A Reserva
Malabaristas del circo azul
Bárbara
GARCÍA CHÁVEZ
Tras doce
años de poder político, el PAN se cae quebrado por el ascenso de Peña Nieto,
que con espada en mano, “justiciero por las causas revolucionarias” con la
sonrisa ensayada, vacía pero sin duda carismática, blandeando el regreso de un
PRI renovado pero igual, que representa
la historia insuflada durante los últimos 80 años de vida “institucional” de la
República, que antes defendió Juárez de los conservadores y sus alianzas con
los invasores.
El PRI
regresó por sus fueros, demostrando que la paciencia y la
perseverancia son sus mayores virtudes.
¿Seguimos
en la alternancia? Formalmente si,
después de optar por la ortodoxia y el conservadurismo hoy seguimos alternando
a pesar de la reincidencia, la disyuntiva favoreció otra vez al priismo
pródigo. Preferimos al diablo, por conocido… y rematamos con el pavoroso dicho
del panismo hoy vencido “haiga sido como haiga sido”.
La
realidad es que la élite de poder continúa con sus posiciones bien mantenidas.
Claro
que al regreso del tricolor, se reeditan paralelamente las aberraciones
políticas que dieron origen en su momento a las concertasesiones aún más impías,
azuzadas por el poder perdido, el relevo de mando y claro la masa política
desocupada y voraz. Los malabares del PAN comienzan a desplegar genuflexiones alienadas
que a algunos desencantan y a cuan más de las y los demás indigna pero no
asombra.
Lo que
se ha llamado electoralmente “la debacle del PAN” va más allá de simples
calificativos de índole sufragista; implica que una clase política desplace a
otra en el entramado del dominio político y económico. Miles de personas serán
despedidas de la burocracia formal y las asignaciones fácticas de contratos y
beneficios.
En
Oaxaca se ha vivido en los últimos tres cambios de poderes estatales, y de
forma especial se han resentido sus efectos en la más reciente, precisamente en
la alternancia del PRI a la coalición PAN-Izquierdas, cuyos efectos aún no
permiten equilibrar la situación política socioeconómica.
Pero
sin duda esta faceta del despoder no es la más preocupante para la dirigencia
panista, que da bandazos y se retuerce de un lado a otro para mantener el
equilibrio, para no caerse y seguir saliendo en la foto; los absurdos van y
vienen, los enredan en desatinos paradójicos.
El 6
de julio, el presidente del Partido Acción Nacional, Gustavo Madero, anunció
que su partido impugnaría las prácticas fraudulentas que se registraron tanto
en el proceso electoral como el día de la votación. Dijo que el PRI gana a
billetazos y con engaños, y que su partido presentaría quejas por la presunta
compra de votos, la injerencia de gobiernos estatales en las campañas, la
distribución de tarjetas con dinero, los vuelos privados empleados por Peña
Nieto, y la compra de espacios en espectaculares, entre otras supuestas
irregularidades. Madero señaló entonces, el manejo político que se le dio a
algunas encuestas de preferencias electorales, y el rol que jugaron algunos
medios de comunicación.
Mientras
tanto la candidata perdedora del PAN, Josefina Vásquez Mota, se guardaba en el
silencio de los sepulcros, callando y otorgando su fracaso.
Después
el mismo Madero, que como dice una cosa dice la otra, afirmó airado: “Acción
Nacional no le hará el caldo gordo ni al PRI ni al PRD, pues ambos partidos
políticos pretende poner en cada extremo al PAN”. Coherente ¿no?
El 11
de julio ya cantándose los resultados electorales, Gustavo aseguró su
compromiso de mantener una actitud responsable frente a las irregularidades en
el proceso electoral presidencial y sostuvo que las pruebas con que se contaban
eran insuficientes para anularlo.
En su
siguiente aparición Madero mencionó tener una gran responsabilidad con el país,
por lo que seguirá con su contribución como una segunda fuerza política en el
Senado y la Cámara de Diputados, para que México continúe con su avance y
defienda lo que ha logrado a partir de la transición democrática.
Mientras
tanto Peña Nieto y su partido hacen lo propio, en un peregrinaje de
legitimación flanqueado por dos premisas –declaraciones que solo permiten
reconocer o sumarse-. La primera de Joaquín Coldwell, presidente del PRI: “Estás
son las elecciones más equitativas y transparentes en la historia del país”; la
segunda expresada por el propio Peña Nieto: “Mi interés es tener una apertura,
un diálogo, con todas las expresiones políticas...A tener un diálogo a partir
del reconocimiento que haga él (AMLO) a esta presidencia ganada por el voto
mayoritario de los ciudadanos”.
A este
llamado, rápidamente el PAN decidió su futuro, aprovechando la buena voluntad
del presidente Calderón con su sucesor, a quien no solo reconoció desde un
principio, y se congratula a cada momento y sospechosamente al parecer de
propios y extraños. Claro que hay acuerdos y claro que pasan por la complicidad
y la impunidad; claro que en materia de concertasesiones, quien haga más
malabares y mejores flexiones tendrá un lugar más cercano al corazón generoso del presidente electo. Se
trata de caravanas y como reza el dicho, quien más se agacha, más se le asoman
los calzones.
La
última exhibición cirsense digna de aplausos que el PAN ofreció fue en el
elegantísimo restaurante Sir Winston
Churchill, acto sociopolítico de reconocimiento a Peña Nieto, donde la nobleza
azul se inclina frente a su presidente,
encabezados por su líder, Gustavo Madero, en fila como súbditos los
gobernadores panistas, asegurándole al jefe político que no serán oposición a
su gobierno, al contrario servirán a México sirviéndole a él. ¿Qué tal?
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