miércoles, 15 de octubre de 2014

Susana Chía ¿Yo feminista? Feminismo debe abrir puertas y nuevos paradigmas



Susana Chía ¿Yo feminista?
Feminismo debe abrir puertas y nuevos paradigmas
·      La perspectiva de género para controlar

Soledad JARQUÍN EDGAR
Laura Susana Chía Pérez nació rebelde, confrontadora, cuestionadora, crítica e insumisa frente al sistema establecido y del deber ser que socialmente ha sido impuesto a las mujeres. Habla de la necesidad de crear nuevos paradigmas que generen nuevos roles, espacios, lugares alternativos de vida, donde las mujeres puedan insertarse de otra manera, abriendo nuevas puertas y propone caminos que incluso generen un nuevo porvenir.
Sí soy feminista, afirma, luego explica que es feminista desde una postura que tiene que ver con un replanteamiento de las mujeres y desde las mujeres, hacia nuevos paradigmas. No queremos que nos abran la puerta para ocupar los mismos lugares que hoy tienen los hombres, queremos un replanteamiento en la economía, en el mercado y en el poder, sostiene.
Maestra en Psicoanálisis y en Formación Docente, y licenciada en Biología por la UNAM, Chía Pérez es tajante al afirmar que si las mujeres no entramos (a ese lugar) la crisis ocasionada por el neoliberalismo seguirá igual y generará una externalidad, es decir, una gran bolsa de pobres, con “sujetos del desencanto” o “sujetos neoliberados de valores y de ética” dirigiendo el poder. Nuestra apuesta debe ser, quizá, sacarlos de ahí.
Luego afirma que las mujeres, a veces sin darse cuenta, encuentran otras manera de habitar los espacios de la vida pública, de una empresa, del trabajo, generando nuevas competencias a costa sus vidas.
Seria entre tazas de buen café, propone que a la vida hay que pagarla con dones como la buenas salud, el tiempo libre, la palabra que debieran ser los nuevos espacios de las mujeres, no el silencio, no el agotamiento, no el cansancio, no la de llegar como fardos, caerte en la cama, dormir y al día siguiente pararnos como autómatas para trabajar. Debemos transmitir otra imagen.
El feminismo, su feminismo, apuesta a una sociedad donde hombres y mujeres sean realmente los dueños del planeta, diferente a lo que plantea el neoliberalismo.
Mujeres emblemáticas
Nació en los años cincuenta en la ciudad de México donde vivió hasta los 35 años. Su segunda casa ha sido Oaxaca. Su pasado está escrito a través de sus ancestras. Su madre Concepción que vivió decepcionada con la vida porque no pudo ser artista de cine o televisión y pasó sus días condenada a la cocina y al cuidado de sus hijos e hijas, quienes no fueron un sostén suficiente para ella e intentó en dos ocasiones quitarse la vida, relata Susana Chía lejos del susto que durante años le ocasionó esa historia y que ve como la necesidad de su madre de decir ¡Aquí estoy!
La otra imagen es la de su abuela Juventina que anduvo en la revolución, que se fue con un hombre y que aseguraba que fumaba desde chiquita, cuenta entre carcajadas cuando se acuerda que su mamá callaba a su abuela diciendo que esas cosas no se contaban a las niñas.
La tercera mujer emblemática en su vida fue su maestra de segundo grado de primaria. Se llamaba Amalia Calvo, descendiente de españoles que entonces tenía casi 60 años, pero se comportaba como de 18. Cada día, leía su horóscopo en el periódico y sostenía que estaba de suerte. Su maestra, dice Chía Pérez, vivía la pasión de ser mujer, desde la felicidad, del amor, del porvenir, plena. Una mujer diferente a las otras profesoras y otras mujeres que conocía, que vivían desde la obligación, desde el deber.
Una abuela “liberada” y muy trabajadora que siempre le aconsejó que el mejor amigo es un peso en la bolsa; una madre bonita pero triste e inconformada, y una maestra que gozaba su cuerpo sin pena, le permitieron tomar lecciones de lo que ella quería ser en la vida.
Latosa y alocada
Chía fue una niña y adolescente “latosa” en la escuela y hasta “alocada” para las demás personas porque usaba botas y en la calle le gritaban “bruja”; en lugar de anotar las clases llenaba sus cuadernos de dibujos, nunca logró que su uniforme luciera limpio al término de la jornada escolar. Incluso, recuerda que en varias ocasiones las maestras le pegaron y hasta la llegaron a amarrar.
Quiso ser amiga de la niña de dieces pero esta la acusó de “retozar, parece animalito”, dijo la bien portada compañerita, lo que la llenó de vergüenza, porque lo único que quería era platicar pues era una niña y la otra estaba más estructurada, llena de estereotipos. En la secundaria le prohibieron al resto de las niñas llevarse con ella, porque no era santa de la devoción de las maestras, incluso fue suspendida por leer una novela Jackie la Universitaria. Hoy como mujer madura no alcanza a entender el por qué de tanto susto.
Imágenes de mujeres insignificantes, que no representaban al resto de las otras mujeres, frente a otras importantes que no correspondían a la mayoría y aunque quiso ser como sus compañeras de diez no pudo, asegura que su insumisión llegó a desafiar a su madre que quería que fuera Contadora y ella rechazó esa idea porque quería estudiar Literatura y dejaron que no fuera Contadora solo porque de último momento pensó en ser Bióloga, y se insertó en el radicalismo en que vivía la juventud universitaria de los años setenta, que se opusieron a que Luis Echeverría fuera a la UNAM o que agarró a jitomatazos al rector.
No fueron tiempos fáciles para ella porque como estudiante cuestionó el método científico, “porque la ciencia está hecha para hombres, donde la mujer nada más es un problema, es un dolor, es un cuerpo para parir, es una matriz y si quieres estar ahí, debes ser una mujer muy inteligente, porque la inteligencia es lo más importante, ninguna otra cosa es importante. En la ciencia los sujetos hablan y los objetos callan y la mujer sujeto no existe”.
Cuando hizo el servicio social le tocó ir al laboratorio del sueño con el doctor René Drucker, quien al verla embarazada de su primer hijo le advirtió: “con un día que llegues tarde, te vas, no quiero panzonas aquí”, señaló el connotado científico quien además se caracterizó por acosar a sus alumnas.
Las mujeres, recuerda, ayudábamos en las causas de la “revolución”, porque los revolucionarios eran ellos no había revolucionarias. A nosotras nos tocaba botear no había discurso de las mujeres. Nosotras éramos “las compañeras” que respondían el teléfono. “Si me quería inscribir en el Partido Comunista me decían después Susana, después, aquí lo importante es la actividad”, dice entre risas, para luego aseverar que esas eran las historias de las mujeres en la izquierda, en la revolución, en la oposición.
Pero yo era diferente, mi rebeldía ya pintaba, pintaba en los otros, yo no podía sacar como mujer una voz, una opinión, sino era apoyar los vacíos de los otros, ese vacío los llenamos las mujeres, porque nosotras no podemos sacar el nuestro y nos apropiamos de sus vacíos, los empoderamos, ya sea en la política o la ciencia, expone en entrevista.
Con dos hijos, Susana Chía hace frente a una nueva vida, “primero fue mi desgracia y después una bendición venirme a Oaxaca”. En un principio no encontró trabajo alguno en el que pudiera compaginar su vida de madre con la de profesionista y le dio un giro nuevo a su actividad. A pesar de todo salió adelante, con los años tuvo una nueva pareja, Diego Woolrich, con quien escribe otra historia, una historia que no deja de ser difícil, dice. Se volvió empresaria, vendió una propiedad para instalar su negocio actual y en 2006 fue expulsada de la Canirac porque se opuso a la propuesta de “paz a costa de la represión”, desde hace un tiempo la volvieron a llamar pero les advirtió como era para que después no se sorprendan.
Abrir espacios, resignificar
Por eso asegura que no se trata de abrir espacios para que entren las mujeres sino para resignificar desde lo real, en lo concreto, la lucha de las mujeres no es para que las metan por una puerta y luego les abran otra para que salgan.
Ex consejera de la CEDH y consejera del IMO, Susana Chía explica que esta “un poco peleada con la perspectiva de género” que permite hacer pequeñas reconfiguraciones en lo económico, las leyes, la jurisprudencia, los derechos humanos, la calidad de vida, el fundamento de la estructura social, los aportes del capitalismo donde las mujeres no son vistas. Excedentes de ese capitalismo es la pobreza, la falta de trabajo, el trato de mujeres, las guerras, a la economía, a la mercancía. La externalidad son los problemas sociales, ahí estamos las mujeres.
“Yo no quiero que me abran el espacio, quiero que haya nuevas reconfiguraciones, no quiero que abran las puertas para que entremos y seamos parte de lo mismo, para sostener la estructura de la opresión, necesitamos nuevas reconsideraciones en todos los ámbitos de la vida, pero de manera especial en lo económico, donde el factor social no ha sido fundamental y ahí estamos las mujeres.
Estamos frente a un fracaso del capitalismo, ese fracaso es la externalidad que tiene que ver con la mujer, la pobreza, la escuela, lo social, la salud…Una bolsa que nos están aventando a las mujeres. Un sistema que disminuye las pensiones, la seguridad social, aumenta la migración femenina, la inseguridad de las mujeres, los feminicidios, que reduce el gasto social, pocos empleos y salarios mínimos y lo social es sinónimo de mujer. El capitalismo no se está haciendo cargo de esa externalidad.
Situación que disminuye la calidad de vida de la mujer, porque en este sistema neoliberal y de opresión, la mercancía es lo prioritario. Ahí, las mujeres tenemos que vivir con las consecuencias de estar en el espacio privado y público al mismo tiempo, hasta agotarse a morir, una condena gozosa, porque creemos que cumplimos aunque nos muramos en la raya, de acuerdo con el aprendizaje de la madre perfecta, cumplidora.
Hoy, gracias a ese sistema neoliberal ya no se sufre por falta de…sino por excesos, lo que tenemos que entender no desde lo individual sino desde lo social.
“El capital no piensa en lo social piensa en la movilidad de ese mercado, que fluya el dinero, la mercancía, la utilidad, los cuerpos, pero los cuerpos en tanto mercancías y las mujeres son buenas en tanto están buenas y son mercancía”. De ahí que fuera de ese mercado hay una externalidad, un bote de basura, lo social que está asociado a la pobreza, la miseria, la enfermedad, al daño, la violencia, la depredación, la guerra.
Empresaria feminista plantea que es por ello que se tiene que resignificar esa historia, insertarnos en estos nuevos ámbitos, los que nosotras mismas estamos abriendo, construyendo frente a una sociedad que quiere voltearse pero que ya no puede.
La mirada profunda de Chía Pérez está lejos de lo que los organismos de las mujeres plantean, explica y luego sostiene que son bienvenidas las cuotas de género y la perspectiva de género que no es sino un puente que nos permite insertarnos pero que  nos dice qué hacer y cómo hacerlo.
Perspectiva de género para controlar
“No creo en la perspectiva de género porque está elaborada para tener un control de la insumisión de las mujeres”, afirma en un franco desafío crítico del pensamiento académico que estudia el Género, que asegura busca eliminar la insumisión y que las mujeres sean como los demás.
Consejera del INE hasta 2016 plantea que la paridad generará una “lucha a muerte” por los espacios. Incluso, revela sin decir el nombre, un diputado afirmó: “pinches viejas, que se vayan a su casa”.
Pero las mujeres estamos aprendiendo a relacionarnos entre mujeres, a recomponer el camino y no ser sujetos de la culpa o del castigo, desde nuevos paradigmas no desde la perspectiva de género sino desde el feminismo que tiene una relación con la comunidad, la salud, el bienestar, la sustentabilidad y la vida. Y sí se puede, echémosle un vistazo a Finlandia a Noruega, dice esta feminista que asegura que hoy para muchas personas el feminismo no es sino solo un membrete.
“No sé si estoy mal, no sé si sea la que me equivoque, pero sí creo que las mujeres necesitamos tiempo para repensar, reconsiderar la política pública, la economía, la inseguridad y la guerra” y agrega que todo esto es necesario porque el mercado ha encuerado a los hombres del poder de valores y de ética para colocarlos en el lugar del poder y del dinero, donde las mujeres solo entran como cuerpos, como mercancías para usarlas, usufructuarlas y desecharlas.
La alternativa, concluye, es que abramos puertas, pero distintas a las que ya existen. Puertas donde puedas tener una alternativa de vida. Posibilidades de un porvenir para la niñez y la juventud, no son posibilidades de un destino que para México no es sino pobreza.