Cuerpo  Quebrado, una obra de teatro realizada bajo la técnica Butoh, recuerda  la historia de tres prisioneras políticas embarazadas que desaparecieron  entre los años 1974 y 1976, tras ser detenidas por la Dirección de  Inteligencia Nacional durante la dictadura militar en Chile. Apenas tres  de los miles de crímenes que ocurrieron en esos años contra quienes  pensaban distinto.
  
 La  obra que presenta en Oaxaca, la Compañía Ruta de la Memoria es, sin  duda, un recordatorio de la violencia de género a que fueron sometidas  las mujeres y es resultado de una investigación sobre la vida de  Michelle Peña, Cecilia Labrín y Rainalda Pereida.
  
 Sin  emitir palabras, los cuerpos de las actrices Isadora O´Ryan, Karla  Padilla, Natalia Cuéllar, que además dirige, y Álvaro Pizarro, que  interpreta un feto que también sufre la violencia de la dictadura,  revelan en convulsivos movimientos cómo los cuerpos de las víctimas son  quebrados, fueron rotos y es en silencio, porque aunque gritaran ya  nadie las escucha, como entonces nadie escuchó sus gritos, excepto sus  familias que nada saben hasta hoy de sus hijas; sus cuerpos vacíos  habrían sido tirados desde un helicóptero al mar, como se relata en la  obra mediante el apoyo de video, musicalización e iluminación. De sus  hijos o hijas, que ahora tendrían entre 30 y 37 años de edad tampoco  nada se sabe.
  
 Cuerpos  que se estiran y encogen, mientras sus rostros tienen ese rito macabro  que revela el dolor de la tortura sexual a la que son sometidas estas  “tres putas comunistas” a las que sus torturadores les piden que hablen,  que hablen…La obra que nació en 2007, habla sí, desde entonces pero por  ellas y habla de las miles de víctimas de este tipo de aberrantes  castigos a las que se somete a las mujeres en situación de guerra, a  veces interna, y recuerda que la violencia sexual cometida por  militares, paramilitares o enemigos sigue pasando, los cuerpos de las  mujeres convertidos en botines de guerra, el trofeo para quien vence,  como con Helena de Troya hasta las Triquis, la etnia mexicana que  sobrevive cada día en la violencia interna, allá en la empobrecida  región mixteca  oaxaqueña y que revela la desatención de los gobiernos: estatal y  nacional.
  
 Sí,  a las mujeres Triquis, las actrices y actores chilenos de la Compañía  Ruta de la Memoria les dedicaron la primera de otras representaciones  que harán en Oaxaca durante los próximos días, porque guardadas todas  las proporciones, sin duda el método de tortura sexual, sistemática y  metódica, también se aplica en México y un botón de muestra son las  mujeres Triqus.
  
 Desde  hace tres años, esta compañía de teatro rescata para la memoria de  América Latina la tortura de las mujeres embarazadas, algo de lo que en  el país sudamericano no se habla, es a través de esta puesta escénica  cómo las y los jóvenes chilenos conocen parte de la verdad, se enfrentan  a su pasado inmediato y asumen una nueva postura frente a esa realidad,  “muchas y muchos son hijos de torturadores, rompen con sus familias, se  cambian  el apellido… el problema para sus padres  torturadores, es que ellos piensan que lo que hicieron no estuvo mal”,  explicó la directora y actriz Natalia Cuéllar.
  
 Natalia  Cuéllar, joven actriz, víctima de la dictadura militar chilena, ya que  su familia tuvo que exiliarse y terminó viviendo desde los ocho meses de  nacida hasta entrada la adolescencia en México, sostiene que Cuerpo  Quebrado es una forma de darle voz a las mujeres que ya no la tienen y  es también una lección que los países de la región deben aprender, sobre  todo, cuando como ahora se hacen pactos con la derecha.
  
 Difícil  panorama en México, la izquierda partidista como hemos dicho se ha  derechizado, no hay un contrapeso real y el otro bando, el del  hegemónico PRI, ya está en el otro sexenio, en otro sueño y al igual que  la izquierda partidista o institucional también realiza componendas con  la derecha, igual que en Chile.
  
 En  medio de la disputa política y de jornadas electorales interminables,  en la región de la Mixteca oaxaqueña, el pequeño grupo también se divide  el poder: es el pueblo Triqui, donde las separaciones internas y la  intromisión externa han provocado mucho más daño del que se puede creer,  frente a eso durante décadas no hay ninguna respuesta concreta de las  autoridades ni estatales ni federales, el lodo de la impunidad crece y  llega a ser como en Chile, Argentina, Colombia, Bolivia, Guatemala, El  Salvador, Perú, Brasil en América, o en otros continentes del orbe como  Rwanda, Croacia, Iraq y Bosnia… donde ellas son el trofeo para los  vencedores.
  
 Las  mujeres tienen al menos cinco décadas denunciando ser objeto de abuso  sexual por parte de militares, grupos paramilitares, policías o de los  hombres de los grupos en pugna en la pequeñísima zona de conflicto:  MULT, UBISORT y MULTI, por citarlos según fueron apareciendo.
  
 Los  crímenes, violaciones, despojos, migraciones forzadas han sido en las  últimas décadas lo cotidiano entre las mujeres triquis, hay testimonios  de mujeres que revelan cómo antes de asesinar a sus parejas, éstos son  obligados a observar la violación sexual de sus compañeras. Ellas,  fueron obligadas por mucho tiempo a guardar silencio, por un tiempo  hablaron, denunciaron sus casos, ahora ya no quieren hacerlo dicen que  sólo se exponen, la gente se burla y la autoridad no hace nada para  detener a los responsables.
  
 La  violencia en la Triqui crece, ahora no sólo las violan, también las  asesinan o desaparecen. Como relata la obra Cuerpo Quebrado sucedió en  Chile. Esto pasa en México, en este México convulso, recrudecido hoy por  la presencia del ejército en las calles de todo el país, en una guerra  interna declarada por Felipe “El Valiente” Calderón al llamado “crimen  organizado”, una cadena de equivocaciones que se paga con la sangre de  muchas personas inocentes. Frente a tanto horror que pasa en todo el  país, resulta invisible lo que sucede en la Triqui.
  
 Hace  un tiempo hice un recuento de lo que se ha publicado, lo que se ha  denunciado y está en los medios, de estos hechos cometidos en contra de  mujeres por militares, paramilitares, cuerpos de policías y otros  grupos; entonces encontré unos 80 casos entre 1956 y 2008, es posible  que sean muchos más. En Oaxaca, los casos más emblemáticos se cometieron  contra mujeres zapotecas de Loxicha y sigue ocurriendo entre las  Triquis, que ya tienen en su haber 34 años de denuncias y también de  impunidad.
  
 El  recuento que no haré ahora es muy largo, pero refleja esa injusticia  interminable que brindan el fuero “social”, el machista y misógino de  quienes estarían obligados a hacer justicia. Por un lado, el fuero  militar sigue protegiendo a los torturadores de mujeres y se busca que  así siga, al menos así lo refleja la iniciativa enviada hace unos días  por Calderón; y por el otro, cuando los delitos contra estas mujeres,  son cometidos por civiles, las autoridades hacen caso omiso, amenazan a  las víctimas sobre todo si son indígenas como sucedió con las Loxichas  en 1998; llevan la justicia a cuenta gotas, por otro camino tortuoso y  largo para cansar a las víctimas. 
  
 Ejemplo:  las hermanas González, tres indígenas tzeltales violadas en un retén  del ejército Mexicano en 1994, a quienes hace unos días el gobernador  Juan Sabines ofreció, en una conferencia de prensa, reparar el daño con  una “indemnización” de 500 mil pesos a cada una, dinero miserable que no  paga ni pagará el silencio de 16 años del gobierno chiapaneco y menos  aún el dolor sufrido por las que entonces eran unas adolescentes. ¿Se  podrá reparar semejante daño de esa manera?
  
 Otro:  la indígena tlapaneca Teresa de Jesús Catarino, violada junto con otras  tres mujeres, una de ellas su hija, que en 1994 tenía 30 años, las  otras dos eran sus vecinas, también madre e hija de 14 años. Los autores  de esa tortura fueron soldados mexicanos, brutalidad que sucedió en  Barranca de Guadalupe.
  
 Hace  ocho años, en 2002 pasó lo mismo con otras tlapanecas, Inés Fernández y  Valentina Rosendo, sobre su caso el 8 de octubre, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH),  resolvió  dos sentencias contra México por violar la integridad personal y las  garantías judiciales de una debida investigación de las dos mujeres, por  lo que pidió sea reabierto el caso.
  
 En  la población de Castaños, Coahuila, soldados violaron a 14 mujeres,  sólo 13 casos han sido llevados a la corte. Los hechos ocurrieron en  2006. Las mujeres reconocieron a 12 soldados entre los autores de la  violencia sexual, el proceso fue emblemático porque esta vez no hubo  fuero militar, el caso fue llevado a una corte civil por primera vez en  la historia mexicana. El resultado es tan malo como en los otros casos,  tres soldados fueron sentenciados a pagar con penas carcelarias, uno de  ellos alcanzó fianza y fue liberado, así que sólo dos permanecen  detenidos. El resto quedó libre, tres nunca fueron apresados, están  prófugos, y un cuarto fue detenido seis meses después de los hechos pero  no fue juzgado, bastó el dicho de un jefe militar para salvarlo de ser  sometido a un proceso judicial  que duró poco más de un año: el fuero tras el fuero.
  
 Podría  seguir con esta larga lista. Otros permanecen en silencio, sigue  pasando en las comunidades indígenas, pero también en áreas urbanas. Hay  miedo entre las víctimas, no quieren denunciar, sobre todo porque  cuando la justicia no es expedita y rápida todo cambia y la violencia  sexual carga, en pleno siglo XXI, con el peso de muchos  convencionalismos machistas y misóginos, que sirven para justificar esta  violencia.
  
 En  la Triqui, la sangre sigue manchando los cuerpos de muchos hombres,  pero también de muchas mujeres, como en el caso del narco, esta lucha  interna por el pequeño poder ha dejado cientos de huérfanos. Como  responsables, señalan a grupos paramilitares que están al servicio de  cada una de las tres organizaciones que se disputan el poder y la  intromisión nunca acertada de las autoridades, que nada hacen para haya  justicia. 
  
 Así,  personas acusadas se violación y asesinato resultan ser autoridades o  “líderes” que nunca son molestados, mientras tanto varias niñas y  mujeres esperan justicia tras sufrir violaciones tumultuarias; otras  niñas y mujeres han quedado con lesiones discapacitantes para el resto  de sus vidas; las hermanas Daniela y Virginia Ortiz Ramírez siguen  desaparecidas desde el 5 de julio de 2007 y quienes fueron acusados como  sus captores tienen el fuero de la impunidad.
  
 Lo  mismo sucede con las locutoras de la Voz que Rompe el Silencio,  Felicitas Martínez y Teresa Bautista, asesinadas en 2008; este año, la  Procuraduría General de Justicia del Estado contabiliza que “al menos”  30 personas fueron asesinadas en emboscadas, entre ellas tres mujeres,  la defensora de derechos humanos Beatriz Cariño, cuando viajaban en una  caravana pretendiendo romper el cerco que había en la población de San  Juan Copala. También murió Jyri Antero JAAKKOLA, observador de derechos  humanos de nacionalidad finlandesa.
  
 El  16 de octubre fueron emboscados y asesinados Teresa Ramírez Sánchez y  Serafín Ubaldo; la hija de Teresa de tres años de edad tiene una lesión  en la cabeza, Jordán Ramírez Sánchez  -esposo de Teresa- y Domingo Ramírez están heridos. Estos hechos ocurrieron el sábado  16  de octubre pasado. Teresa, como otras 133 personas que fueron  desplazadas recientemente de la agencia municipal de San Juan Copala, la  Comisión Interamericana de Derechos Humanos había otorgado medidas  cautelares desde 7 octubre, no hubo respuesta de las autoridades de  Oaxaca. 
  
 Este  mismo sábado, el dirigente del MULT, Heriberto Pazos Ortiz, fue  asesinado en la ciudad de Oaxaca, poco después de las 11 horas. Pazos, a  través del MULT, impulsó en los años ochenta la salida del Ejército de  aquella zona, el mismo que ahora las Triquis no quieren que vuelva más,  pero también era acusado de sembrar la violencia por los otros  dirigentes de UBISORT y MULTI.
  
 Sin  duda, estas mujeres, como en el caso de Chile, son víctimas de la misma  violencia machista que fomenta las guerras y la violencia sexual;  víctimas también de la violencia misógina que no se escuchó a tiempo, la  violencia del desprecio… la violencia institucional. En Chile como en  la Triqui hay muchos cuerpos quebrados, rotos…
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