miércoles, 15 de octubre de 2014

Las Caracolas, 16 años después


Las Caracolas, 16 años después

Las Caracolas, suplemento feminista de El Imparcial cumple, este mes de octubre, 16 años de vida y, como cada año, el recuento es básico solo como un acto de agradecimiento a quienes lo leen, pero también a quienes lo escriben, a quienes colaboran y de manera especial, siempre, para esta casa editorial que nos confirma cada día que la libertad de expresión no es un acto espontáneo sino que se construye, se solidifica en hechos concretos, como se patentiza en cada una de sus publicaciones. Gracias entonces a la familia Fernández Pichardo por alojar en sus páginas el sueño que se volvió tarea, satisfacción, emprendimiento.
Son 16 años de contar historias, las historias de las mujeres de Oaxaca, incluso, del país y del mundo, desde una visión donde ellas se vuelven protagonistas en la construcción cotidiana de una sociedad que busca la igualdad, alejarnos de la hegemonía masculina que tanto daño ha causado y sigue causando, en específico contra las mujeres por ser mujeres y, en lo general, contra todas las personas. Hoy es innegable que México vive condiciones de desigualdad que se manifiestan en la violencia que desangra familias, comunidades y sociedades enteras.
En estas páginas el análisis desde la academia y desde el activismo feminista, de todos los feminismos, han quedado plasmados, aquí todas las mujeres que emprenden acciones a favor de la igualdad sustantiva, real, concreta, las que sueñan y trabajan por un mundo mejor han encontrado el espacio y la libertad.
Las Caracolas de El Imparcial ha documentado a lo largo de sus casi 500 números esa violencia, lo ha dicho desde un principio, ha sido eco constante y permanente para que las organizaciones sociales nos alerten de esa condición de desventaja en la que vivimos. Esa violencia que hoy cobra víctimas inocentes en las niñas y en las mujeres y que ha ensanchado su práctica horrorosa y despreciable, como muestra irrefutable de que no hemos hecho lo suficiente para cambiar el destino de miles de mujeres cuyas vidas han sido robadas, como sus cuerpos utilizados, para satisfacer a las hordas de la misoginia con representaciones en todos los niveles sociales, desde los más preparados en las instituciones de educación hasta los analfabetas; desde los hombres ricos y con poder, hasta aquellos que carecen de todo; ateos y creyentes confesos, fundamentalistas que ven en las mujeres cuerpos-objeto y no seres humanos. Es la condición social, la cultura, la educación, la que pareciera no podemos cambiar, pero que tampoco hacemos nada por cambiar.
Las leyes siguen sin amedrentar a los feminicidas, no importan las pesadas condenas que pudieran recaer sobre ellos de encontrarse culpables; las mujeres como el resto de la sociedad vivimos el temor permanente, no podemos ignorar la realidad, en tanto los gobiernos -municipal, estatal y federal- siguen sin dar cuentas positivas a nuestra demanda de seguridad, se vuelven irremediablemente omisos porque no llegan al fondo. Sí, somos una sociedad harta de esos gobiernos y sus instituciones públicas que siguen sin articular políticas públicas reales y verdaderas desde una perspectiva feminista. 16 años son pocos años para ver cambios, pero la sociedad ha cambiado, peor para quienes no quieren ver eso. Quienes siguen sin moverse de la comodidad y los beneficios del patriarcado son los gobiernos, lo que incluyen por supuesto a mujeres y hombres, seres inconscientes pero satisfechos, conformes, gratificados por el falso aplauso y el mal consejo.
Hoy celebramos nuestros 16 años, con el acompañamiento de mujeres jóvenes en la edición de Las Caracolas de El Imparcial, nuevas generaciones de profesionistas con una visión diferente escriben en este espacio, gracias a esas tres plumas por acompañarnos en este último año: Aurea Ceja, Noemí Domínguez y Anel Flores, sus visiones son fundamentales, hoy más que nunca frente a la desgracia de vivir en un país donde la vida de las personas jóvenes parece ser despreciada por quienes cometen crímenes atroces como sucedió recientemente con estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero.
Son 16 años, no sabemos si habrá más o serán todos, pero lo hecho hasta hoy resulta altamente gratificante en esta tarea periodística que no busca otra cosa que reflejar la condición social de todas las mujeres.