Palabra
de Antígona
Antiguos
problemas: difusión masiva
Por Sara Lovera
En las últimas semanas el consorcio Televisa ha “descubierto”
con sorpresa y mucha información de qué tamaño es la violencia contra las
mujeres, en aspectos menos dramáticos que el homicidio y tremendamente
cotidianos como el abuso de pareja, la trata con fines de prostitución y el
contorno del desarrollo de estas violencias.
Es lo mismo que sucedió con el homicidio de mujeres en
Ciudad Juárez, reportado por Esther Chávez desde 1993 y que cobró gran difusión
sólo y hasta cuando los diarios de Estados Unidos lo reportaron. Después
supimos, digo la opinión pública, que el fenómeno del feminicidio es común, por
desgracia, en nuestra sociedad occidental, no sólo en todo el país sino en todo
el mundo, con diferencias de impacto, y características diversas: pero existe y
muchas mujeres pierden la vida todos los días a manos de un enemigo llamado
patriarcado, discriminación y el supuesto de que las mujeres valemos menos que
los hombres, no importa edad, condición social, clase o etnia.
Considerar a las mujeres sólo como cuerpos
intercambiables, sin derechos en la práctica cotidiana de las relaciones
sociales o de pareja; consideradas casi no humanas en distintas comunidades,
usado su cuerpo para vender en muchas campañas publicitarias, vistas sólo como
instrumentos del placer de los otros, es un asunto largamente tratado, investigado
y denunciado por las feministas. En la época reciente, hace más de 30 años. Los
medios masivos frecuentemente no lo reportan y les ha importado poco, no es
noticia, no se profundiza sobre sus causas y menos ponen en discusión el
carácter patriarcal de la sociedad mexicana.
Elsa Conde, quien fue diputada por el Partido Alternativa
Social Demócrata, hace poco más de seis años, realizó en 1994 por encargo de la
recién fundada entonces Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, un
estudio sobre la trata de mujeres que llegaban a la zona de la Merced en el
primer cuadro de la ciudad de México, descubrió cómo esto tenía que ver con los
“usos y costumbres” de un pueblo llamado Tenancingo, Tlaxcala. Es decir hace
casi 20 años.
Hoy es espectacular la conducta que ha puesto en escena
el ex ministro de la Corte, Genaro Góngora Pimentel, cuando allá por 1981
existió un grupo llamado Madres Libertarias, que con abundante información
planteó lo que sucedía entre las parejas, donde los hijos son botín de guerra
interna y la manera como los juzgados familiares se asociaban con los hombres,
ya sea para que se evadiera la responsabilidad paterna para pagar alimentos en
la separación o una horrenda historia de cómo con el poder se hacían de la
patria potestad de sus hijos, sólo para “vengarse de sus parejas”,
mayoritariamente mujeres.
¿Qué quiero decir? Que los fenómenos de maltrato a las
mujeres, uso y abuso de sus cuerpos, para grandes o pequeñas industrias de
prostitución han producido la trata de personas una de las más crueles formas
de esclavitud, en una época que queremos pensar de avance democrático y
científico. Que ese horror existe y no hay mecanismos de justicia capaces de
detenerlo. Ahora, cómo son los hombres quienes se acercan a estos problemas, el
asunto llega a la pantalla chica, con un halo de estupor. Bienvenida esta
difusión y planteamiento del problema. Ya era hora.
Lo que llama la atención, y hay que hacer hincapié, es que
se presentan como casos aislados. Pude ver como un periodista que logró colocar
su investigación en la Revista Nexos es presentado como el gran descubridor de
la cadena de trata de Tlaxcala al país, donde las jóvenes enganchadas de
ninguna manera ejercen la prostitución como un asunto de decisión personal sino
que engañadas, maltratadas y esclavizadas.
Ahora también son exportadas a Estados Unidos y es ahí donde se ha dado
la voz de alarma, mientras que en México, además de una Ley en proceso de
operación (es de 2012), podría encarar el problema. El tema es que en México
nuestro signo es la impunidad.
Es obvio que no podemos desestimar esta “toma de
conciencia” que de pronto aparece en la televisión monopólica, encargada
sistemáticamente de reafirmar el papel subordinado de las mujeres en sus
imágenes y contenidos de la programación cotidiana que llega hasta el más
recóndito lugar de la República Mexicana.
Habría que pedir a los sorprendidos integrantes de la
comentocracia, como se llaman así mismos, si serán capaces de quitar a sus
informaciones el amarillismo y la sorpresa, como si hubiera en este país un
solo Góngora Pimentel, e ir, con todas las herramientas con las que cuentan, a
relatar este horror que sucede tras cada puerta de muchos “hogares” en México;
si serán capaces de quitar la cara de sorpresa y el tono de victimización de
las mujeres, algunas, unas cuantas, que insinúan son una pequeña porción de la
población femenina, para ir más allá y como sabemos, realmente coadyuvar a
mitigar el fenómeno de la violencia contra las mujeres.
Poderosos como son, podrían empujar, por ejemplo, la
declaración de Alerta de Género en lugares precisos donde la investigación
feminista y de derechos humanos ha mostrado hasta el cansancio que son lugares
donde se ha rebasado cualquier frontera de la violencia contra las mujeres,
donde las asesinan sin justicia cotidianamente; donde crecen las violaciones
sexuales y la trata con fines de prostitución.
Por supuesto que hay que dar la bienvenida a sus
sorpresas. Acaban de descubrir estos horrores que frecuentemente denunciamos
desde el quehacer feminista; los observatorios de violencias, las decenas o
centenas de grupos sociales mixtos y de mujeres que documentan, día a día,
estos horrores sin tener los espacios deseados de difusión; las televisoras
reciben decenas de invitaciones para conocer los estudios de montones de
académicas que van del análisis global al estudio de casos: uno por ejemplo el
de Atenco o el tema tremendo de las mujeres desaparecidas y torturadas; los
miles y miles de expedientes que no se resuelven en los juzgados familiares y
de tipo penal.
Correr la cortina para que en el país esto tome forma,
obligue a la responsabilidad y al cumplimiento de nuestras leyes, sería un
comienzo.
Vamos a ver hasta donde son capaces de llegar, las
fuentes existen, los casos todos son para sorprendernos, la manera como se
sigue pensando a las mujeres es nuestra ofensa cotidiana. Pensemos.