Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Se acerca el proceso electoral federal; 2012 será un año crucial para el destino político de nuestra nación, se vislumbra una contienda que implicará seguramente la alternancia en el poder ejecutivo federal.
Hay quienes opinan que el regreso inminente del PRI a la presidencia de la República es un retroceso; argumentan incluso que las recientes elecciones locales son resultado de votos insulsos e irreflexivos y acusan a la ciudadanía de elegir sin conciencia, reputándoles ofensivamente el mote de animales. Paradójicamente estos argumentos son esgrimidos por quiénes dicen abanderar las causas democráticas más nobles de la convivencia pacífica; quienes blandean y defienden la voluntad popular en los discursos de campaña y reivindican el derecho inviolable de elegir.
La madurez política implica necesariamente congruencia, respeto a la libre determinación, independientemente del sentido del voto ciudadano.
La descalificación grosera a la ciudadanía, cuando nos es adverso el resultado, éticamente nos impide solicitar en una futura elección su preferencia, cuando se ha insultado su capacidad de decisión; la memoria refleja una de las funciones más notable de la inteligencia humana. La alternancia es producto de la memoria selectiva, traducida en la experiencia; es la expresión más autentica de la democracia electoral.
En este sentido, Oaxaca ha vivido la experiencia de la alternancia recientemente, cambiamos de un partido en el poder a otros, considerando que la coalición por la paz y el progreso que ahora gobierna la entidad y forma la mayoría legislativa, la componen cuatro fuerzas políticas: PAN, PRD, PC y PT.
Independientemente de la aberración política-ideológica, la tan esperada transición democrática no alcanza a despegar, en principio por la falta de acuerdos mínimos que debieron promoverse desde la formación de la alianza en cuestión. El móvil medular que llevo a la formación de la coalición se fundó en la derrota del contrincante común y el ascenso al poder desde el encomio mesiánico de un personaje y no de un proyecto; no hubo planeación de estrategias programáticas a partir de consensos, lo que impide acuerdos sustanciales en el ejercicio de gobierno, lo que trasciende en un verdadero galimatías, que mantiene a Oaxaca imposibilitada de atender asuntos prioritarios que soporten la tan esperada transición democrática.
Pese al contundente triunfo electoral es evidente la naturaleza de las relaciones que se han establecido entre los organismos políticos de la coalición y el titular del Ejecutivo, ha desdibujado el espíritu republicano apostando a la subordinación de los partidos por razón de las dádivas, las cuotas de poder y la cooptación; por consiguiente imposibilitando la gobernabilidad democrática.
En lo que respecta al Congreso del Estado, desde su conformación heterogénea, ninguna representación política de los cuatro partidos aliancistas, hace mayoría, se requiere de acuerdos y convenios, lo que de facto ha imposibilitado pronunciamientos convincentes favorables a la visión y programa de gobierno. En la medida que no se considera necesario gestionar amplios acuerdos, cada grupo parlamentario hace valer su poder impositivo, tal proceder excluyente produce tensiones y polarizaciones al interior del Congreso y entre éste y el Ejecutivo, lo que es percibido negativamente por la ciudadanía.
La enclenque alianza resquebraja la estabilidad política, de por si minada, hace critica la parálisis de la acción gubernamental y ahonda la falta de definición del régimen político, poniendo en riesgo la gobernabilidad, lo que se recrudece al interior
del poder legislativo, en el cual convergen diversas expresiones de los partidos con mayor representación -PRD y PAN- que fragmentan su control político, poniendo en jaque al ejecutivo, que difícilmente logra complacer las exigencias de unos y otros, complicando el consenso hacia sus iniciativas y decretos. Esta situación se hace cada vez más evidente, lo que merma su credibilidad y la de los partidos coligados.
En este contexto de imprecisiones políticas y debilitamiento institucional, por los tropiezos e inconsistencias de funcionarias y funcionarios públicos que desde un inicio evidenciaron dificultad para cooperar entre ellos, se hace implícita la tensión política de cara a las próximas elecciones y los desafíos que plantea el proceso eleccionario, los acuerdos y alianzas nacionales y por supuesto los rompimientos que se entrevén, situaciones que impactan el comportamiento político de los actores que forman parte del gobierno del Estado como de los representantes populares en la Cámara de Diputados.
Las atenciones y acercamientos políticos de Gabino Cue, que se dividieron desde su campaña entre la izquierda de López Obrador y la derecha presidencial de Calderón, a quien tuvo que reconocer fehacientemente con permiso del “legítimo”, que en el caso Oaxaca no puso obstáculo alguno a la alianza de las izquierdas con el PAN.
Sin embargo las caravanas oficiales de Cue a Calderón fueron abriendo de capa las intenciones del gobernador que haría lo que fuera por conseguir los favores presidenciales, el acceso a los medios nacionales y el tan ansiado multimillonario presupuesto, que le permitiría asentar ejemplarmente su triunfo en la alternancia ya vencido el engendro del mal y coronándose cual mesías de la democracia.
Gabino Cué, se convierte en gobernador por una alianza estratégica armada desde la imposibilidad obvia del PAN y del PRD de obtener el triunfo electoral sobre el PRI por si mismos, por la falta de cuadros políticos con suficiente capacidad y popularidad y porque simplemente los números no les alcanzaban frente a 80 años de autoritarismo priista, tal vez bajo la perspectiva de que un clavo saca otro clavo; o para que la cuña apriete debe ser del mismo palo; en fin el caso es que voltearon a ver a quien ya tenía una campaña hecha, suficiente resentimiento y por supuesto un excelente padrino,
–Diódoro Carrasco- conocedor de las alimañas y compinche de madriguera de los malosos del tricolor, que por si fuera poco milita ahora en el partido del presidente.
Gabino de las filas naranja de Convergencia, ahora partido en extinción, apuntalan unos hacia la candidatura de López Obrador y otros, -al parecer los convergentes del poder en Oaxaca- llevados de la mano de Alberto Esteva, empleado encargado del espionaje y la inteligencia del gobierno del DF, apoyan al patrón Marcelo Ebrad,
desafiando abierta y manifiestamente a Benjamín Robles, la mano derecha y corchete del gobernador Gabino Cué y promotor obradorista.
Los otros aliados, del PT, partido honorario del señor Obrador, sin mucha representación en el Estado, salvo los perredistas ahora habilitados como petistas, le expresan su incondicional apoyo.
Y qué decir de los perredistas oaxaqueños, divididos en sectas, casi todos acomodados placenteramente en el nuevo gobierno del cambio, mientras dure, el 2012 y su elección no les preocupa gran cosa; tal vez algunos expresaran su adhesión por uno o por otro.
Quienes si van definiendo su línea y cerrando filas alrededor de su partido son los del PAN, difieren y se enfrentan a las posiciones populistas del gobernador, que parece de pronto sesgado frente al gobierno federal, que va dejándolo a su suerte , por lo endeble de su situación política, y la falta de definición.
En fin, a Oaxaca no han aterrizado los recursos económicos como prometieron el propio gobernador y Felipe Calderón, la reyerta que hubo entre maestros de la sección XXII y la policía federal que resguardaba el evento donde se firmarían los grandes acuerdos entre el gobierno de Oaxaca y el Federal, ofendió la figura presidencial y puso en duda la incondicionalidad del gobierno de Gabino Cue.
En un año estaremos renovando congreso federal y habrá un nuevo presidente electo, las cosas no pintan del todo bien para Oaxaca, si ganara el PAN a pesar de augurios procaces o el PRI recuperara la presidencia ¿políticamente, quién sería aliado del gobierno por la paz y el progreso?
Caracolasfem.blogspot.com
Canalgentelibre.com