viernes, 4 de mayo de 2012

LETRAS VIOLETA, Veracruz, No más sangre


Letras violeta
Veracruz: No más sangre

Soledad JARQUIN EDGAR
Un total de ocho trabajadores de los medios de comunicación, entre reporteros, fotógrafos y una trabajadora de ventas, han sido asesinados en sólo 11 meses en el estado de Veracruz.
No hay explicación, es simple y sencillamente incomprensible, no se entiende la forma en que cinco trabajadores de medios de comunicación, tres hombres y dos mujeres fueron asesinados de forma artera y cobarde en la última semana en la entidad gobernada por el priista Javier Duarte Ochoa.
No recuerdo ninguna situación de guerra en ninguna parte del mundo con resultados tan brutales como esta, donde la fuerza irracional y la cobardía atenten contra un gremio y al mismo tiempo contra los derechos fundamentales de las personas: a la libertad de expresión y el de estar informadas.
No me cabe duda, esta dramática y dolorosa condición tiene en el gobierno priista de Duarte y en el gobierno panista de Felipe Calderón a sus principales responsables, porque han sido incapaces de garantizar el derecho humano de la vida de quienes sólo cumplían con la labor de informar.
El recuento es cruento, apenas hace unos días lamentábamos la muerte siempre innecesaria de Regina Martínez, corresponsal en Veracruz de la revista Proceso, la revista política más importante del país y cuatro días más tarde volvemos a enterarnos con horror de los asesinatos de los periodistas gráficos Gabriel Huge, Guillermo Luna, de Esteban Rodríguez, fotógrafos de profesión y colaboradores de diversos medios locales. Gabriel Huge fue reportero de Notiver yen la actualidad colaboraba con información policiaca de radio de La Max, tenía 37 años. Guillermo Luna trbajaba en el portal Veracruz News y tenía 20 años y Estaban Rodríguez, se encontraba desempleado antes había sido camarógrafo de TV Azteca y del diario AZ, tenía 30 años de edad. Iracema Becerra, 22 años, fue identificada como trabajadora del área de ventas del Dictamen, periódico de larguísima tradición en aquella entidad.
Sus cuerpos fueron localizados tirados en bolsas de plástico, muestran tortura extrema, según las notas periodísticas enviadas a los medios por corresponsales veracruzanos.
Gabriel Huge colaboró hasta julio pasado con la periodista Yolanda Ordaz de la Cruz, de origen oaxaqueño cuyo cuerpo fue localizado cerca del diario para el que trabajaba, Notiver el 26 de julio de 2011.
En junio de 2011, también había sido asesinado Miguel Ángel López Velasco, en un acto criminal que terminó, además, con la vida de la esposa de éste Agustina Solana y su hijo menor, fotógrafo de Notiver, Ismael López Solana de 22 años.
Es curioso, en más de una ocasión frente a estos horrendos actos de violencia brutal e innecesaria, la Procuraduría General de Justicia de esa entidad ha declarado que se trata de crímenes no relacionados con su actividad periodística. ¿Sí como no?
No tengo idea, soy incapaz de imaginar los sentimientos de indignación y miedo que deben estar viviendo las y los colegas periodistas de Veracruz frente a la falta de seguridad para sus vidas y para ejercer la profesión de informar.
Ninguno de los crímenes cometidos hasta ahora han sido resueltos. Priva la incertidumbre y la impunidad y con ello, los gobiernos panistas de Felipe Calderón y del priista Javier Duarte Ochoa son cómplices de quienes jalan el gatillo para disparar contra las y los periodistas, su actitud omisa por largo tiempo los convierte en co-responsables de quienes antes de morir torturan a las víctimas.
Veracruz es un estado en guerra, pero está geográficamente en México, un país también en guerra, que vive la dictadura de los caciques de la narcoviolencia. Un país donde son responsables entonces tanto quien ejecuta como quien nada hace para detener las agresiones.
Este viernes 5 de mayo, el llamado es a las y los periodistas del país, para exigir justicia en las plazas públicas. Y mientras eso sucede, tal vez la procuraduría veracruzana vuelva a mostrar su mayúscula ineficacia y siga sin pistas precisas para dar con los responsables y en lugar de justicia, tal vez como lo hizo en el caso de Regina Martínez, Duarte mande coronas de flores; tal vez ya para este mediodía Calderón aparezca frente a los medios con cara de “yo no fui” a lamentar los hechos y tal vez, de nuevo la vocera veracruzana esté repitiendo que “se investigan los lamentables hechos” y que no descansarán hasta encontrar a los culpables, pero como ha sucedido en los otros casos nada o casi nada se sabrá de la verdad, imperará la impunidad y con ello desgraciadamente el derecho a matar periodistas de Veracruz o de cualquier otra parte del país, donde ya vimos gobierno el “narcopoder” y los gobiernos federal, estatal y municipales son las manos ejecutoras porque no son capaces de garantizar la seguridad ni sus derechos fundamentales.

martes, 1 de mayo de 2012

Letras Violeta

Regina Martínez, periodista


Soledad JARQUIN EDGAR

El pasado fin de semana volvió a pasar lo que no queremos que pase en este país ni en ninguna otra parte del mundo. El asesinato de la periodista Regina Martínez, corresponsal de la revista Proceso en la ciudad de Xalapa, Veracruz, es otro intento por amordazar la libertad de expresión y por callar la verdad que trastoca casi siempre intereses económicos y políticos relacionados o no con la delincuencia.

En un estado de guerra como el que vivimos en México, ejercer la profesión del periodismo se ha convertido en una de las actividades más peligrosas y el asesinato de Regina Martínez nos ha vuelto a recordar ese terreno nada seguro sobre el que se está parado y nos recuerda también lo que se advirtió desde hace casi cinco años cuando Felipe Calderón decidió iniciar una guerra que se advertía peligrosa para la ciudadanía y en especial para aquellas y aquellos periodistas que investigan y descubren verdades incómodas para los grupos o mafias en el poder.

En julio de 2011, en Veracruz también fue asesinada Yolanda Ordaz Cruz; en septiembre de ese mismo año otras dos periodistas fueron asesinadas en el Distrito Federal, Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trapaga y este fin de abril, la corresponsal de la revista política más importante del país también fue muerta tras sufrir una penosa tortura, según reportan los medios de comunicación.

La Comisión Nacional de Derechos humanos hace su propia cuenta, con este último artero y cobarde crimen suman ya 77 los asesinatos cometidos contra periodistas en México desde el año 2000 y no sólo eso, también hay una lista de reporteros desaparecidos, otra más grande y ominosa lista de periodistas agredidos físicamente y otra más de periodistas amenazados por personas sin rostros ni nombres.

Sin duda, cada una y cada uno de los periodistas asesinados representa una pérdida profunda para el país porque con su muerte se deja sin oportunidad a la sociedad mexicana de conocer la verdad sobre un hecho.

Entonces no sólo se pierde una valiosa vida, sino también se pierde uno de los valores y derechos fundamentales de los seres humanos la libertad de expresión y se atenta contra la libertad de prensa.

Regina Martínez fue hallada en su casa, golpeada y estrangulada y como en otros casos, la falta de cientificidad en las investigaciones lleva a las autoridades a salir por la vía menos difícil, al pretender sugerir que se trataba de un crimen común, porque habrían sido sustraídos algunos objetos de la casa de la periodista.

Sin embargo, quienes conocieron a Regina Martínez y quienes la llegamos a leer a través de Proceso sabemos que se trataba de una periodista “entera”, comprometida con su trabajo y siempre dispuesta a investigar hasta las últimas consecuencias.

Yo, a diferencia de lo que se ha dicho en otros espacios no me atrevería a llamar “valiente” a Regina porque pienso que estaba realmente comprometida con mostrarle a sus lectores la verdad, una condición indispensable dentro del trabajo periodístico. Diría entonces que Regina Martínez fue una periodista honesta e inteligente, que usó siempre la razón para mostrar la verdad y no la fuerza de sus palabras o creencias personales.

Sin duda, esta muerte “intolerable” nos debe recordar que ser periodista en México es escribir cada línea, decir cada palabra, grabar cada instante o capturar cada fotografía periodística bajo riesgo total, por la falta de garantías para el ejercicio de una profesión fundamental para la democracia de un país, indispensable para el desarrollo pleno de los derechos humanos y sobre todo para la libertad de la sociedad y necesaria contra el autoritarismo de todos los poderes.

Por tanto, el asesinato, siempre cobarde y artero, siempre innecesario de Regina Martínez, es una afrenta para todo el país que cree y tiene esperanzas de que algo puede cambiar para el futuro.