiar y que aprendió desde niña, cuando tenía que hacer exámenes de conciencia antes de comulgar, “la palabra conciencia estaba conmigo desde muy niña…una de las cosas que me parece que es uno de mis descubrimientos dentro de este proceso de la conciencia es que la conciencia es irreversible”.
De primera dice que no sabe cuál es su trabajo más importante como feminista, pero luego recuerda y denota entusiasmo hasta por los poros, cuando se refiere al Fondo de Becas Guadalupe Musalem, un trabajo de equipo destinado a apoyar a niñas con pocas posibilidades de seguir estudiando su preparatoria, por ahora van 83.
“Ellas se transforman, nos revelan su enorme inteligencia, su capacidad para desarrollar las oportunidades que tengan, ahí están los premios que ganan, cómo se desenvuelven, su trabajo en la comunidad, sus calificaciones…transforman sus vidas”, aunque reconoce que lamentablemente no siempre es así.
Desmitificar el matriarcado, una satisfacción que le sabe bien, le huele a Istmo de Tehuantepec, donde conoció a las “zapotecas maravillosas que me iluminaron, me mostraron un mundo distinto al que conocía, aunque mujeres maravillosas y extraordinarias las hay por todos lados”, como las presidentas, el otro trabajo que la llena de orgullo porque dice que “es necesario recuperarlas, hablar con ellas”.

Somos pacifistas y estamos haciendo la revolución

Optimista dice que sí hemos avanzado. Explica que el sistema patriarcal que se ha mantenido durante miles de años, es difícil cambiarlo de la noche a la mañana. “A los señores no les vamos a quitar nada.
Lo que queremos es compartir la responsabilidad, porque la organización social es una responsabilidad, es como nuestros actos, es una cuestión de química, de física o ciencias exactas, si haces algo tienes resultado, pues si haces algo en la vida social de una comunidad también tienes resultados”. Los ejemplos, plantea, están en la violencia y en no buscar otras formas de resolver el problema, como permitir la legalización del consumo de algunas drogas.
Por el contrario lo único que tenemos es un estado de miedo, de terror, muy violento…un deterioro social porque no “se fabricarían armas si se considera que lo más importante es la paz”.
En ese punto, sostiene que si algo tienen claro las feministas es su sentido por la paz, “no queremos la guerra” e históricamente así lo han demostrado poniéndose frente a los tanques, los misiles, las bases militares o convenciendo a los soldados que regresaban mutilados por la guerra de Vietnam para que protestaran en EEUU, las israelíes y palestinas juntándose para buscar la paz, o la marcha de Canadá hasta Argentina y todo ello a lo largo de más de cuatro décadas porque el feminismo es un movimiento pacifista y con el pacifismo estamos haciendo una revolución, expresa en una mezcla de indignación y entusiasmo.
Los cambios no son rápidos y desafortunadamente entre la guerra y la paz no hemos logrado grandes avances, pero hemos aprendido a resolver conflictos, a educar de otra manera anteponiendo el diálogo, la paz.
¿Tenemos que articularnos las mujeres, las feministas, para hacer algo hoy en México?
Cierto, no lo hemos hecho, lo tenemos que hacer.

102 años no son nada, no hemos llegado ni a la mitad

Yo siento que la lucha entre el feminismo y el patriarcado es muy grande y quienes tienen los privilegios no quieren soltarlos, sostiene y añade que aunque hay avances que se muestran en los espacios (públicos) que ocupan las mujeres, lo siguiente será que esas mujeres estén comprometidas con la agenda de las mujeres, no se trata de que llegue cualquier mujer sino las que estén dispuestas a trabajar contra la violencia, por una educación no sexista y para que las mujeres tengamos igual cantidad que los hombres en los puestos de decisión. Tenemos que hacer que lleguen mujeres sí, pero con consciencia de género.
“El feminismo tiene futuro, la lucha no es nueva pero tampoco estamos a la mitad del camino, ni si quiera llegamos a la mitad de camino”, apenas dice Margarita Dalton “estamos dando los primeros pasos, seguimiento a los que dieron las mujeres de mediados y finales del siglo XIX y a principios del XX, “esas pioneras maravillosas”.
Y ejemplifica con la directora de Vesper, periódico revolucionario, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, quien sin ningún recurso se opuso sistemáticamente a la dictadura, la tuvieron presa varias veces, “pero ella siguió y siguió luchando” y las que lucharon por el voto que no se consiguió en 1917, pero insistieron, por eso digo como la canción 20 años no son nada, 102 años no es nada.
Con todo su aprendizaje y su experiencia advierte que “por el bien de los hombres, de las mujeres, de la humanidad las mujeres tenemos que participar más” y cita a la intelectual y poeta norteamericana Adrianne Rich quien afirmó que los hombres a pesar de todo su poder no habían logrado establecer la paz en el mundo.
Y agrega, no han logrado hacer un mundo sustentable, no han logrado muchas cosas, el mundo sufre calentamiento global, falta de agua, extrema pobreza, este es el mundo que hemos heredado de un sistema patriarcal y las mujeres no podemos echarnos para atrás. Por eso creo que el feminismo tiene futuro.