viernes, 15 de agosto de 2014

Del acompañamiento y sororidad entre mujeres



Del acompañamiento y sororidad entre mujeres

Noemí Domínguez Gaspar*
El interés por abordar las diversas problemáticas que surgen en los círculos feministas, tiene como objetivo promover la autocrítica al interior de nuestros muy diversos grupos, generar nuevas dinámicas haciendo uso desmedido de la creatividad e innovación, facilitarnos otros mundos posibles, claro está, en la medida de nuestras posibilidades, atrevernos no sólo a enunciar y a vivir nuestras utopías, exponer nuestro traspiés, “talones de Aquiles”, pero no parte de la pretensión de hacer escarnio de nadie, no se trata de una nueva modalidad de quema de “brujas”, planteo que, al tener conciencia clara sobre nuestras problemáticas podríamos en lo individual y lo colectivo, poner en práctica lo aprendido, pues, como compartió en alguna ocasión la feminista colega Mercedes Olivera
- “Sí, tenemos que aprender, el trabajo colectivo es muy difícil pues aunque sumamos fuerzas y capacidades no todas vivimos igual la experiencia ni estamos en circunstancias iguales.  Es una pena, pero es la realidad, tendríamos que hablar de estos problemas para aprender y para no sentir el dolor en la forma en que nos llega, la conclusión que yo he sacado es que de uno o una y de la otra parte han habido callados desencuentros que van creciendo hasta explotar y no nos hemos dado el tiempo para hablarlos con toda sinceridad y profundidad, a su tiempo. 
“Asumir que lo que hace una lo hace por y para todas no es fácil, por los ritmos, las diferentes ocupaciones y responsabilidades algunas compañeras dejan que la otra haga las cosas y después se sienten desplazadas por quien si ha podido y tenido tiempo y oportunidad de hacerlas. Creo que tendríamos que hacer un seminario sobre cómo respetar las individualidades dentro de los colectivos y como establecer formas de comunicación profundas, con el corazón y la mente para no dejar que los resentimientos y las violencias se acumulen”. (Mercedes Olivera, diálogo e intercambio de experiencias en Abril de 2014).
Este breve escrito no devela el hilo negro en cuanto al tema de las prácticas éticas y solidarias entre mujeres, otras compañeras, maestras de la vida, nos han precedido en este quehacer, mujeres en  todo el mundo, desde Occidente hasta nuestra América, han tenido a bien abordar los diferentes mecanismos que han generado las mujeres a partir de sus experiencia emancipadoras, transgresoras e innovadoras desde el feminismo.
Este no es más que un pequeño ejercicio que intenta sumarse a los nuevos pactos de sororidad y acompañamiento entre mujeres, práctica que en mi experiencia personal, es viable, ardua, compleja, que cuando hay disposición, puede ser una realidad posible, en un mundo donde la competencia, la deslealtad, la sobrevivencia del “más fuerte” se han vuelto valores incuestionables hasta dentro del interior de movimientos humanísticos de vanguardia como el feminismo.
Crear colectivos de mujeres unidas por una o varias causas en común va más allá de la voluntad y hasta de la conciencia política, algunas compañeras indígenas dirían hay que “corazonar” los acuerdos uno a uno, sopesando todos sus significados y dándonos espacios para hablarlos.
¿Cómo y por qué se llega al feminismo?
En mi experiencia personal, mis primeros acercamientos al feminismo fueron en espacios llamados “académicos”, espacios que a pesar de las críticas que pueda tener (como otros espacios), para muchas mujeres ha sido la puerta de entrada para vivir y reproducir cambios de gran trascendencia en nuestra vida, tanto en ámbitos individuales y sociales. Seguramente antes, en la vida cotidiana tuve otras experiencias que marcaron mi vida sin tener “conciencia plena” de la desconstrucción de las jerarquías opresoras dentro del patriarcado capitalista en el que vivimos, mis primera gran maestra fue mi madre, después mis maestras de la escuela, quienes se convirtieron en amigas, referentes reales de la propuesta transgresora del feminismo, “las mujeres somos humanas”.
Llegar al feminismo produce dudas, sustentadas en los prejuicios, yo misma me decía que quería saber que era “eso”, no odiaba ni odio a ningún hombre, tampoco idealizaba a “la mujer” como sujeta social, no creía en los esencialismo que me recordaban al viejo indigenismo paternalista, no tenía ninguna certeza pero sí muchas dudas, las dudas, preguntas, las crisis que nos llevan a buscar caminos, a generar cambios, o crearnos nuevas prácticas.
En los espacios feministas, he encontrado muchas coincidencias, divergencias, amistades y acompañamiento durante el recorrido de la vida, la metáfora de las “gafas violetas” detalla claramente el nuevo sentido que se adquiere con nuevos marcos epistemológicos, éticos y humanísticos desde el feminismo con todo lo que se pueda sumar. Pero el ser feminista puede llevarnos a trampas puestas por el sistema patriarcal en sus múltiples expresiones, a veces a manera de órganos gubernamentales, de asociaciones civiles, de subsidio, en la misma academia o desde la autonomía, aparecen como fantasmas, problemas que parecieran ser del pasado, pues como dijera nuestra querida Sylvia Marcos:
“Estos embates a las relaciones intra-genéricas para poner una diversidad de trampas a través de subsidios y otras prebendas que enemistan y confrontan a las compañeras de manera profunda y crean disensiones muy dolorosas. Yo las he vivido y hay que sobrevivir para derrotar a esos sistemas que tratan de dividirnos y destruir nuestra colectividad” (Sylvia Marcos, dialogo e intercambio de experiencias en Abril de 2014).
No es suficiente declararse a favor de las mujeres, por conveniencia, para ganar un dinerito, un subsidio, feminista de “dientes pa´fuera”, tampoco quiero decir que haya un feministometro, sin embargo, si hay propuestas para vivir una cultura feminista, de no violencia, no opresión, de poderes vitales para crearnos nuestras propias realidades alternas ante las imposiciones violentas; no es una tarea fácil, la colega Marcela Lagarde, nos compartiría en alguna ocasión que:
-“Convertirnos en feministas, implica un arduo camino de extirpación personal de los contenidos patriarcales del mundo alcanzable, sino, sobre todo, de nosotras mismas. Una cosa es coincidir con aspectos de lo que a lo largo de tres siglos hemos planteado las feministas y  convertido en concepción del mundo, en filosofía y, sobre todo, en ética política,  y otra cosa es irlo asumiendo como un cambio de piel y más aún de entrañas. Y, en cuanto a la sororidad, se trata de una política explícita para lograr entre mujeres y, de manera prioritaria entre feministas. Un ramito de principios éticos que concretan lo ya dicho entre nosotras y transforman nuestras relaciones. La sororidad es una delicia, hay que probar sus mieles…” (Marcela Lagarde, dialogo e intercambio de experiencias en Marzo de 2014).
Probar nuevas formas de ser, otras posibilidades, invitación que también nos hizo  Rosario Castellanos en su obra Meditación en el umbral, es un compromiso serio, que se hace con valor y conciencia, donde  tendremos que espejearnos en las otras, en las niñas, jóvenes, ancianas, en las lesbianas, las activistas, las académicas, somos diferentes, la diferencia no debería ser sinónimo de rivalidad ni fragmentación, una idea difícil de poner en práctica sobre todo en una sociedad con poca tolerancia a la diversidad y a la democracia como lo es nuestro México lindo y querido, sin embargo, el camino se hace al andar, como nos canta Joan Manuel Serrat.
Les propongo, comencemos por renovar, reconstruir nuestras relaciones entre feministas (principalmente mujeres, no dejando de lado a hombres), yo tengo como meta personal, reconocer las habilidades, liderazgos o virtudes en otras compañeras, nunca tratar de colocarme en una posición de juez, ni de poder opresor, trataré de realizar ejercicios críticos de diálogo con otras compañeras, nunca desde la imposición. ¿Tú, qué podrías proponer?
Dichos cambios no vendrán por arte de magia, por generación espontánea, no tengamos falsas esperanzas en las otras, hagamos pequeñas acciones, no generemos expectativas fuera de nuestra individualidad.
Continuaremos con esté “diálogo de saberes”, cierro brevemente este apartado con una cita de quien reconozco como una de mis maestras:
“Falta mucho por recorrer. No ayuda idealizar a las otras, pero sobre todo a nosotras mismas, tampoco a los procesos y las instituciones. Nosotras avanzamos por fisuras, a cada paso hay una reacción contraria y nosotras, de vuelta a sostener lo creado para que no se derrumbe y debamos recomenzar de más atrás y con daños. Ser feministas nos fortalece; pensar y sentir feminista nos va edificando y nos permite sintonizar con lo mejor que vamos siendo, con las demás, con los hombres y con el mundo. (Marcela Lagarde, dialogo e intercambio de experiencias en Marzo de 2014).

*Antropóloga y feminista, egresada de la licenciatura en Etnología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, colaboró como ayudante de investigación en el programa de Investigación Feminista con el Dr. Daniel Cazés en el CEIICH- UNAM.
naomimiza@gmail.com