martes, 13 de noviembre de 2012

Feminismo & neoliberalismo


Feminismo & neoliberalismo – Las relaciones peligrosas
Marie-Hélène Bourcier
Traducción: Dulce María López Vega

El feminismo del siglo XXI está en crisis. No dejamos de escuchar hablar de eso y es algo de lo que hay que hablar. Nancy Fraser se lo propone en su libro Féminisme en Mouvements (El feminismo en movimientos) que acaba de aparecer en las éditions de La Découverte y se atreve a formular la pregunta que molesta: ¿el feminismo y el neoliberalismo se volvieron compatibles? Ha sido la chamba del capitalismo. Se sabía. En su versión neoliberal se ha echado incluso al Estado: basta ver cuánto mide la cintura de Hollande: frugalidad obliga. Antes el Estado regulaba el mercado; bueno, lo intentaba bien que mal. Antes, era después de la guerra, en los años sesenta, justo en el momento en que el feminismo de la segunda ola roda y quiere hacer la revolución. Y como lo recuerda muy bien Fraser, el 68 se hace también en contra del Estado androcéntrico y paternalista. Las feministas querían acabar con la división sexual del trabajo y el salario familiar masculino. Normal. Solo que he ahí que una vez que se ha hecho la marometa neoliberal, en los años ochenta groso modo, las reivindicaciones del feminismo de la segunda ola pueden servir de oscuros propósitos opuestos a sus objetivos.
Difícil surfear cuando se eleva inexorablemente la marea neoliberal: imagino que se dan cuenta de esto todos los días. Ok, dirán ustedes, ¡pero de ahí a acusar a las feministas! No es posible, les objetarán las feministas con la mano en el corazón a la izquierda. Pos sí, y además es una feminista quien se los dice. Y más bien marxista para colmo. ¿Qué es lo que dice Fraser? Que el feminismo de la 2ª ola proveyó a pesar de sí mismo (esta es la versión soft) los ingredientes esenciales a las políticas neoliberales. Tomemos la cuestión del trabajo: seguramente es algo bueno querer que las mujeres trabajen y hagan estallar el techo de cristal: sin embargo, hay que ver de qué trabajo se habla. La emancipación mediante el trabajo de los cuadros superwomen es una cosa. Bueno, hay que ver la vida de Glenn Close en Damages. Pero el carburante de la globalización es por supuesto el trabajo femenino de las mujeres migrantes pobres. Así que los sueños de la emancipación mediante el trabajo, ese “idilio feminista” tenaz, como lo llama Fraser, el hecho de que el trabajo femenino se haya vuelto el motor de la acumulación capitalista, es algo que habrá que reflexionar dos veces. Así como la celebración del microcrédito —las feministas no son las únicas que lo adoran,  sobre todo las mujerócratas de las instituciones internacionales. Son las mismas, aun cuando no sean las únicas, que primero se congratulan por las acciones de las ONG en los países pobres. Nada más que el microcrédito no representa realmente un empowerment y es clap clap:  que se aplaude es el desentendimiento de las políticas públicas en la lucha contra la pobreza. En cuanto a las ONG, todos los estudios lo demuestran: hace mucho tiempo que ya no mantienen políticas económicas y de necesidades y les valen los grupos locales. Le meten todo a las violencias contra las mujeres. Hay que decir que eso vende. Abandonaron el campo de la justicia económica y de la redistribución de las riquezas. Y ¿quién se frota las manos? Los neoliberales, por supuesto. Es realmente un buen negocio: no los van a joder con la reducción de las desigualdades sociales. Sobre todo cae muy bien si lo social ya no interesa, ya que empezaron a privatizarlo como lo demás.
¿Y el hecho de que las feministas y las ONG hayan pescado el derechismo? Puro beneficio. ¿Qué es el derechismo? Es solo interesarse por los derechos y, por lo tanto, por las políticas del reconocimiento en detrimento de las políticas de transformación social de redistribución económica. ¿Al azar?: los derechos de las mujeres y de la mujer afgana.  No te quita el pan y tomará un buen siglo. Los gays que nos leen saben de qué hablo, esos a los que les vale lo social y la justicia económica. Pero cuando se trata de rebuznar sobre la homofobia mundial y defender sus derechos…
Así pues el feminismo de la 2ª ola perdió su radicalidad y habría abandonado de manera progresiva la esfera económica en beneficio de una esfera cultural. Aparentemente, el momento se eligió mal. Fraser habría salvado el feminismo de la 2ª ola acusando a los loquitos de la 3ª ola en jet ski y especialmente esos queers que serían subproductos del capitalismo. Zip, na’más que los queers for economic justice existen. No lo hace porque sabe bien que la cuestión es saber cuál será el papel del feminismo en la impugnación del neoliberalismo. Porque ella sabe bien que las mujerócratas y las feministas de derecha existen. Pero que hay que tocar donde duele: en la izquierda, en la izquierda imaginaria: porque quienes creen todavía que la división derecha izquierda los salva o los pone del lado correcto  —cuando sabemos muy bien cuáles son las responsabilidades de la izquierda en la báscula neoliberal— son un montón. Si el feminismo no quiere que se le condene a que se le recupere con fines capitalistas, va a ser necesario admitir que está pariendo monstruos y que ya se hizo clonar: por el feminismo institucional, por lxs misginxs que se vuelven feministas para salvar a las mujeres árabes e incluso por lxs neoliberales que ya no regatean las políticas de las identidades. En resumen, el feminismo se separó de su movimiento: y eso habrá que afrontarlo. Es el mérito de Fraser, lanzárnoslo en plena jeta.