Feminismo & neoliberalismo – Las relaciones peligrosas
Marie-Hélène Bourcier
Traducción: Dulce María López Vega
El feminismo del siglo XXI está en crisis.
No dejamos de escuchar hablar de eso y es algo de lo que hay que hablar. Nancy
Fraser se lo propone en su libro Féminisme en Mouvements (El feminismo
en movimientos) que acaba de aparecer en las éditions de La Découverte y se
atreve a formular la pregunta que molesta: ¿el feminismo y el neoliberalismo se
volvieron compatibles? Ha sido la chamba del capitalismo. Se sabía. En su
versión neoliberal se ha echado incluso al Estado: basta ver cuánto mide la
cintura de Hollande: frugalidad obliga. Antes el Estado regulaba el mercado;
bueno, lo intentaba bien que mal. Antes, era después de la guerra, en los años
sesenta, justo en el momento en que el feminismo de la segunda ola roda y
quiere hacer la revolución. Y como lo recuerda muy bien Fraser, el 68 se hace
también en contra del Estado androcéntrico y paternalista. Las feministas
querían acabar con la división sexual del trabajo y el salario familiar
masculino. Normal. Solo que he ahí que una vez que se ha hecho la marometa
neoliberal, en los años ochenta groso modo, las reivindicaciones del feminismo
de la segunda ola pueden servir de oscuros propósitos opuestos a sus objetivos.
Difícil surfear cuando se eleva
inexorablemente la marea neoliberal: imagino que se dan cuenta de esto todos
los días. Ok, dirán ustedes, ¡pero de ahí a acusar a las feministas! No es
posible, les objetarán las feministas con la mano en el corazón a la izquierda.
Pos sí, y además es una feminista quien se los dice. Y más bien marxista para
colmo. ¿Qué es lo que dice Fraser? Que el feminismo de la 2ª ola proveyó a
pesar de sí mismo (esta es la versión soft) los ingredientes esenciales a las
políticas neoliberales. Tomemos la cuestión del trabajo: seguramente es algo
bueno querer que las mujeres trabajen y hagan estallar el techo de cristal: sin
embargo, hay que ver de qué trabajo se habla. La emancipación mediante el trabajo
de los cuadros superwomen es una cosa. Bueno, hay que ver la vida de
Glenn Close en Damages. Pero el carburante de la globalización es por
supuesto el trabajo femenino de las mujeres migrantes pobres. Así que los
sueños de la emancipación mediante el trabajo, ese “idilio feminista” tenaz,
como lo llama Fraser, el hecho de que el trabajo femenino se haya vuelto el
motor de la acumulación capitalista, es algo que habrá que reflexionar dos
veces. Así como la celebración del microcrédito —las feministas no son las
únicas que lo adoran, sobre todo las mujerócratas de las instituciones
internacionales. Son las mismas, aun cuando no sean las únicas, que primero se
congratulan por las acciones de las ONG en los países pobres. Nada más que el
microcrédito no representa realmente un empowerment y es clap clap:
que se aplaude es el desentendimiento de las políticas públicas en la
lucha contra la pobreza. En cuanto a las ONG, todos los estudios lo demuestran:
hace mucho tiempo que ya no mantienen políticas económicas y de necesidades y
les valen los grupos locales. Le meten todo a las violencias contra las
mujeres. Hay que decir que eso vende. Abandonaron el campo de la justicia
económica y de la redistribución de las riquezas. Y ¿quién se frota las manos?
Los neoliberales, por supuesto. Es realmente un buen negocio: no los van a
joder con la reducción de las desigualdades sociales. Sobre todo cae muy bien
si lo social ya no interesa, ya que empezaron a privatizarlo como lo demás.
¿Y el hecho de que las feministas y las ONG
hayan pescado el derechismo? Puro beneficio. ¿Qué es el derechismo? Es solo
interesarse por los derechos y, por lo tanto, por las políticas del
reconocimiento en detrimento de las políticas de transformación social de
redistribución económica. ¿Al azar?: los derechos de las mujeres y de la mujer
afgana. No te quita el pan y tomará un buen siglo. Los gays que nos leen
saben de qué hablo, esos a los que les vale lo social y la justicia económica.
Pero cuando se trata de rebuznar sobre la homofobia mundial y defender sus
derechos…
Así pues el feminismo de la 2ª ola perdió
su radicalidad y habría abandonado de manera progresiva la esfera económica en
beneficio de una esfera cultural. Aparentemente, el momento se eligió mal.
Fraser habría salvado el feminismo de la 2ª ola acusando a los loquitos de la
3ª ola en jet ski y especialmente esos queers que serían subproductos del
capitalismo. Zip, na’más que los queers for economic justice existen. No
lo hace porque sabe bien que la cuestión es saber cuál será el papel del
feminismo en la impugnación del neoliberalismo. Porque ella sabe bien que las
mujerócratas y las feministas de derecha existen. Pero que hay que tocar donde
duele: en la izquierda, en la izquierda imaginaria: porque quienes creen
todavía que la división derecha izquierda los salva o los pone del lado
correcto —cuando sabemos muy bien cuáles son las responsabilidades de la
izquierda en la báscula neoliberal— son un montón. Si el feminismo no quiere
que se le condene a que se le recupere con fines capitalistas, va a ser
necesario admitir que está pariendo monstruos y que ya se hizo clonar: por el
feminismo institucional, por lxs misginxs que se vuelven feministas para salvar
a las mujeres árabes e incluso por lxs neoliberales que ya no regatean las políticas
de las identidades. En resumen, el feminismo se separó de su movimiento: y eso
habrá que afrontarlo. Es el mérito de Fraser, lanzárnoslo en plena jeta.