Nora
Elizabeth García Cansino
¿Yo
Feminista?
Una vez
que tienes conciencia de género, no hay regreso
- Las injusticias contra las mujeres las ha
visto desde la entraña del sistema
Soledad JARQUÍN EDGAR
Nora Elizabeth García Cansino, es actualmente directora
del Centro de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar (CAVVI) que
depende del gobierno de la capital oaxaqueña, istmeña por nacimiento y abogada
de profesión a la que le ha tocado observar cómo se cometen injusticias contra
las mujeres desde la entraña misma del sistema.
Hace unos años tomó conciencia de su ser feminista,
al observar con otros ojos la condición social de las mujeres, “una vez que me
sucedió resultó imposible volver a la oscuridad, regresar a lo de antes, ser la
misma de siempre, hacer como si no viera las diferencias sociales que implican
nacer mujer” y por el contrario “quitarme ese velo y ponerme los lentes de
género me permitió mirar muy claro lo que estaba pasando”.
Es la número 11 en una lista de 12 hermanos, ocho
mujeres y cuatro hombres, de una familia que no pasó privaciones económicas
gracias al trabajo que su padre y su madre realizaron como comerciantes de
ganado y derivados en Ciudad Ixtepec, la tierra a la que llegaron temporalmente
pero en la que terminaron por quedarse.
El mundo de la familia García Cansino estaba dentro
de su casa, la sociabilización se hizo a través de la religión que practicaba
la familia y muy poca interacción con las costumbres de la comunidad, a pesar
de ello, en la extensa mesa del comedor siempre había por lo menos otros 15
niños y niñas invitados, casi todos muy pobres, sin zapatos, de ropa
excesivamente gastada, que con el pretexto de jugar o hacer la tarea se
quedaban a comer. Incluso su papá y su mamá intervinieron en varias ocasiones
debido a que muchos de ellos y ellas eran víctimas de violencia en sus hogares.
En su casa, aprendió que el valor de las personas
dependía del esfuerzo que ponían en lo que hacían, las líderes eran las que
tenían habilidades deportivas o aquellas personas que mostraban ser más
generosas.
La
burbuja –como llama Nora a su familia- se rompió cuando ingresó a la
universidad, lejos de casa, “cuando entro a la universidad me doy cuenta
de la discriminación por posición económica, de etnia y de color de piel, pero
aún no tengo conciencia de la discriminación por sexo”.
Serán algunos años más tarde cuando adquirió
conciencia de la diferencia de género, estudió todo lo que estaba a su alcance,
asistió a conferencias y talleres sobre género, entendió por qué cuando quería
jugar futbol con los niños le daban la posición de portera y tuvo que aprender
a jugar mejor que el resto de los varones todas las posiciones dentro del
equipo. Hoy todavía practica el futbol porque sostiene que las mujeres y los
hombres son iguales y que no debería haber obstáculos en el deporte o la
ciencia.
Pero la vida profesional le pone otras enseñanzas
que la harán de madurar con el tiempo. Apenas terminada su carrera como abogada
entró a trabajar a la Procuraduría General de Justicia del Estado, la enviaron
como secretaria ministerial a la población de Cacahuatepec, en la costa
oaxaqueña, por alguna razón, narra, el agente del Ministerio Público se tuvo
que ir y ella se quedaría al frente. En Cacahuatepec lo primero que le impacta
es la pobreza, al grado tal que no siempre había comida y las condiciones en
que se encontraba la población azotada un año antes por el huracán Paulina.
En la población le asignan un pequeño cuarto para
dormir, sin ventanas y pegado a un barranco, en la comunidad también le prestaron
un catre. Además, en el piso había una impresionante mancha de sangre que no se
quitaba, alguien le dijo que en esa habitación se había suicidado el anterior
MP. Nunca supo la verdad. Deprimida pensó en trabajar hasta el día de la
quincena, pero una hermana mayor le recomendó no renunciar y que tomara esa
situación como parte de su proceso de maduración personal y profesional.
El primer día, de un año completo, como MP recibió
la denuncia de una mujer muy alta que acusaba a su esposo por golpearla y aunque
había intentado antes denunciar no pasaba nada porque el MP y su esposo
terminaban tomando juntos. Ella sí procedió y a partir de entonces otras
mujeres llegaron a denunciar casos de violencia familiar. Algunos fueron
consignados, en otros se levantaban actas administrativas, porque entonces,
añade, no sabía ni tenía conciencia de lo perjudicial que era conciliar en
casos de violencia familiar, aunque era neutral, yo me volvía defensora de las
víctimas, los hombres se intimidaban cuando veían a los agentes. Mis acciones
fueron bien intencionadas, pero también ingenuas, reconoce. De igual forma, se
enfrentó a infinidad de casos de violencia sexual contra niñas y mujeres y supo
entonces de la existencia de los caciques del lugar, acostumbrados a imponer su
propia ley, pero Nora Elizabeth García Cansino tenía la verdadera ley en sus
manos.
En esa pequeña población, refiere se enfrentó a un
sistema de procuración de justicia corrupto, “era común que la gente le
quisiera dar dinero por cualquier diligencia” y la gente se sorprendía cuando
ella les explicaba que no era necesario que tenía un sueldo y que le pagaban
cada quincena por hacer su trabajo.
En Jamiltepec, se le asigna el juzgado penal cada
fin de semana, donde una jueza dictó un
auto de libertad por un delito que presuntamente sí se había cometido. Nora
Elizabeth García Cansino procedió conforme a derecho y apeló la resolución. La
jueza la mandó llamar y a gritos le reclamó, ella contestó en el mismo tono. El
subprocurador de la Costa la mandó llamar y la hizo firmar su renuncia “me voy
con gusto, pero no por corrupta, ni por ratera, ni por incompetente, me voy con
la satisfacción de hacer bien mi trabajo”, le dijo al “servidor público”.
Ese incidente no terminó en Jamiltepec, la jueza
inició un procedimiento administrativo en su contra ante el Tribunal Superior
de Justicia porque supuestamente había alterado un documento público. En el TSJ
ella declaró lo que había sucedido, lo mismo que otros testigos como personal
del propio juzgado y de la defensoría de oficio. Al final la jueza fue cesada.
Esta situación “destapó” una cloaca y quedó claro que la jueza cobraba miles de
pesos por dictar autos de libertad y sentencias absolutorias.
De regreso en la ciudad de Oaxaca fue invitada a
colaborar en la Cámara de Diputados. A los dos días recibió, vía el teléfono,
una amenaza de muerte y la advertencia de que matarían a un amigo cercano, esa
misma noche su compañero escapó milagrosamente en una persecución,
protagonizada por hombres altos y morenos que con pistola en mano lo siguieron
por varias calles.
Leyes,
llaves o candados frente a la justicia
Hoy, a diferencia de entonces Nora Elizabeth García
Cansino señala que puede entender que es en las leyes donde están los candados
para que las mujeres tengan acceso a la justicia, el problema está en los
legisladores que no se toman el tiempo suficiente para revisar los dictámenes
de forma seria y responsable, independientemente de los diálogos y acuerdos
interpartidistas que tienen.
A la distancia piensa que las y los legisladores
han mostrado poco y en otros nulo interés por informarse sobre el fenómeno de
la violencia en contra de las mujeres, sus causas y, al menos desde donde
están, contribuir en la parte legal. Su
experiencia en el actual cargo le ha mostrado que el delito de violencia
intrafamiliar tiene un candado, porque se sostiene que para que sea violencia
intrafamiliar la pareja debe vivir en el mismo domicilio. De tal manera que si
el señor ya no vive en la casa porque abandonó a la familia, no es impedimento
para que siga celando a su ex pareja y ese es “motivo para darle una
megapaliza”, pero como no viven juntos no se configura el delito de violencia
familiar, sólo lesiones.
De igual forma, si ella, como resultado del
maltrato huye de la casa y el señor la encuentra, la agrede y además pensemos
que intente algo tan grave como clavarle
un cuchillo o lesionarla de muerte y alguien interviene y sólo le deja marcas
por el forcejeo, tampoco se configura la hipótesis de la violencia
intrafamiliar, si acaso se configura como lesiones y estas pueden ser simples
con penalidad ridículamente pequeña.
Muchas veces cuando les informas que no se puede
proceder por cosas como esta se ponen muy mal, hay que entender que cuando
vives como ellas, una violencia tan grave y destructiva, les resulta imposible
comprender por qué la justicia pareciera que les da la espalda.
Por otra parte, añade que la violencia familiar es
que como la violación sexual un delito oculto, pero nos piden testigos y en el
99.9 por ciento de los casos no hay testigos lo que provoca que las
averiguaciones no prosperen. Y cuando los hay, son vecinos que escuchan los
gritos o la familia de la víctima, los primeros no quieren meterse en problemas
y los segundos generalmente también están en riesgo son amenazados por los
victimarios y con el tiempo se desisten.
En mi opinión y por lo que vivo todos los días con
estas mujeres creo que el delito de violencia familiar, como en el caso de la
violación, no requiere testigos presenciales, los testigos tendrían que
omitirse, no es posible que las víctimas presenten hasta fracturas o lesiones
graves y si no tiene testigos ¿cómo le hacemos? Señala con un tono de
desesperación.
La violencia contra las mujeres es el tema central
de su trabajo cotidiano. Cada mes un promedio de 30 mujeres son ingresadas al
CAVVI, cada una recibe asistencia legal, psicológica y acompañamiento
personalizado, pero afuera las mujeres se siguen enfrentando a esta clase de
leyes, a servidores públicos poco capacitados para entender y resolver su
problemática, y aún cuando tienen protocolos en la procuración de justicia,
muchas veces las víctimas de violencia de género no reciben el trato adecuado y
se les revictimiza.
En tanto que en la impartición de justicia es
evidente la necesidad de incorporar la perspectiva de género en todo el
personal de los juzgados, principalmente los juzgados penales y familiares,
señala la entrevistada.
Camino al
andar
Entre 2008 y 2010, Nora García Cansino, ocupó el
cargo de directora del Instituto Municipal de las Mujeres en su natal ciudad
Ixtepec.
Nosotras no sabíamos a ciencia cierta si queríamos
un instituto o qué cosa, pero se necesitaba una “instancia” para atender las
demandas de las mujeres y que recogimos en campaña. Ellas hablaban de pobreza y
de violencia, en especial aquellas que se habían asentado en la periferia
formando un cinturón de extrema pobreza. Eran mujeres que habían migrado a
Ixtepec procedentes de Guevea de Humboldt, Santa María Guienagati, Santiago
Lachiguiri y otras poblaciones de la sierra, mujeres indígenas, casi todas analfabetas, que se
convirtieron en la servidumbre de Ixtepec.
Lo que más tarde se convirtió en el instituto era
resultado de una negociación del consejo ciudadano entre los ganadores y los
perdedores, pero el alcalde electo Gabino Guzmán Palomec desconoció el acuerdo
al momento de tomar posesión. Ello origino protestas y una mayoría de mujeres
tomaron el palacio municipal por una semana, como no había respuesta de las
autoridades decidieron emprender una marcha a la ciudad de México, en Juchitán
se unieron a ellas unas 200 personas, con otras demandas y cerraron la
carretera durante dos días, fue entonces cuando el propio gobernador Ulises
Ruiz ordenó al alcalde cumplir la promesa y dio instrucciones de crear el Instituto
Municipal de las Mujeres.
Investigando en internet se enteró que el Instituto
Nacional de las Mujeres ofrecía capacitación a otros institutos. El primer día,
añade la entrevistada, nos explicaron el sistema sexo-género y ahí me expliqué
lo que estaba pasando y lo que yo misma había pasado. De pronto mi vida, la de
mis hermanas, la de mis amigas, la de mis vecinas, las señoras que habían trabajado
en la casa ayudando a mi mamá y la vida de las mujeres que había visto en la
campaña pasaron frente a mis ojos y me di cuenta que durante toda mi vida había
sido víctima de discriminación.
Sostener el Instituto no fue tarea fácil. Recibió
amenazas de muerte y hasta repartieron panfletos descalificándola con “cosas
ruines y bajas”. Como directora, el cabildo le asignó un sueldo de tres mil
pesos al mes y mil 500 pesos más a las otras colaboradoras que en total eran
cinco. La tarea fue capacitarnos y posicionar el tema de género y violencia en
el escenario político. Después intentaron cerrar el instituto y para que no
pudieran creamos consejos ciudadanos sobre este tema y otros, uno de los
mayores logros fue capacitar al presidente municipal y su cabildo, para que
fueran invitamos a los medios “todos fueron porque todos querían salir en la
foto”, dice sonriente.
Al final, después de siete foros, en los que habían
participado casi 500 personas, se obtuvo una ageda de género, un análisis de
cómo impactaba en las mujeres la forma en que se desarrolla la vida en cada uno
de estos temas. Por estos foros, por ejemplo, supimos que de más de 800
comuneros solo seis eran mujeres, todos varones propietarios de 20 mil de
tierra cultivable y otros diez de zona urbana.
En ese tiempo también se percató que el Instituto
de la Mujer Oaxaqueña había producido una amplia bibliografía y descubrió
fascinada a Estela Serret, Celia Amorós, Rosa Cobo, entre otras, teorizando
sobre el tema de la violencia “y que había más mujeres luchando desde su trinchera
por la misma causa, que se trataba de mujeres vigentes, mujeres vivas en la
lucha y eso me resultaba muy alentador pues dejé de sentirme sola en el
intento”. Después supo que en Oaxaca había grupos organizados de mujeres en la
misma lucha.
Ese no tener regreso ha significado no sólo poner
en riesgo su vida por las amenazas recibidas sino también por el desgaste que
significa el trabajo con mujeres que de manera sistemáticas son violentadas,
una constante en su vida y un compromiso, a veces con sueldo y otras sin pago
económico alguno, porque sabe que de alguna manera las cosas tienen que cambiar
y la violencia tendrá que desaparecer, pero se requiere mucho más que palabras
y buena voluntad, plantea Nora Elizabeth García Cansino, feminista por
conocimiento y experiencia.
Ella, reconoce en su madre y hermanas mayores su
ejemplo y tenacidad, por las muchas batallas que en solitario enfrentaron
contra la injusticia social y laboral, contra la corrupción, a veces
renunciando a “privilegios”. Sin duda, concluye “esas mujeres en mi vida
familiar han determinado de muchas maneras el camino que hoy recorro”.