LETRAS
VIOLETA
Daniela
y Virginia, seis años de silencio
Soledad JARQUÍN EDGAR
A seis años de la desaparición de Daniela y Virginia
Ortiz Ramírez, entonces de 14 y 20 años de edad, lo único que su familia ha
recibido es silencio, nada en concreto, ninguna respuesta porque no hubo
ninguna investigación.
Daniela y Virginia, hermanas que seguramente se siguen
acompañando en la ausencia forzada, atadas de manos y con los ojos vendados,
como revelaría un testigo que las vio pasar y que identificó a sus captores: Miguel Ángel Velasco Álvarez, Francisco
Herrera Merino, Timoteo Alejandro Martínez, José Ramírez Flores.
Ahí están, en el silencio del territorio en disputa, en
el silencio de las autoridades que nada dicen, que nada hicieron y que nada
hacen para responder a la misma pregunta que durante los últimos seis años, de
noche o de día se hace su madre Antonia Ramírez: ¿dónde están mis hijas?
Virginia y Daniela crecieron en la desolada mixteca, en
los territorios donde el viento es frío y seco, y donde la mirada se pierde
entre las montañas que cobijan caseríos sencillos y eminentemente pobres,
abandonados a su suerte ante la incapacidad de conciliar al pueblo triqui.
Pobreza que se presume, que vende regalías a los gobiernos.
La ausencia de Daniela y Virginia, el dolor de Antonia y
del resto de la familia se respira inquieto en el mismo territorio que ha
despertado la codicia de caciques, de políticos, de falsos redentores, de
grupos comandados por hombres que para castigar al enemigo no dudan en tomar a
las mujeres como el preciado trofeo de las pírricas victorias.
Conflicto que ha provocado violencia y más violencia,
asesinatos, emboscadas, violaciones sexuales, despojos, depresión, aislamiento,
migraciones forzadas hacia el norte del país, desplazamientos al corazón de la
capital oaxaqueña, donde como Virginia y Daniela, el pueblo Triqui se vuelve
invisible, inexistente, imposible de escuchar, imposible de conciliar…
Antonia Ramírez apenas rebasa los 50 años, el silencio e
incapacidad de las autoridades ha sido para ella una marca que se hace más
profunda por cada minuto que ha pasado en los últimos seis años, desde el 5 de
julio de 2007, el día en que por última vez vio a sus hijas, lo que ha sido de
su existencia desde aquel día es agonía.
Frente al dolor de una familia, la autoridad representada
entonces por el gobernador Ulises Ruiz, redujo la desaparición de la estudiante
de secundaria y de la maestra bilingüe como una consecuencia del conflicto
interétnico, una venganza entre familias y aunque se sabían los nombres de los presuntos
responsables nadie fue detenido entonces. Se cobijó la impunidad y la violencia
machista.
El cambio de gobierno llenó de esperanza a la familia. El
20 de diciembre de 2011 había un primer resultado, cuando la PGJE anunció, con
bombos y platillos, la detención de Miguel Ángel Velasco Álvarez, presuntamente
uno de los perpetradores del secuestro de las hermanas Ortiz Ramírez cuando se
trasladaban de Xinicuesta a Juxtlahuaca, a casi dos años de aquel suceso nada
se sabe del paradero de Virginia y Daniela, de nuevo el silencio.
No importan ¿por qué son pobres? ¿Por qué son mujeres? O ¿por
qué son indígenas? ¿Por qué no importan Daniela y Virginia para que se activen
les mecanismos de investigación? ¿Por qué…?
Virginia y Daniela Ortiz Ramírez representan seis años de
silencio, de complicidad o de incapacidad y revelan que la justicia solo se alcanza
en otras condiciones.
@jarquinedgar