jueves, 27 de septiembre de 2012

¿Yo feminista? Martha Castañeda



¿Yo feminista?
Martha Castañeda, la mirada desde las mujeres
·      Avances importantes y graves retrocesos
·      Se necesita educación, derechos reales y política públicas

Soledad JARQUÍN EDGAR
Antropóloga Física con maestría en Salud Pública, Martha Aída Castañeda Pérez, señala que es feminista desde que se acuerda por sus hechos, sin embargo consciente se asume como tal en 1994, cuando se adentró en el tema frente a la Conferencia Mundial de Población y Desarrollo del  Cairo y percibió entonces un filón de cambio para la humanidad.
En la conversación denota tranquilidad, piensa las preguntas, las respira y luego contesta, su actitud denota a una mujer inteligente que ha basado su trabajo de investigación en “lo que dicen las mujeres”, un punto distinto y revelador para las instituciones.
Se asume feminista y sostiene que el feminismo tiene futuro: “no se puede crecer  la conciencia humana sin feminismo y lo que hace falta ahora en el mundo es que la conciencia humana aumente”, por eso su trabajo de casi 20 años ha dejado cambios sustanciales en las mujeres donde les habla de sus derechos, cómo emplearlos, les crea consciencia ciudadana.
Martha Aída Castañeda Pérez llegó a Oaxaca en la década de los ochenta buscando su independencia y la encontró en ella misma, en sus decisiones, hoy sin que lo diga muestra a una mujer que se fortalece con la sabiduría acumulada con la experiencia y el recuento le parece bueno.
Para mi ser feminista era un estigma. Pero un día se encontró con la noticia sobre la realización de la Conferencia Mundial de Población del Cairo, leyó con interés los planteamientos y encontró la posibilidad de un cambio importante. Así buscó y encontró a otras que como ella pensaban en la posibilidad de transformar la realidad social, desde entonces su trabajo profesional, sus investigaciones, sus talleres, sus pláticas y conferencias, sus búsquedas permanentes han estado impregnadas por el feminismo.
Así empezó su militancia con mujeres afines a sus ideas y aprendiendo de otras en organizaciones como el Foro de mujeres y políticas de población, con miras a la Conferencia de El Cairo; es integrante y fundadora del Comité por una maternidad sin riesgos y de la Red de asesoras y promotoras rurales que acaban de cumplir 25 años. Ha estado presente en otros organismos como el Movimiento Amplio de Mujeres y en lo que la prensa tituló el grupo de mujeres impulsando la no violencia.

Avances y retrocesos

A la distancia Martha Castañeda Pérez señala que hay avances sustanciales para las mujeres. La primera, dice está relacionada con la nueva generación, las jóvenes de hoy han heredado de sus madres mayores libertades y mejores oportunidades.
Hoy, “ya se sabe que tenemos derechos, pero poco se ejercen esos derechos”, dice la antropóloga física asesora del Centro para los Derechos de la Mujer “Naaxwiin”, quien apunta que en los derechos reproductivos se paso de ser un asunto de explosión demográfica a un derecho a decidir cuántos, cómo y con quién tener hijos; hay mayor acceso a anticonceptivos y se visibilizó morbilidad y muerte materna, pero el hecho de que ahora se planteen los derechos obstétricos es el paso más importante porque las instituciones son las que más violentan los derechos de las mujeres.
En ese sentido, Castañeda Pérez quien es autora de diversas investigaciones publicadas en textos diversos, reflexiona y plantea que muchas veces cuando se habla de violencia contra las mujeres, de inmediato pensamos en lo que sucede en la familia, sin embargo, afirma que es en las instituciones donde más se violentan los derechos de las mujeres.
Y exclama con naturalidad: “en las instituciones de salud es una cosa horrorosa la violencia contra las mujeres por el punto de partida que tiene la institución médica, donde se descalifican los saberes de las mujeres y se acepta o tiene que aceptarse lo que digan los médicos y todo recae sobre el cuerpo de las mujeres, las cesáreas innecesarias, los cortes, los malos tratos…”.
Por eso le parece importante que las feministas plantearan la violencia obstétrica y la necesidad de legislar en ese sentido; el hecho que haya una iniciativa es un avance, pero reconoce que aún falta mucho para que quienes integran la Legislatura lo aprueben, porque no lo entienden, hay desinformación y las mujeres tendremos que seguir empujando esa iniciativa.
El tema que más le apasiona y lo denota la forma en que lo narra es la insufrible muerte materna que desafortunadamente sigue siendo alta y señala que el primer responsable es el Estado como garante de los derechos de las mujeres.
Sí, dice, ahora tenemos vigilancia y monitoreo mayor a los servicios médicos sobre la muerte materna pero aún así persiste la negligencia médica alrededor del parto, las regresan a su casa, no quieren que estén mucho tiempo en el hospital y las dan de alta de forma inmediata y nadie vigila las reacciones, las infecciones que las matan.
Se agobia mientras observa el tamaña del problema sobre el que ha trabajado durante casi dos décadas y que le han permitido ver otros escenarios que considera injusto como la tenencia de la tierra, donde ellas solo pueden ser herederas de la parcela, cuando el marido muere y el hijo es menor de 18 años; ninguno de los programas del campo tienen una visión que mire las necesidades de las mujeres, las siguen viendo como “las que ayudan”. Lo dice con la claridad que le da realizar un diagnóstico sobre los programas que los gobiernos destinan al campo.
Como vemos hay avances, pero hay muchas leyes que no se aplican, otras que no sirven a las mujeres, son totalmente misóginas, machistas, por otro lado las instituciones son producto de un modelo civilizatorio, entonces lo que debe cambiar es ese modelo:
“Para mí quien debe estar al centro de los modelos es el ser humano y la reproducción del ser humano, pero no está, en el centro del modelo civilizatorio sólo está el consumo, el negocio. Ese modelo nace desde la perspectiva patriarcal, el control de la naturaleza, el “hombre” que produce ganancias, que provee, desde ahí se están mirando a las mujeres, que ni siquiera éramos ciudadanas”.
Entonces podemos concluir que las instituciones que queremos que trabajen con una perspectiva de género no están hechas para eso, se necesita de un verdadero cambio y la institución médica es donde se ve esto más claramente. Ellos dicen que están salvando la vida, pero ellos se sienten dueños del cuerpo y de la vida de quienes atienden. Controlan el cuerpo de las mujeres desde su sabiduría y los saberes de las mujeres no cuentan, dice la feminista.
En Naaxwiin, Martha Aída Castañeda Pérez tiene una permanente relación con mujeres adolescentes y jóvenes, las prepara como promotoras en derechos reproductivos y sexuales, ha impartido talleres en casi 60 comunidades y municipios de la región del Istmo, su mayor angustia es la violencia que viven las mujeres, pero admira la forma en que estas mujeres establecen estrategias de protección a sus hijas.
Sobre las comunidades indígenas, Castañeda sostiene que hay avances, ahora muy pocas niñas y jóvenes no tienen acceso a la educación básica, aunque esa educación sea de muy mala calidad, el problema es que no es suficiente para producir un cambio en sus vidas.
La razón está basada otra vez en la falta de políticas públicas, en el campo suman ya años y años sin una verdadera política para impulsar a ese sector, ellas emigran algunas al trabajo doméstico, otras como empleadas de pequeñas tiendas en la ciudad y hasta las casadas se quieren ir de sus comunidades. Eso demuestra que la educación básica no les da mayor movilidad social, aunque se pueden defender un poco más. Por otro lado es claro que quien “educa” o deseducan son los medios de comunicación, la expectativa es consumir, no hay más allá para ellas. Entonces se necesita buena educación y políticas públicas para cambiar su condición de vida.
Los pasos, saberes y preocupación de Martha Castañeda han dejado huella en comunidades como Matías Romero, San Juan Guichicovi, Santa María Petapa y las poblaciones huaves, entre otras muchas que se suman a lo largo de casi 20 años, pero cuando las jóvenes promotoras dejan la formación que tiene un proceso de tres años, me da cierta tristeza porque no podemos retenerlas, les damos una beca que nunca será suficiente, pero me queda el consuelo de que lo aprendido les servirá en sus vidas.

Un gravísimo retroceso

En la actualidad, Martha Castañeda realiza un diagnóstico y, como sucede en otras entidades, ha detectado que a muchas mujeres se les implantan el DIU sin su consentimiento tras un parto, lo que significa –dice- un retroceso en el largo camino que ha andado, lo que es una gravísima violación a los derechos de las mujeres. Pero no sólo eso, añade, se siguen produciendo las cesáreas innecesarias lo cual es un negocio y por tanto un acto de violencia obstétrica.
Esto ocurre en las clínicas del IMSS donde quien atiende sostiene que en el hospital no hay personal suficiente y las mandan a clínicas particulares donde les cobran mínimo 15 mil pesos, lo mismo sucede en las clínicas de Salud estatal, donde invariablemente les practican cesáreas, sin descartar los malos tratos.
Sostiene que es necesario mostrar cómo el seguro popular no funciona en las comunidades indígenas porque no hay clínicas de salud, lo que echa por tierra la “cobertura universal”, que es un hecho: no existe.
Lo que hoy se conoce como parto humanizado, sin duda tiene su principio en la larga tarea que durante años ha realizado en las comunidades indígenas, a ella corresponden las investigaciones sobre el acceso y calidad de la atención de mujeres embarazadas; su  investigación sobre los presupuestos que se destinan a la atención médica que durante años documentó el aporte financiero de las mujeres pobres e indígenas y sus familias.
Durante mucho tiempo el trabajo de Martha Castañeda ha puesto todo su esfuerzo en demostrar los por qué de la muerte materna, desde la voz de las mujeres, incluso ha formado parte de un grupo de investigadores que puso en la agenda nacional el tema de la atención obstétrica de emergencia y se alcanzaron algunos adelantos. Sin embargo, reconoce que el entramado de la dependencia impide toda posibilidad de cambio.
Martha Castañeda Pérez aprendió que los grandes cambios empiezan por cosas sencillas y hasta pequeñas, su experiencia viene de su propio trabajo, como el desarrollado en Tlahuitoltepec, donde  implementaron un decálogo de buen trato para usuarias y usuarios, cómo ellas y ellos querían ser atendidos, con su propia definición de buen trato.  Además de una norma de respeto a las mujeres en trabajo de parto y para las parteras. Ambos documentos se presentaron como iniciativas municipales y fueron aceptados en las instituciones de salud.
Pero eso no se consigue en las instituciones, donde lo que sobran son normas y reglamentos que dicho sea de paso nunca cumplen, todo depende de la voluntad del secretario de Salud o del delegado del IMSS en turno, y de las personas que son sus subalternas, todo cambio pequeñito en el IMSS o en Salud implica cambiar muchas cosas hacia arriba, se les complica.

El dinero del diablo

Martha Castañeda Pérez fue integrante de una red mundial de mujeres que hizo un diagnóstico denominado Las mujeres en la mira del Banco Mundial, su objetivo fue analizar el programa Oportunidades que para muchas mujeres resultaba ser “el dinero del diablo”. El programa entonces, como sucede ahora, carecía de perspectiva de género, se centraba en las mujeres y no respetaba ningún derecho de ellas. Pero sigue funcionando porque la realidad es que los gobiernos no hacen caso, no escuchan.
Las cosas considera podrían cambiar si las mujeres y los hombres en cargos de gobierno tuvieran otra perspectiva y fueran capaces de cambiar la mirada patriarcal y misógina de lo que es la acción de gobierno. Se necesita crear ciudadanía y eso requiere saber qué está pasando desde abajo y, por supuesto, que las mujeres se muevan por sus derechos.
Por ello destaca que el avance de las mujeres no se puede medir aún por lo que hayan hecho los institutos de las mujeres. Pero el hecho de ver una mujer en el gobierno municipal cambia algo, aún cuando en los municipios se les margine.
Piensa que el feminismo tiene su asiento principal en la izquierda y los institutos fueron creados por gobiernos de la derecha, lo que han hecho es constreñir los avances y reducir todo a normas de operación que no dan oportunidad de producir o construir cambios verdaderos.
Seria, responde que quisiera tener esperanza en las nuevas legisladoras (184 diputadas y 42 senadoras) pero dice “es necesario estar bien claras de que llegaron por un partido político y seguirán la línea de sus partidos, aunque espero que no ocurra así, espero que tengan capacidad de una alianza para que pueda haber avance en la política, en los indicadores…aunque dudo que se pueda”, insiste.
Finalmente, Martha Castañeda afirma que su ser feminista seguirá impregnando su trabajo profesional en las comunidades, lejos de las complicadas estructuras de la burocracia en las que no confía, pero sí confía -aunque no lo expresa- en el feminismo oaxaqueño, el feminismo popular que resurgió en Oaxaca después del 2006 en el que ve un largo futuro.