jueves, 13 de noviembre de 2014

¿Yo feminista? Noemí Domínguez Gaspar


¿Yo feminista?
Noemí Domínguez Gaspar
Al feminismo nadie lo para, son tres siglos de propuestas
·      Soy una hija rebelde del patriarcado, todas somos contemporáneas

Soledad JARQUÍN EDGAR
Noemí Domínguez Gaspar es la representación humana del germen de un nuevo feminismo que ya florece, nació casi en la última década del siglo XX, pero sin duda es una mujer plena del siglo XXI. En sus venas corre sangre ayuuk y dixteé, es decir, mixe y zapoteca, una confluencia afortunada que la enorgullece hasta el tuétano.
Es Etnóloga egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y actualmente realiza su posgrado en el CIESAS Pacífico Sur. Su formación profesional la llega a confirmar la vocación feminista que en ella sembró su madre cuando apenas era una niña.
Su historia apenas comienza, pero la fuerza que le imprime a sus acciones, la emoción con que toma la vida, sin duda nos habla desde ahora de las muchas cosas que hará en el futuro, uno sellado por una visión crítica, inconforme por la desigualdad, la violencia y la falta de justicia para las mujeres. Noemí Domínguez está lejos, muy lejos de la comodidad que habita a muchas mujeres de su generación.
Pertenece a esa generación de jóvenes con cierta preparación que no encontró todas las puertas cerradas, alguien las había abierto por ellas, y las que estaban entreabiertas las abrieron de par en par. Son las “nuevas” jóvenes que no acatan las prohibiciones cuando consideran que estas nada tiene que ver con su ser mujeres, cuestionan las limitaciones, pero están conscientes que faltan muchas más para tomar la vida, sus vidas y sus decisiones, sus libertades y sus derechos con sus propias manos.
Sus abuelos y abuelas llegaron a Oaxaca “como lo hacen diariamente miles de personas, en busca de una vida mejor, el acceso a los servicios básicos y replegados por algunos tipos de violencia en sus comunidades de origen. Sin embargo, dice: “he de confesar que la ciudad de Oaxaca, aunque encantadora, conserva resquicios de una sociedad estratificada, racista y clasista, de la cual mi familia tuvo que sobrellevar, no somos la primera y, lamentablemente, ni última familia que sorteará los embates de estas expresiones que nos condicionan en desigualdad a las personas”.
A Noemí Domínguez Gaspar, con sus veintitantos años, no es necesario preguntarle si es feminista, pero solo por confirmar lo hacemos y la respuesta es la que ya esperábamos. Sí, es feminista, sin vuelta de hoja, sin ambages, sin nada encima, es ciertamente una feminista clara, precisa, certera.
Y es feminista porque así fue formada desde la infancia, al lado de su madre Estela Gaspar quien dentro de sus posibilidades es una transgresora en lo familiar y en lo comunitario… “de ella aprendí a cuestionar el mundo, las injusticias y demás situaciones de desigualdad social”.
Luego dice algo que provoca risa:
En mis tiempos de infancia -que no son tan lejanos-, recuerdo haber experimentado las primeras experiencias de limitaciones y prohibiciones por mi condición genérica, “las niñas no pueden hacer esto o aquello…”, “a las niñas les debe gustar esto…”. Y para mí era inevitable cuestionar. ¿Por qué si yo tenía las mismas facultades físicas e intelectuales que mis compañeros hombres, se me negaban ciertos espacios, como los deportivos, los lúdicos, los de recreación, y en cambio se me empezaban a enseñar cosas para mi vida de “mujer”? El resultado, fue para ella un estar inconforme y un malestar que ahora sabe y considera que no era atípico: soy una hija rebelde del patriarcado.

“La falacia androcéntrica, elaborada en todas las construcciones mentales de la civilización patriarcal no puede ser rectificada 'añadiendo' simplemente a las mujeres”. Gerda Lerner
 

“Soy feminista porque he decidido adquirir un compromiso con la mitad de la humanidad a la que pertenezco, es decir, las mujeres. Porque no estoy conforme con algunos mecanismos de control que coartan nuestras libertades, como personas y comunidades, porque me hace sentido su apuesta ética, porque pienso que otras formas de ser y estar en el mundo son posibles”.
El feminismo, decimos, se construye. Noemí Domínguez se empezó a construir de conciencia y se formó desde hace varios años. Primero fue importante, dice, conocer a feministas, maestras que la ilustraron, y, además, la parte del estudio y praxis del feminismo ha sido fundamental para mi propia práctica.
Así conoció un espacio académico que le resultó un oasis en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), donde no sólo debía trabajar sino que se convirtió en un parteaguas en su vida, en su formación profesional y como feminista.
Al egresar de la carrera de Etnología en el ENAH, como muchos otros y otras jóvenes, Domínguez Gaspar encontró ese panorama que ella llama desolador en el campo laboral, pero tuvo una fortuna, conoció a Daniel Cazés, su maestro, quien la invitó a colaborar como su asistente en el Programa de Investigación Feminista del CEIICH.
Así que con un sueldo de tres mil pesos mensuales menos impuestos, porque asegura que a los gobiernos y, en este caso al gobierno federal, no les interesa invertir tanto en educación y menos en investigación, se convirtió en ayudante de investigación de uno de los académicos más destacados en materia de estudios de género, teórico de las masculinidades y autor de libros y artículos sobre etnicidad, democracia y género (1939-2012).
“Durante estos dos años, además de trabajar, adquirí muchos elementos de análisis y reflexión feminista, curse diversos talleres, diplomados, asistí a todas las conferencias posibles”, dice seria y luego concluye con una frase que la marca en definitivo: vivir y trabajar en el mundo universitario y, además feminista, ha sido uno de los hitos más importantes de mi vida.
Ese feminismo que hoy asegura respaldó “mi sentido crítico del orden del mundo, me generó redes y amistades entrañables, me ha llevado a experimentar lazos de sororidad y complicidad con mujeres diversas, sin duda, fue un parteaguas en mi vida la cual no es igual desde entonces”.
Le pregunto qué nos faltó hacer a las generaciones anteriores a la de ella y claro qué tendrán ellas que recomponer.
La respuesta viene de dentro: Han hecho lo que han podido, con los recursos que tienen a su alcance. Yo, particularmente, agradezco los avances a pesar de los embates del sistema patriarcal instaurado hace cientos de años, que además se fortalece con el sistema capitalista.
Sin embargo, considera que tal vez lo que falta es reflexionar, “son las jerarquías y ausencia de pactos entre mujeres, lamentablemente, me ha tocado vivir algunas experiencias de incongruencia en mujeres que se asumen como feministas, pero que operan  bajo el tráfico de influencias y pasan sobre otras mujeres robando el trabajo de otras y además se legitiman bajo un discurso políticamente correcto, que resulta ser la perspectiva de género o el feminismo, pero que en su práctica ética y social  dejan mucho que desear.
“Con esto no quiero decir que haya un “ideal” del ser feminista, un estándar o un feministómetro, sólo pienso que no podemos seguir reproduciendo pequeñas tiranías al interior de nuestro movimiento”, afirma.
Una de las mayores virtudes de Noemí Domínguez Gaspar es el reconocimiento a su madre Estela Gaspar, su tía Vene Gaspar, sus abuelas Esperanza García, Felícitas Pacheco y Mercedes Gutiérrez. “Mujeres importantísimas para que esté yo aquí vivita y coleando, es una pena que la genealogía de las mujeres se pierda en el tiempo, que se invisibilicen nuestros nombres, en mi caso, todo el mérito lo han tenido estás mujeres, quienes solas lograron darnos vida, deberían ser sus apellidos los que estuvieran en mi nombre hoy”.
Reconocimiento que se extiende a lo largo de su formación gracias a sus maestras desde las de educación básica como Reyna Guadalupe Sánchez de la Lanza, Norma Edith Montiel, Yolanda Baldera, Luz María Quintero, entre otras. Son sus maestras fundamentales, las que con dedicación y paciente le transmitieron las primeras enseñanzas.
Luego, las otras, fundamentales en la construcción de esta joven feminista: Marcela Lagarde, Patricia Castañeda, Jahel López Guerrero, Haydeé García Bravo, Francesca Gargallo. Y claro las ancestras, las maestras Mercedes Olivera, Lina Odena Güemes, Fracoise Vatant y Silvia Marcos.
En estos días difíciles tras la desaparición de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, le pregunto sobre su sentir.
Las condiciones son difíciles y aterradoras para las y los jóvenes. Me indigna la violencia, que históricamente se siga normalizando la violencia, el terror del Estado y todas esas expresiones de deshumanización de las personas. Me indigna la indiferencia, la apatía, el exceso de individualismo, el egoísmo, la poca empatía con lo humano, resultado de las resistencia del neoliberalismo capitalista patriarcal, el cual seguiremos deconstruyenco, como lo hemos venido haciendo desde este movimientos, desde hace más de tres siglos, a través del feminismo, porque al feminismo nadie lo para.
Pero tenemos que sumar esfuerzos, erradicar el lenguaje sexista y las prácticas belicistas, el feminismo además de ser pacifico es de las propuestas más comprometidas del humanismo, pues denuncia las opresiones sexo-genéricas imbricadas con otras formas de injusticias.
Las jóvenes podemos aprender mucho de las veteranas, ahorrarnos sin sabores, aprender del camino recorrido, no pretendamos descubrir el hilo negro cuando tenemos a las ancestras que nos pueden retroalimentar con lo ya repasado y, en cambio, las feministas con mayor experiencia podrían escucharnos, todas somos contemporáneas, pues vivimos y estamos en la misma época, desde distintas experiencias. Compartimos más puntos en común que elementos que nos podrían enemistar.
Por eso y por ello, Noemí Domínguez Gaspar llama a fortalecer los pactos, las alianzas entre mujeres y después con otros sectores sociales, “esa podría ser una clave para recomponer un poco la situación actual, todas, activistas, académicas y hasta funcionarias tienen algo que aportar.
En Oaxaca necesitamos erradicar el arraigo caciquil, que sigue negando espacios a las mujeres, debemos cuestionar a las y los funcionarios, sobre todo hombres, que tienen poco interés en formarse e informarse sobre la importancia de incluir los aportes del feminismo en las políticas públicas y lo sigue permeando a la sociedad es el tráfico de influencias y las mafias, que cortan los esfuerzos de muchas mujeres, muchas feministas, principalmente en los municipios. Eso es desolador, pero no debe ser desalentador.