Mujeres y Política
Omisión asesina
Soledad JARQUÍN EDGAR
Reza un popular refrán: del plato a la boca se cae la sopa.
Los refranes y dichos no son sino una especie de filosofía del pueblo. Una
forma alegórica de decir lo que otras personas han aprendido en la vida. Aunque
ese tipo de lecciones que se transmiten de generación en generación no sean
siempre tomadas en cuenta, tal vez porque como se dice: “nadie experimenta en
cabeza ajena”.
El 4 de enero de 2012, la titular del Instituto de la Mujer
Oaxaqueña, Anabel López Sánchez, anunciaba en la prensa local, con entusiasmo,
que ese año sería el Año de la No Violencia contra las Mujeres, idea que había
expresado poco antes el propio Gabino Cué. Era una respuesta a una
multitudinaria expresión de mujeres que se mostraron “totalmente indignadas”
por la violencia contra las mujeres, en especial la violencia feminicida, en un
acto desarrollado en noviembre de 2011, ahí en el corazón de la ciudad de
Oaxaca.
Entonces quedó establecido: 2012, Año de la No Violencia
contra las Mujeres. Sonaron las fanfarreas, los bombos y los platillos; se
mandó a imprimir la papelería respectiva con la leyenda…pero nada más. No hubo
campaña real alguna para detener la violencia contra las mujeres.
En 2013, el año que termina, se inauguró un Centro de
Justicia para las Mujeres, que a decir de las usuarias y especialistas es en un
kiosco de información y para cerrar el año, hubo otra magna ocurrencia, el 10
de septiembre se firmó el Acuerdo Estatal para Garantizar el Derecho de las Mujeres,
las Niñas y las Adolescentes a una Vida Libre de Violencia y de nueva cuenta
volvieron las fanfarreas, los bombos y los platillos. En paralelo hubo reformas
legislativas a modo y sin el fondo.
El resultado es claro, bien claro, los actos mediáticos sin
fondo, sin sustento real, no resuelven el tamaño de la violencia contra las
mujeres. Las cifras son descomunales 242 mujeres asesinadas en los tres
primeros años del gobierno que encabeza Gabino Cué, hablan del tamaño de la
desgracia.
Para las organizaciones sociales, la tragedia de la
violencia ha sido un permanente tocar la puerta sin que nadie les abra, hablar
sin que nadie escuche. Hay en la prensa local a lo largo del año 2013 una
docena protestas, marchas o expresiones artísticas de mujeres que han sido
emblemáticas y que no encuentran a nadie detrás de la puerta, lo que ven es un
enorme vacío de autoridad. “Acuerdos” que terminan en contratos alegres y
felices.
Un ejemplo de ese vacío que favorece la impunidad es la
reciente desaparición de Belén Ortiz Ramírez, de 19 años de edad, perteneciente
a la etnia Triqui. Belén es hermana de Virginia y Daniela, quienes desde 2007
están desaparecidas.
La tragedia de esta familia es descomunal y toda ella pesa
sobre los hombros de Antonia Ramírez, su madre; sus hermanas, un hijo pequeño
de tres años que no entiende qué sucede pero que llora porque extraña a Belén y
el resto de una familia y una comunidad que ha sido agraviada una y otra vez.
Hoy Antonia está desesperada, se siente enferma y dice que
prefiere morir porque la suya no es vida. Quienes la conocemos desde hace
varios años hemos visto como se sostiene, quiere pelear, pero este último golpe
parece derrumbarla. ¿Quién puede, frente a la desaparición de tres hijas, hacer
como si nada pasara o parecer fuerte? ¿Cómo podría Antonia sobrellevar la
incertidumbre, angustia, zozobra, desasosiego, tristeza, llanto y dolor que
imaginamos profundo provocado por no saber nada de sus tres hijas,
desaparecidas con una distancia de poco más de seis años pero casualmente en la
misma zona?
No ha sido fácil. Este drama se ha desarrollado en medio de
un conflicto político-social y algo que es evidente y real, la incapacidad y
complacencia de las autoridades frente a los hechos delictivos, hechos donde
las mujeres se han convertido en “botín de guerra”, sitio para deshonrar al
enemigo, objeto para vengar…
En 2006, una niña es violada tumultuariamente. Los sujetos
son identificados por la víctima. Nadie los detiene. La niña es juzgada en la
comunidad porque se “exhibió” su caso y sus captores y victimarios no fueron
castigados.
En 2007, la familia Ortiz Ramírez, armándose de valor dieron
la cara para denunciar la desaparición de Virginia y Daniela, entonces de 20 y
14 años de edad, respectivamente. Como en el caso anterior, un testigo declaró
haber visto quiénes se llevaban a las dos jóvenes, tampoco nadie fue molestado.
Eran los tiempos del gobierno de Ulises Ruiz y el entonces procurador Evencio
Nicolás Martínez Ramírez, sólo observó los hechos.
Nada hizo para detener a los
responsables. Incluso sostuvo que el problema solo podría ser resuelto con la
intervención del ejército. Una burda imitación a lo que para entonces hacía
Felipe Calderón en todo el país.
Los señalados fueron, como quedó asentado en el oficio de
investigación 295 de la PGJE, Miguel Ángel Velasco Álvarez, Francisco Herrera
Merino, Timoteo Alejandro Martínez, José Ramírez Flores. Casualmente, algunos
de ellos también habían sido señalados por la niña de 13 años que en 2006 había sido violada.
Timoteo Alejando Ramírez, fue asesinado en Yosoyuxi, el 20
de mayo 2010 y sus funerales fueron como los de un héroe. En el gobierno de
Gabino Cué, siendo procurador Manuel de Jesús López, se detuvo a Miguel Ángel
Velasco Álvarez, el 20 de diciembre de 2011, y a Francisco Herrera Martínez, el
9 de enero de 2012. Ambos están en prisión por el delito de secuestro, aunque
la familia Ortiz Ramírez nunca recibió petición alguna de dinero por el rescate
de las dos jóvenes. Por eso la familia sostiene que es desaparición forzada.
Desde la detención de los señalados han pasado casi dos años y hasta hoy las
autoridades no han podido obtener ninguna declaración sobre el paradero de
Virginia y Daniela.
La cuarta persona señalada es José Ramírez Flores, quien
reside en la zona triqui sin que nadie perturbe su tranquilidad, incluso tal
vez ni el remordimiento, porque su patriarcal estructura le dice que las
mujeres son cosas de las que él, como hombre puede disponer.
En medio de esa tragedia pasaron otros hechos terribles. En
2008, dos jóvenes locutoras Triquis de la radio La Voz que Rompe el Silencio
fueron asesinadas en la misma zona, sólo que ahora Felícitas Martínez y Teresa
Bautista, pertenecían a un grupo distinto al de las hermanas Ortiz Ramírez.
Como en los dos casos anteriores, sobre este artero crimen en el que se
utilizaron “cuernos de chivo”, no hay responsables detenidos y este caso fue
turnado a las autoridades federales.
Incluso, cuando asistimos a Copala para hablar con las
familias de las locutoras victimadas pudimos conocer a uno de los supuestos
victimarios de Daniela y Virginia, quien era miembro de los hombres del mando
en aquel “municipio autónomo”.
Los agravios contra mujeres son muchos más. Emelia y Adriana
Ortiz primas de Virginia, Daniela y Belén, han documentado y denunciado los
hechos de violencia (asesinatos, secuestros, emboscadas, desplazamientos,
violaciones y despojo) que contra las mujeres se cometen en la zona triqui,
pero tampoco ellas encuentran respuestas, nadie escucha y nadie abre la puerta.
En cambio si han sido víctimas de amenazas.
Hace más de seis meses pidieron audiencia al gobernador
Gabino Cué para solicitarle información sobre los avances en las
investigaciones sobre el caso de Virginia y Daniela que están desaparecidas
desde el 5 de julio de 2007, pero no han tenido respuesta alguna. Incluso en
días pasados, cuando se dio a conocer ante la prensa la desaparición de Belén,
un alto funcionario les llamó a su celular, ellas reiteraron la solicitud de
audiencia con el mandatario oaxaqueño, el funcionario no les ha devuelto la
llamada, se trata nada más ni nada menos que de Arturo Peimbert, titular de la
Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca.
Esta omisión, asesina omisión los funcionarios, incluida la
del actual gobernador Gabino Cué que no se da por enterado de nada, favorece
claramente la impunidad, tanto que provocó que una tercera hermana Ortiz
Ramírez esté desaparecida desde el pasado 29 de noviembre.
No hay duda, las omisiones de Ulises Ruiz como las de Gabino
Cué tienen hoy consecuencias graves…por eso hemos sostenido desde hace mucho
que algo debimos hacer muy mal las y los oaxaqueños para merecer a ambos
gobernantes. Lo que nos queda claro que son tan malos el pinto por los colores
de la coalición como el colorado priista.
¿Quién los llamará a cuentas? ¿Por qué estas mujeres triquis
no tienen justicia? ¿Se confirmará con ellas la teoría feminista de la
discriminación por ser mujeres, pobres e indígenas?
Ojalá Belén, Virginia y Daniela regresen pronto a su casa de
El Rastrojo, Juxtlahuaca, donde hoy las espera su madre Antonia Ramírez, quién
no puede comprender por qué le han cerrado las puertas y por qué su voz no se
escucha ni en Oaxaca ni en otros ámbitos del país, un país donde la maraña de
hechos hace invisible la violencia contra las mujeres.
Frente a esa realidad lacerante para las triquis, pregunto:
¿podrán dormir bien Gabino Cué y el gabinetazo?
@jarquinedgar