¿Yo feminista?
Maru Mata, 30 años de
tequio a Oaxaca
- Buscar la estrategia una tarea de reflexión a partir de las
propias mujeres
Soledad JARQUÍN EDGAR
Sin “certificado” de feminista, María Eugenia Mata García no
entendía quiénes eran y quiénes no eran feministas, pero ella consideraba que
trabajar para modificar la condición social de las mujeres la ubicaba dentro de
la “categoría” de las que si eran, aun cuando carecía del correspondiente “certificado”,
dice en tono sarcástico.
Al finalizar el IV Encuentro Feminista Latinoamericano,
realizado en Taxco, Guerrero (1987), el desencuentro y la contradicción
aparente terminó con el grito de ¡Todas somos feministas! Y las “feministas
históricas” aceptaron que las otras también lo eran. Ahora sí, todas tendrían ese
“certificado” ya que efectivamente vamos sobre los mismos ideales.
Maru Mata, como se le conoce, ha trabajado con diversas
organizaciones desde hace 30 años. Conoció y vio la pobreza en las comunidades
oaxaqueñas cuando apenas tenía 12 años y viajó a Teposcolula con las monjas del
Verbo Encantado. A su regreso a la ciudad de México le dijo a su madre que se
dedicaría a ayudar a las personas, entonces miraba a esa gente como
“pobrecitos”, desde la compasión y que estaban en esa situación porque no
sabían cómo salir de su pobreza, más adelante supo que era un asunto
estructural.
Para cumplir su promesa de adolescente volvió y desde hace
unos 30 años “da su granito de arena” para contribuir a reducir la pobreza y
transformar la condición de las mujeres, en especial, las indígenas. En ese
entonces prácticamente acababa de “colgar los hábitos”, que en realidad nunca
se puso.
Hoy, tiene claro que es una feminista y se hizo a partir de
la reflexión sobre la situación y el papel que jugamos las mujeres en esta sociedad,
y sobre todo a partir del trabajo realizado desde hace muchos años en
comunidades y organizaciones sociales y civiles.
Maru Mata sostiene que el feminismo se fue construyendo en
ella a través de lo que observaba, reflexionaba y más tarde de sus propuestas
en un largo camino ya de tres décadas de trabajo a favor y con las mujeres,
Oaxaca no fue más una tierra para visitar sino un lugar para trabajar.
ENCONTRÓ A LAS
MUJERES
En el Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño (CAMPO)
fue la encargada del área de mujeres, donde su trabajo estaba muy ligado a
ayudar en estos procesos organizativos y de manera técnica a las necesidades
básicas de las mujeres indígenas.
Ahí conoció a otras mujeres con las que trabajó como la
maestra Josefina Aranda y empezó a entender que no bastaba el resolver las
necesidades básicas si no se trabajaban al mismo tiempo las estratégicas y con
el tiempo “la estrategia se fue afinando”.
En el camino fuimos aprendiendo. Pensamos que si las mujeres
tenían acceso a la vivienda, a mejores condiciones de vida, que si dejaban de
ser pobres y podían tener un ingreso seguro iban a modificar su condición como
mujeres.
Consideramos que el no tener las mismas oportunidades en la
educación, en la atención a la salud, en el acceso a la toma de decisiones, a
los puestos de representación ocasionaba
discriminación y no había ninguna posibilidad para una sociedad
igualitaria.
Y en ese camino con las mujeres, en ese trabajar para
resolver esas necesidades inmediatas siempre encontraron algo que a pesar de
todo seguía caminando con ellas: la violencia, la estigmatización y la discriminación
por el hecho de ser mujeres.
Maru Mata explica que fue entonces que comprendieron que
debían atender ambos aspectos el de las necesidades y el de la discriminación y
la violencia. En el años 2002, Maru Mata y otras mujeres crearon Iniciativas
para el Desarrollo de la Mujer Oaxaqueña (IDEMO) organismo en el que observaron
la necesidad de trabajar ambos aspectos.
Así que la estrategia debía no solo comprender acciones para
definir sus necesidades materiales y generar ingresos, también debían organizarse
y trazar un ruta para lograr sus objetivos de manera conjunta, comunitaria y
organizada y además debían ayudar en lo posible en los aspectos de asesoría y
capacitación técnica, en la conformación jurídica de sus organizaciones y a que
tuvieran espacios de discusión, y debieron atajar un nuevo frente: el problema
de la violencia de género hacia las mujeres.
Esta nueva tarea, cuenta Maru Mata, aún cuando en el principio
fue totalmente empírico, el tamaño del problema les demandó cierta experticia y
mucho conocimiento para saber cómo abordar el problema de la violencia que
finalmente detiene el desarrollo de las mujeres.
En el ese camino, por ejemplo, trabajaron con organizaciones
mixtas. Los dirigentes le decían “ayúdanos a organizar a las mujeres para que
nos apoyen”. De esta forma, añade Maru Mata, en el interior de las
organizaciones se reproducía la apariencia de colocar a las mujeres en una
lógica de igualdad, pero sólo en la forma de organizarse y no en la toma de
decisiones, lo que no genera igualdad de oportunidades.
Encontrar esa estrategia de trabajo con las mujeres y los
hombres para generar igualdad, ha sido la tarea en estos últimos 10 años de
Maru Mata a través de IDEMO: impulsar liderazgos de mujeres indígenas en
espacios organizados e incorporar el enfoque de género en las organizaciones
mixtas desde su cotidianidad y sus proyectos específicos, reconociendo las
desigualdades y diferencias. En suma, se trata de que esta equidad de género
favorezca la igualdad de oportunidades, no sólo de las mujeres sino también
para los hombres.
El resultado de este trabajo, añade la entrevistada, se
encuentra en la elaboración de materiales y talleres, en manuales e indicadores
con enfoque de género, todos trabajados directamente con los grupos de mujeres,
que reflexionan sobre su condición, sobre la necesidad de organizarse y
modificar su condición de subordinación.
LOS GRANDES
PENDIENTES
Maru Mata sostiene que hay pendientes. “Las mujeres han
avanzado ideológicamente, sin embargo, todavía muchas de ellas no logran hacer
las transformaciones que alcanzan en el grupo en su vida cotidiana y, por otro
lado, todavía tenemos que llevar esta construcción entre mujeres y hombres”.
Incluso, plantea que para muchos hombres resulta difícil
identificar si es prioritario o no atender la problemática que viven las
mujeres, como la resistencia que existe para ver el problema de la violencia
hacia las mujeres, “porque aunque puedan darse paso, que los gobiernos hagan
declaraciones y compromisos por la equidad, el problema es que no baja a todos
los niveles de gobierno, las secretarías, quienes se encargan de impartir
procurar justicia y por eso tenemos las cifras que tenemos en feminicidio
hablando directamente de los asesinatos, pero también en todos los tipos de la
violencia hacia las mujeres”.
Entonces, puede haber una aceptación en lo formal, pero en
los hechos tenemos que reconocer que cultural y políticamente hay una gran
resistencia.
LAS POLÍTICAS NUESTRA
VERGÜENZA
Analítica, Mata reflexiona también sobre el actuar de muchas
mujeres y sostiene que nosotras reproducimos todo lo que hemos aprendido, los esquemas
de explotación, de dominación, de discriminación y a veces priorizamos igual
que los hombres y decimos lo mismo que los hombres dicen de las mujeres.
Los ejemplos más desafortunados, apunta, los tenemos en la
política, “yo digo (las políticas son) como nuestra vergüenza de género, porque
actúan de la misma manera, no basta entonces el hecho de ser mujer para pensar
que entonces somos las buenas y no pasa por nosotras ninguna cuestión negativa,
tenemos que reconocer que tenemos limitaciones, también hay muchas mujeres que
están trabajando para modificar esa situación, indudablemente, pero todavía en
el imaginario colectivo, ciertamente, comprender lo que significa la equidad
entre los géneros todavía tenemos distancia”.
Quien fuera la primera mujer en ocupar el cargo de Consejera
local del Instituto Federal Electoral, expone que las dificultades de los
partidos políticos para colocar a mujeres como candidatas es un reflejo de esta
resistencia y de falta de trabajo, sean dirigente hombres o mujeres, para
incentivar la participación de las mujeres.
Por otra parte recuerda que las cuotas de género son
acciones afirmativas, que tendría que ser temporal, aunque se está llevando más
tiempo, pero lo que se busca es ayudar que haya equidad.
Luego tenemos que ir al fondo, añade, porque no basta que se
trate de mujeres que aspiren a ocupar un cargo de elección popular, sino que
debe asumir la agenda de mujeres.
CONSEJERA
En la actualidad, Maru Mata es consejera de la
Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca, porque afirma que éste
sigue siendo una tarea y un pendiente que requiere de una ciudadanía
participativa, que contribuye a modificar esas condiciones y, por otro lado,
centro mi interés en que las mujeres
tenemos que hacer todo lo posible para revertir la violencia de género.
De esta manera, Maru Mata, plantea seguir dando “su tequio”
a Oaxaca.