miércoles, 11 de julio de 2012

Yo feminista: Ana María Hernández Cárdenas






¿Yo feminista?
Ana María Hernández Cárdenas: del susto a la militancia

Soledad JARQUÍN EDGAR
La palabra que define a Ana María Hernández Cárdenas es la pasión, considerada como una energía intensa que refleja en cada acción que hace en lo individual y en lo colectivo. Ana María sabe que para otras personas es una mujer polémica, protagónica y radical, crítica que no le quita el sueño ni la altera. Le gusta llamar a las cosas por su nombre y sin tapujos, los sustos por lo desconocido los pasó hace más años cuando le daban miedo las feministas. Se considera inteligente, poderosa y hábil en su trabajo y en su vida personal.
Su abuelo materno Manuel Cárdenas, michoacano, fue villista y funcionario en el gobierno de su pariente lejano, el mismísimo Lázaro Cárdenas, un abuelo con quien solo convivió 12 años y quien le dejó las semillas que germinarían al ingresar al CCH, cuando tenía 15 años donde, además, se contagió de otras ideas revolucionarias.
Nació en el Distrito Federal. A la distancia le viene bien el recuento de su historia que empieza con una marca de nacimiento cuando su padre al saber que había nacido niña optó por abandonarla.
Tiene una carrera truncada en Economía que dejó para trabajar y ayudar a su madre quien había sufrido un grave accidente automovilístico; después terminó la carrera en Antropología y hace unos años estudió psicología Gestalt, estudios desde las cuales disecciona a las personas, las mira desde sus historia y la que ha producido el patriarcado, las razones y los por qué de sus acciones y busca respuestas.
Hace nueve años, con su pareja Eduardo Liendro, decidieron “cambiar de aires”, a un sitio tranquilo, muy rico por su diversidad y con una característica fundamental: la espiritualidad de sus pueblos. Ese estado era Oaxaca y con los años, tras mucho tiempo de analizarlo, decidió arraigarse, quedarse para siempre, “si hiciera un balance de lo que yo he ofrecido y lo que me han ofrecido las mujeres creo que seguramente saldría ganando…me cambiaron mi perspectiva feminista”, dice en referencia a las mujeres indígenas donde desarrolla su trabajo.
La diferencia sexual
Ana María tenía 15 años de edad cuando ingresó al CCH y de inmediato se identificó y militó en movimientos sociales y de izquierda revolucionaria, buscaba encontrar su lugar en el mundo y quitarse las marcas del abandono paterno.
Pronto se envolvió en el movimiento de solidaridad internacional con la revolución Nicaragüense. Fueron años sin tregua para ella, quien luego hizo lo mismo por la lucha salvadoreña y otros movimientos sudamericanos cuyos ecos fueron fundamentales entre la juventud mexicana de finales de los setenta y principios de los ochenta, a quienes ella considera como una segunda generación de jóvenes en lucha.
Desde entonces no creyó en los partidos políticos, tenía puesta la mirada en la revolución proletaria y socialista, estuvo en la organización del kilómetro de plata, de los kilos de arroz, boteó en los camiones donde su consigna era “hoy luchamos con un bote y mañana con un fusil en la montaña”, expresa y el recuerdo le produce una sonrisa. Un día estaba militando en la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria de Genaro Vásquez y Lucio Cabañas, quienes para entonces ya habían sido asesinados pero su ideario estaba en muchas organizaciones y entidades.
Todavía no era feminista, faltaba algunos años por llegar, pero ahí descubrió la diferencia entre el ser hombre y el ser mujer. En 1985 detuvieron a un grupo de sus compañeros luego la toma de tierra en Acapulco. A los cuatro hombres los golpean terriblemente, explica Ana María, luego con voz pausada indica que a las dos mujeres no sólo las golpean, también las violan. En la cárcel ellas viven el abandono de sus parejas. En el caso de tres de ellos sus parejas permanecen al frente de sus familias y están pendientes de sus maridos.
Junto con Pilar Murriedas, compañera y mejor amiga desde hace más de 30 años, hacen un comité de liberación por Rosita e Ileana, por lo que fueron acusadas de pretender dividir el movimiento, de sexistas…lo cierto –añade- es que no teníamos claridad de por qué queríamos hacerlo, pero sentíamos que ellas estaban frente a una problemática distinta.
Ellas, militantes de 24 horas
La experiencia también la marcó y fue determinante para no militar en partidos políticos, aunque apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y observó como las mujeres eran utilizadas, eran la carne de cañón, las militantes de 24 horas que no tomaban las decisiones. A la distancia no se arrepiente de vivir lejos de la vida partidista y admira a las que sí militan por “la capacidad de guante ante tanto machín, sí lidió con otros hombres, pero no son con los que tengo que sentarme a negociar todos los días”.
Tras el sismo del 85 participó en colectivos de mujeres que luchaban por la vivienda en la capital mexicana. En 1987 asistió al Encuentro Internacional Feminista, ahí descubre a las mas transgresoras de las transgresoras: las feministas lesbianas; el trabajo de Mar, “una especie de sirena con piernas”, le impacta y la transforma. Mar tomaba sangre de su menstruación con la mano y pintaba cuadros en la pared. “Estos campanazos me hicieron entender que la menstruación no era sucia y que no tenía por qué  asustarme, ni sentirme impropia cuando estaba menstruando, se transformó mi percepción de ser mujer”.
En Taxco también participa en el taller de autoexploración vaginal impartido por Nirvana González, actual coordinadora general de Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe. Aprendió de esta forma a tener “poder sobre su cuerpo”, a conocerse y entendió que la relación médico-paciente es una de las expresiones más claras del patriarcado. Con los años, Ana María Hernández se convirtió en la tallerista mexicana experta de autoexploración vaginal.
Tras el fraude electoral de aquel año, Ana María Hernández Cárdenas, Pilar Murriedas, María Eugenia Romero y Mercedes Ballesté fundaron Salud Integral para la Mujer (SIPAN). Ahí permaneció y creció como feminista durante 14 años y conoció a mujeres determinantes en su formación como Esperanza Brito con el tema de maternidad libre y voluntaria o Marta Lamas, entre otras muchas.
SIPAN, en coordinación con el Instituto Nacional de Enfermedades y Referencia Epidemiológica, instala en México el primer centro de atención de VIH-SIDA para mujeres. Eran tiempos difíciles donde había que parar la enfermedad y cambiar algunas estructuras mentales y lingüísticas, porque el planteamiento se reducía a la estigmatización, porque el VIH no se adquiere por ser gay sino por tener prácticas sexuales inseguras, que hacían vulnerables a las mujeres. Se subió entonces a otro camión uno que luchaba por dar un viraje a la forma de enfrentar este problema de salud pública.
El placer sexual y la libertad
Al mismo tiempo Ana María Hernández se fue por el mundo a capacitar mujeres en lo que todavía resultaría inusual: prácticas placenteras de sexo protegido y seguro, “un tema difícil de escalar pero crucial para las libertades de las personas”. Evalúa que no se puede negar que hay avances en el reconocimiento a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como las plataformas de acción de las conferencias del Cairo o Beijing, donde se reconoció el aborto como un problema de salud pública, sin embargo, en México se sigue criminalizando a las mujeres que abortan.
Por ello, la directora de Consorcio Oaxaca apunta que es posible afirmar que el discurso político feminista ha permeado, pero en la vida cotidiana hay un retraso claro que ahonda el problema. En el caso específico de Oaxaca la vivencia de las mujeres corresponde a un déficit de desarrollo democrático de 40 años, que se expresa en la falta del ejercicio, respeto y protección que debe tener el Estado para con sus derechos. La problemática es visible: feminicidio lacerante que el gobierno “reconoce” como grave, “a todo el mundo le preocupa” pero sigue creciendo el índice de asesinadas.
Los gobiernos no han entendido que la violencia de género contra las mujeres es multi-causal y que es un asunto en el que deben colaborar varias las dependencias. En el tema de justicia vemos una historia repetida de impunidad, que provoca el incremento de permisividad y las mujeres siguen en estado de indefensión.
Si no lo hacemos estaríamos peor
Ana María Hernández sostiene que la violencia contra las mujeres le causa indignación, dolor, coraje, impotencia…pero aprendió con los años a hacer humilde. A veces creemos que podemos transformar la realidad con lo que hacemos y no podemos, lo que ganamos es una enorme frustración. Entonces tenemos que darnos cuenta que nuestras acciones, solas o colectivas, son pequeñas frente al tamaño de problema y cita a Carlos Monsiváis quien afirmaba que la tarea de la sociedad civil es la transformación cultural, sin duda, la parte más difícil y más lenta de transformar.
Frente a la realidad, añade la entrevistada, no debo sentirme la salvadora del mundo, porque traería todo ese peso sobre mis espaldas y sentiría que no vale la pena el trabajo, pero si somos autocríticas nos daremos cuenta que si no lo hiciéramos, estaríamos peor.
El feminismo implica movilización
Mientras los estudios de género nos explican los conceptos, el feminismo implica movilización, acción, transformación profunda, personal y política, hoy mas que nunca el feminismo sigue, yo lo vivo como militante de un movimiento mundial, sin estructura eso que nos ayuda, a veces nos dificulta y otras nos hace bolas. Vivo el feminismo y su propuesta “profundamente transgresora” al patriarcado, al sistema establecido, aunque me dirán come hombres o frustrada, pero yo no dejaré de militar en el feminismo ni dejaré de decir que soy feminista donde me plante.
Y así lo ha hecho. Desde hace varios años, Consorcio junto con otras organizaciones del colectivo Huaxyacac cuestionaron a algunos de los dirigentes de la APPO por violentar a sus parejas y también lo hicieron con algunos funcionarios del gobernador Gabino Cué, lo que hoy es una de las líneas de investigación de los dos allanamiento a sus oficinas y de las amenazas telefónicas que siguen haciendo a la oficinas de Consorcio.
En sus horas confesionales, Ana María Hernández Cárdenas revela que ha sido señalada como la persona que “maneja los hilos” y de esta forma algunas mujeres ocupen un cargo importante en el actual gobierno estatal, “lo que hacen es magnificar a Consorcio y ridiculizar a las funcionarias”, dice en su defensa, y la otra es la imagen que tiene frente a algunos dirigentes que han afirmado que “con Ana María ni a la esquina”, pero no se inmuta, no se inquieta, permanece tranquila, el tono de su voz no cambia, para ellos tiene cuatro palabras…
Efectivamente, Hernández Cárdenas no es monedita de oro y reconoce que otra de las críticas que recibe con frecuencia es su protagonismo. Explica que esta diferencia tiene que ver con un tema no resuelto entre las mujeres. A diferencia de Consorcio Oaxaca organización feminista con una estructura laboral, donde 15 personas trabajan  en proyectos distintos, hay otras feministas que colaboran en sus ratos libres, a veces tras una jornada de que nada tiene que ver con su militancia. De ahí que muchas de las iniciativas se generen en Consorcio donde hay tiempo, personal y dinero para hacerlo, esa es la razón por la que Consorcio y Ana María se convierten en protagónicas, plantea.
No es pecado ser hábil, inteligente ni poderosa, revela seria Ana María, “para mi es una ventaja”, la cual aclara sin tapujos ha construido a lo largo de 25 años en los cuales no se ha hecho rica con los recursos de la cooperación internacional que la obligan a tener al menos tres auditorías por año y visitas permanentes de las agencias de cooperación, son donatarias autorizadas y colaboran con otras organizaciones feministas. Por ello, apunta esperaría otro tipo comentarios más favorables, pero su piel se ha hecho gruesa y entiende las sinrazones de la crítica.
Como sea, Ana María Hernández Cárdenas seguirá su militancia feminista y siempre será catalogada como una mujer radical y protagónica, con eso  poco o nada le falta para seguir el camino que nunca ha sido terso.