sábado, 12 de abril de 2014

Sembrar banderas y tal vez algo más

Mujeres de Tamazulapan Mixtes. Foto: Marcela RODRÍGUEZ


Sembrar banderas y tal vez algo más

Daniela RAMÍREZ CAMACHO
Muchas mujeres trabajamos en el ámbito de la justicia, familiarizadas con leyes y normas, los estándares más altos en derechos humanos, y desde ahí buscamos ampliar los derechos reconocidos a las mujeres y su efectiva garantía.
Hay quienes de principio desconfían del sistema de justicia; desde el feminismo se ha criticado no sólo que la mayoría de sus operadores son hombres, y que los problemas de las mujeres no suelen ser vistos ni intervenidos, sino que el sistema de justicia en su integridad está sesgado con una visión que corresponde principalmente a hombres, heterosexuales, blancos o que aspiran a cierta blanquitud, y que son de una clase social privilegiada.
A sabiendas de esto, muchas nos debatimos entre el construir por un lado nuevas formas de relacionarnos entre personas más equitativas y justas, y por otro,  presionar para modificar y hacer valer leyes, y modificar las conductas y actitudes machistas que permean a las y los operadores de justicia, y de las estructuras de gobierno en general. 
Por eso continuamos testarudamente señalando que las mujeres continúan viviendo actos de injusticia y enfatizando que estos actos son ilegales. Como diría la feminista colombiana Julieta Lamaitre Ripoll: “decir que es ilegal hacerle eso a otra persona, hacerle eso a las mujeres, es como sembrar banderas en el territorio enemigo”, y por qué no tal vez son banderas y algo más, los cimientos de un cambio de consciencia en la sociedad.
Comenzamos este 2014 con una triste lista de mujeres mal atendidas en los servicios públicos en Oaxaca, a quienes era negada la atención en la hora del parto y terminaban pariendo en los patios, banquetas y baños de los centros de salud. Otras historias se centran en actos de negligencia médica que tienen dramáticos desenlaces como mujeres discapacitadas o fallecidas.
Estas historias efectivamente son la punta de un iceberg, pues no conocemos la totalidad de casos semejantes de negación de servicios de salud, ni de mujeres que mueren en las etapas de embarazo, parto o pos parto por causas relacionadas por su embarazo o su manejo (mortalidad materna) pues persisten hasta la fecha dificultades para su monitoreo y registro.
Tampoco conocemos la totalidad de casos de mujeres que durante estas etapas enfrentan complicaciones con secuelas para su salud, a veces permanentes (morbilidad materna). Sí sabemos que por cada mujer que muere por complicaciones en embarazo, parto o posparto, aproximadamente otras 30 sufren de infecciones, lesiones o discapacidades. (Relator Especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, Informe sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, 13 de septiembre de 2006. Parr. 7-10. Disponible en: http://www.unfpa.org/derechos/documents/informe_mortalidad_000.pdf)
Y también sabemos que en 2011, el registro de mortalidad materna en Oaxaca arrojó una cifra de 75.8 muertes maternas por cada 100 mil nacimientos vivos. (Observatorio de la Mortalidad Materna en México, Indicadores 2011. Objetivos de Desarrollo del Milenio. Avances México. Disponible en: http://www.omm.org.mx/images/stories/Documentos%20grandes/Indicadores%202011%20%2829%20de%20julio%29.pdf). Las cifras son alarmantes.
Frente a este escenario, decimos que la violencia ejercida en contra de las mujeres por el sistema de salud es injusta y es ilegal. La negación de acceso a los servicios públicos, ya sea por la actuación y decisión del personal o por las condiciones geográficas o económicas que limitan a las mujeres acceder a los servicios públicos constituye una violación a su derecho a la salud, a no ser discriminadas y a vivir una vida libre de violencia.
La mala praxis médica o cualquier acto que constituya violencia obstétrica, es decir el maltrato, la humillación, el no dar información completa hacia las mujeres, realizarles tratamientos o intervenciones innecesarias, y no respetar los tiempos y posibilidades de un parto biológico constituyen violaciones a los derechos de las mujeres.  
No decimos esto sin sustento. A pesar de que el Congreso Oaxaqueño congeló la iniciativa de tipificar como delito en el Código de Procedimientos Penales de la entidad, existe un amplio marco jurídico internacional que da sustento a la protección de las mujeres contra la violencia relacionada con su salud en general, y su salud reproductiva en específico.
La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer en su artículo primero señala que se entiende como violencia contra la mujer: “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Dicha Convención impone a los Estados obligaciones positivas para erradicar todas las manifestaciones de violencia contra las mujeres, y establece que se debe prestar especial atención cuando la mujer que es objeto de violencia se encuentra embarazada.
No hay duda, estas historias son historias de violencia.
Al haber mujeres que sobrevivieron la violencia ejercida por el sistema de salud, y aquellas cuya vida fue arrebatada, las autoridades gubernamentales están obligadas a responder con actos de justicia y reparación, que involucren acciones dirigidas a la no repetición. Pese a las dificultades del proceso, el machismo y racismo que persiste en el aparato estatal, seguiremos insistiendo. Quizás logremos no sólo sembrar banderas, sino también nuevas consciencias y nuevas realidades más justas y dignas para todas y todos.   



Foto: M