¿Yo feminista?
Martha Castañeda, la mirada desde las mujeres
· Avances importantes y graves retrocesos
· Se necesita educación, derechos reales y política públicas
Soledad
JARQUÍN EDGAR
Antropóloga
Física con maestría en Salud Pública, Martha Aída Castañeda Pérez, señala que
es feminista desde que se acuerda por sus hechos, sin embargo consciente se
asume como tal en 1994, cuando se adentró en el tema frente a la Conferencia Mundial
de Población y Desarrollo del Cairo y
percibió entonces un filón de cambio para la humanidad.
En la
conversación denota tranquilidad, piensa las preguntas, las respira y luego
contesta, su actitud denota a una mujer inteligente que ha basado su trabajo de
investigación en “lo que dicen las mujeres”, un punto distinto y revelador para
las instituciones.
Se asume
feminista y sostiene que el feminismo tiene futuro: “no se puede crecer la conciencia humana sin feminismo y lo que
hace falta ahora en el mundo es que la conciencia humana aumente”, por eso su
trabajo de casi 20 años ha dejado cambios sustanciales en las mujeres donde les
habla de sus derechos, cómo emplearlos, les crea consciencia ciudadana.
Martha Aída
Castañeda Pérez llegó a Oaxaca en la década de los ochenta buscando su
independencia y la encontró en ella misma, en sus decisiones, hoy sin que lo
diga muestra a una mujer que se fortalece con la sabiduría acumulada con la
experiencia y el recuento le parece bueno.
Para mi ser
feminista era un estigma. Pero un día se encontró con la noticia sobre la
realización de la Conferencia Mundial de Población del Cairo, leyó con interés
los planteamientos y encontró la posibilidad de un cambio importante. Así buscó
y encontró a otras que como ella pensaban en la posibilidad de transformar la
realidad social, desde entonces su trabajo profesional, sus investigaciones,
sus talleres, sus pláticas y conferencias, sus búsquedas permanentes han estado
impregnadas por el feminismo.
Así empezó
su militancia con mujeres afines a sus ideas y aprendiendo de otras en
organizaciones como el Foro de mujeres y políticas de población, con miras a la
Conferencia de El Cairo; es integrante y fundadora del Comité por una
maternidad sin riesgos y de la Red de asesoras y promotoras rurales que acaban
de cumplir 25 años. Ha estado presente en otros organismos como el Movimiento
Amplio de Mujeres y en lo que la prensa tituló el grupo de mujeres impulsando
la no violencia.
Avances y retrocesos
A la
distancia Martha Castañeda Pérez señala que hay avances sustanciales para las
mujeres. La primera, dice está relacionada con la nueva generación, las jóvenes
de hoy han heredado de sus madres mayores libertades y mejores oportunidades.
Hoy, “ya se
sabe que tenemos derechos, pero poco se ejercen esos derechos”, dice la
antropóloga física asesora del Centro para los Derechos de la Mujer “Naaxwiin”,
quien apunta que en los derechos reproductivos se paso de ser un asunto de
explosión demográfica a un derecho a decidir cuántos, cómo y con quién tener
hijos; hay mayor acceso a anticonceptivos y se visibilizó morbilidad y muerte
materna, pero el hecho de que ahora se planteen los derechos obstétricos es el
paso más importante porque las instituciones son las que más violentan los
derechos de las mujeres.
En ese
sentido, Castañeda Pérez quien es autora de diversas investigaciones publicadas
en textos diversos, reflexiona y plantea que muchas veces cuando se habla de
violencia contra las mujeres, de inmediato pensamos en lo que sucede en la
familia, sin embargo, afirma que es en las instituciones donde más se violentan
los derechos de las mujeres.
Y exclama
con naturalidad: “en las instituciones de salud es una cosa horrorosa la
violencia contra las mujeres por el punto de partida que tiene la institución
médica, donde se descalifican los saberes de las mujeres y se acepta o tiene
que aceptarse lo que digan los médicos y todo recae sobre el cuerpo de las
mujeres, las cesáreas innecesarias, los cortes, los malos tratos…”.
Por eso le
parece importante que las feministas plantearan la violencia obstétrica y la
necesidad de legislar en ese sentido; el hecho que haya una iniciativa es un
avance, pero reconoce que aún falta mucho para que quienes integran la
Legislatura lo aprueben, porque no lo entienden, hay desinformación y las
mujeres tendremos que seguir empujando esa iniciativa.
El tema que
más le apasiona y lo denota la forma en que lo narra es la insufrible muerte
materna que desafortunadamente sigue siendo alta y señala que el primer
responsable es el Estado como garante de los derechos de las mujeres.
Sí, dice,
ahora tenemos vigilancia y monitoreo mayor a los servicios médicos sobre la
muerte materna pero aún así persiste la negligencia médica alrededor del parto,
las regresan a su casa, no quieren que estén mucho tiempo en el hospital y las
dan de alta de forma inmediata y nadie vigila las reacciones, las infecciones
que las matan.
Se agobia
mientras observa el tamaña del problema sobre el que ha trabajado durante casi
dos décadas y que le han permitido ver otros escenarios que considera injusto como
la tenencia de la tierra, donde ellas solo pueden ser herederas de la parcela,
cuando el marido muere y el hijo es menor de 18 años; ninguno de los programas
del campo tienen una visión que mire las necesidades de las mujeres, las siguen
viendo como “las que ayudan”. Lo dice con la claridad que le da realizar un
diagnóstico sobre los programas que los gobiernos destinan al campo.
Como vemos
hay avances, pero hay muchas leyes que no se aplican, otras que no sirven a las
mujeres, son totalmente misóginas, machistas, por otro lado las instituciones
son producto de un modelo civilizatorio, entonces lo que debe cambiar es ese
modelo:
“Para mí
quien debe estar al centro de los modelos es el ser humano y la reproducción
del ser humano, pero no está, en el centro del modelo civilizatorio sólo está
el consumo, el negocio. Ese modelo nace desde la perspectiva patriarcal, el
control de la naturaleza, el “hombre” que produce ganancias, que provee, desde
ahí se están mirando a las mujeres, que ni siquiera éramos ciudadanas”.
Entonces
podemos concluir que las instituciones que queremos que trabajen con una perspectiva
de género no están hechas para eso, se necesita de un verdadero cambio y la
institución médica es donde se ve esto más claramente. Ellos dicen que están salvando
la vida, pero ellos se sienten dueños del cuerpo y de la vida de quienes atienden.
Controlan el cuerpo de las mujeres desde su sabiduría y los saberes de las
mujeres no cuentan, dice la feminista.
En Naaxwiin,
Martha Aída Castañeda Pérez tiene una permanente relación con mujeres
adolescentes y jóvenes, las prepara como promotoras en derechos reproductivos y
sexuales, ha impartido talleres en casi 60 comunidades y municipios de la
región del Istmo, su mayor angustia es la violencia que viven las mujeres, pero
admira la forma en que estas mujeres establecen estrategias de protección a sus
hijas.
Sobre las comunidades
indígenas, Castañeda sostiene que hay avances, ahora muy pocas niñas y jóvenes
no tienen acceso a la educación básica, aunque esa educación sea de muy mala
calidad, el problema es que no es suficiente para producir un cambio en sus
vidas.
La razón
está basada otra vez en la falta de políticas públicas, en el campo suman ya
años y años sin una verdadera política para impulsar a ese sector, ellas
emigran algunas al trabajo doméstico, otras como empleadas de pequeñas tiendas
en la ciudad y hasta las casadas se quieren ir de sus comunidades. Eso
demuestra que la educación básica no les da mayor movilidad social, aunque se
pueden defender un poco más. Por otro lado es claro que quien “educa” o
deseducan son los medios de comunicación, la expectativa es consumir, no hay
más allá para ellas. Entonces se necesita buena educación y políticas públicas
para cambiar su condición de vida.
Los pasos,
saberes y preocupación de Martha Castañeda han dejado huella en comunidades como
Matías Romero, San Juan Guichicovi, Santa María Petapa y las poblaciones
huaves, entre otras muchas que se suman a lo largo de casi 20 años, pero cuando
las jóvenes promotoras dejan la formación que tiene un proceso de tres años, me
da cierta tristeza porque no podemos retenerlas, les damos una beca que nunca
será suficiente, pero me queda el consuelo de que lo aprendido les servirá en
sus vidas.
Un gravísimo retroceso
En la
actualidad, Martha Castañeda realiza un diagnóstico y, como sucede en otras
entidades, ha detectado que a muchas mujeres se les implantan el DIU sin su
consentimiento tras un parto, lo que significa –dice- un retroceso en el largo
camino que ha andado, lo que es una gravísima violación a los derechos de las
mujeres. Pero no sólo eso, añade, se siguen produciendo las cesáreas
innecesarias lo cual es un negocio y por tanto un acto de violencia obstétrica.
Esto ocurre
en las clínicas del IMSS donde quien atiende sostiene que en el hospital no hay
personal suficiente y las mandan a clínicas particulares donde les cobran
mínimo 15 mil pesos, lo mismo sucede en las clínicas de Salud estatal, donde
invariablemente les practican cesáreas, sin descartar los malos tratos.
Sostiene que
es necesario mostrar cómo el seguro popular no funciona en las comunidades
indígenas porque no hay clínicas de salud, lo que echa por tierra la “cobertura
universal”, que es un hecho: no existe.
Lo que hoy
se conoce como parto humanizado, sin duda tiene su principio en la larga tarea
que durante años ha realizado en las comunidades indígenas, a ella corresponden
las investigaciones sobre el acceso y calidad de la atención de mujeres
embarazadas; su investigación sobre los
presupuestos que se destinan a la atención médica que durante años documentó el
aporte financiero de las mujeres pobres e indígenas y sus familias.
Durante
mucho tiempo el trabajo de Martha Castañeda ha puesto todo su esfuerzo en
demostrar los por qué de la muerte materna, desde la voz de las mujeres,
incluso ha formado parte de un grupo de investigadores que puso en la agenda nacional
el tema de la atención obstétrica de emergencia y se alcanzaron algunos
adelantos. Sin embargo, reconoce que el entramado de la dependencia impide toda
posibilidad de cambio.
Martha
Castañeda Pérez aprendió que los grandes cambios empiezan por cosas sencillas y
hasta pequeñas, su experiencia viene de su propio trabajo, como el desarrollado
en Tlahuitoltepec, donde implementaron
un decálogo de buen trato para usuarias y usuarios, cómo ellas y ellos querían
ser atendidos, con su propia definición de buen trato. Además de una norma de respeto a las mujeres
en trabajo de parto y para las parteras. Ambos documentos se presentaron como
iniciativas municipales y fueron aceptados en las instituciones de salud.
Pero eso no
se consigue en las instituciones, donde lo que sobran son normas y reglamentos
que dicho sea de paso nunca cumplen, todo depende de la voluntad del secretario
de Salud o del delegado del IMSS en turno, y de las personas que son sus
subalternas, todo cambio pequeñito en el IMSS o en Salud implica cambiar muchas
cosas hacia arriba, se les complica.
El dinero del diablo
Martha
Castañeda Pérez fue integrante de una red mundial de mujeres que hizo un
diagnóstico denominado Las mujeres en la mira del Banco Mundial, su objetivo
fue analizar el programa Oportunidades que para muchas mujeres resultaba ser
“el dinero del diablo”. El programa entonces, como sucede ahora, carecía de
perspectiva de género, se centraba en las mujeres y no respetaba ningún derecho
de ellas. Pero sigue funcionando porque la realidad es que los gobiernos no
hacen caso, no escuchan.
Las cosas
considera podrían cambiar si las mujeres y los hombres en cargos de gobierno
tuvieran otra perspectiva y fueran capaces de cambiar la mirada patriarcal y
misógina de lo que es la acción de gobierno. Se necesita crear ciudadanía y eso
requiere saber qué está pasando desde abajo y, por supuesto, que las mujeres se
muevan por sus derechos.
Por ello
destaca que el avance de las mujeres no se puede medir aún por lo que hayan
hecho los institutos de las mujeres. Pero el hecho de ver una mujer en el
gobierno municipal cambia algo, aún cuando en los municipios se les margine.
Piensa que
el feminismo tiene su asiento principal en la izquierda y los institutos fueron
creados por gobiernos de la derecha, lo que han hecho es constreñir los avances
y reducir todo a normas de operación que no dan oportunidad de producir o
construir cambios verdaderos.
Seria,
responde que quisiera tener esperanza en las nuevas legisladoras (184 diputadas
y 42 senadoras) pero dice “es necesario estar bien claras de que llegaron por un
partido político y seguirán la línea de sus partidos, aunque espero que no
ocurra así, espero que tengan capacidad de una alianza para que pueda haber
avance en la política, en los indicadores…aunque dudo que se pueda”, insiste.
Finalmente,
Martha Castañeda afirma que su ser feminista seguirá impregnando su trabajo
profesional en las comunidades, lejos de las complicadas estructuras de la
burocracia en las que no confía, pero sí confía -aunque no lo expresa- en el
feminismo oaxaqueño, el feminismo popular que resurgió en Oaxaca después del
2006 en el que ve un largo futuro.