Norma REYES TERÁN
A lo largo de varios años,
he sostenido que la infrarepresentación de las mujeres en la política
contradice la esencia de la democracia y le resta legitimidad, postura crítica
que la mayoría de las veces incomoda, otras tantas molesta y, hasta ofende.
En efecto, la democracia,
tal como la conocemos -y tal como la imaginan muchos y muchas-, arrastra
desde su origen un déficit de legitimidad, mismo que será subsanado sólo si se
garantiza y practica la paridad de los sexos en el poder público, sin dejar de
insistir en la relevancia superlativa que tiene democratizar las tareas domésticas
y de cuidados ¡ya!
En este sentido, encuentro
en las políticas públicas de igualdad una vía de acceso al futuro de las
mujeres, por ello es importante alterar el perfil de caridad que hasta ahora
las ha carácterizado y transitar hacia políticas que constituyan derechos.
Contra las múltiples voces
de reaccionarios que reclaman más tiempo para asumir estas causas, antepongo el
consenso planetario que existe para lograr la igualdad.
Una prueba de ese consenso,
que lo mismo se expresa en Europa que en América, la constituyen las voces del
feminismo que plantean una Democracia Paritaria.
Ahora bién, el trabajo
académico sobre las falencias del derecho respecto a la discriminación de las
mujeres por razones de género, debe favorecer con éxito la generación de nuevas
políticas públicas en el sector justicia, desde luego en pos de superar el
androcentrismo que priva en el derecho.
En el mismo tenor, son
innumerables los trabajos académicos sobre el sexismo en la filosofía, la
educación, la ecología y la política que provienen del feminismo ilustrado
español, un movimiento autonómo que ha sido capaz de impulsar medidas
igualitarias en diversos terrenos de la sociedad y la política.
Los estudios aludidos
sirven como testimonio para hacer evidente que la igualdad de género no es un
concepto huérfano de respaldo social o una entelequia sin oportunidad de ser
puesta en práctica.
Siendo Oaxaca el estado más
multicultural de México, resulta fundamental abordar el tema de la diversidad
cultural.
En Oaxaca, si bien es
cierto aspiramos a construir una sociedad donde los pueblos indígenas se
expresen en pie de igualdad con el resto de culturas que conforman nuestro
famoso mosaico, nos oponemos a que, en nombre del respeto a lo plural, se
mantenga la subordinación de las mujeres y se postergue la igualdad plena; esto
resulta inadmisible desde todos los ángulos: sea como postal de nuestro folklor
o como indigenismo romántico.
La sabiduría y el valor,
son necesarios para defender una postura progresista como la que se plantea,
pues habremos que afrontar los embates misóginos de la cultura política que
prevalece en nuestra entidad y en el país.
La historia nos demuestra que es más fácil aplaudir a algunas “grandes”
mujeres, que cuestionar y confrontar la misoginia persistente en los partidos
políticos.
En México, el machismo no
respeta signos ni colores, a la izquierda y a la derecha nos lo vamos a
encontrar.
Para defender los cambios
que propone la democracia feminista, requiere prepararse no sólo para el
debate, sino también para la movilización.
Es necesario construir un
nuevo pacto político entre las mujeres de los partidos, las feministas y las
organizaciones civiles y sociales de mujeres, que obligue a los partidos
políticos, a los gobiernos y a las empresas a poner en práctica las políticas
de igualdad, las medidas afirmativas y la paridad de los sexos.
Transitemos a una
democracia feminista.