A Reserva
Señales
cruzadas, extravío político
Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Ya casi ha trasncurrido una tercera parte del
sexenio gabinista y las cosas no mejoran, todo lo contrario, o cuando menos todo
sigue igual. Las rutas de emergencia se agotan y las salidas se ven muy lejos o
de plano se inutilizan en la confusión y la incertidumbre, -inseguridad,
desempleo, ausencia de obra pública, conflictos agrarios, cacicazgos
criminales, violencia e intolerancia, asesinatos políticos, pésimos servicios
de salud y educación, finanzas oscuras, nepotismo, injusticia, desigualdad, pobreza
y más pobreza-.
En Oaxaca los horizontes políticos siguen nublados,
casi lóbregos; los grupos del poder económico aposentados en los tronos de la aristocracia
ejercen su dominio desde los altos mandos públicos. La plutocracia defiende sus
fueros; los diferentes grupos locales se desgarran por mantener el cetro y se
arrebatan sus trebejos, moviéndolos de
un lado a otro, de derecha a izquierda, algunos de estos alfiles creen que
ostentando un puesto público -de elección o designación – los hace pertenecer o
cuando menos acercarse a esa “clase todo poderosa”, a la que aspiran aún más
que al propio poder político.
Qué lástima, se diluye el objetivo de la política,
el quehacer público deja de aspirar al “bienestar general” o “bien común”, por
ambiciones personales o de grupo, arrebatándose puestos y canonjías, cancelando
todo compromiso social a cambio de codearse con la nobleza; qué lástima.
Mientras tanto, uno de estos lores, Gabino Cué
Monteagudo, ungido por Diódoro Carrasco Altamirano, hoy habilitado gobernador por
designio formalmente popular, juega sus piezas moviéndolas con desgano, las
sacude, las acomoda, se divierte y espera ganar la partida sin saber verdaderamente
qué estrategia seguir, lo que sí es bien cierto, es que él, Cué Monteagudo,
juega de rey en el tablero.
Como rey tiene todos los valores en el juego,
motivo por el cual es la pieza más importante. El valor del rey es infinito,
todas las demás piezas lo protegen, pues de el depende que siga el juego, si el
rey se pierde, la partida termina. Así que quienes están en el tablero juegan y
ganan mientras está el rey. Vaya alegoría.
Los partidos que alcanzaron el triunfo junto a
Gabino Cué en Oaxaca, se acomodan en el tablero como alfiles, juegan en
posiciones abiertas, descaradas, se mueven con libertad inusitada alrededor del
rey, se codean con él y le hacen saber que sin ellos el juego termina.
Siguiendo la parodia, en posiciones cerradas,
tienen más valor los caballos, que caracterizan de maravilla los comodines de
la clase empresarial bien maquillados para parecer políticos; ellos cuidan de
cerca los intereses de su estirpe y acotan al rey –gobernador previniendo que
los peones en el tablero político sirvan de trinchera, y si hay que
sacrificarlos, pues ni modo, así es el juego ¿Qué no?
El ajedrez político es una partida de intereses que
debe jugarse con inteligencia, generar estrategias y artificios para lograr
objetivos inmediatos y a largo plazo; es claro que no cualquiera le entiende, es
un juego de poder, donde la demostración de dominio infiere en el resultado.
En los tejes y manejes de los sujetos del poder, en
Oaxaca, se perciben actitudes y distorsiones que envían a la ciudadanía
mensajes cruzados, infranqueables desde la lógica común, que espera actuaciones
que respondan a una línea consecuente o cuando menos eficaz en el desempeño de
la función pública.
No es así, desde los esquizofrénicos pactos entre
partidos políticos y grupos sociales polarizados, que sin acuerdos mínimos
llevaron a un representante de la vallistocracia al gobierno del estado, a
cambio de cuotas de poder, privilegios que les permitan ampliar su clientela
electoral; y para otros cuantos, muy pocos, les ha representado el regreso a la
cúspide de oropel, que habían extraviado hacía algunos años a manos de quienes
hasta hace poco fueron sus compinches, antes del divorcio político. Pero nunca
han perdido ese lazo que une sus destinos el dominio de Oaxaca y sus riquezas.
Desde hace más de 20 meses de gobierno aliancista,
el jefe del ejecutivo, Cué Monteagudo, adjudicándose el apelativo de ciudadano
se ha paseado por el PAN, el PRD y su coalición de “izquierda” y claro,
subrepticiamente deja migajitas en los caminos del PRI para ser encontrado
fácilmente en sus extravíos políticos.
Estas señales cruzadas, instigaron mayor confusión
durante el proceso electoral pasado; el compromiso político que adeuda a su
mentor, le abrió las arcas del estado a favor de Diódoro Carrasco Altamirano del
PAN y a la vez a Benjamín Robles Montoya registrado por la alianza progresista,
ambos contendientes al senado.
El triunfo de la coalición progresista en Oaxaca
inclinó la balanza y claro, hizo que el gobernador oaxaqueño se confiriera
honroso miembro de la Red de izquierda, parecía entonces inminente su
disociación del PAN y alejamiento de facto de su padre político Diódoro
Carrasco.
Pero no, nos dio la sorpresa asistiendo al selecto
evento en el que Felipe Calderón dirigió un mensaje por su último informe de gobierno;
pudiera explicarse en tanto López Obrador ya cambió al sujeto espurio de su
discurso, aun así su asistencia y aplausos a las mentiras y autoalabanzas,
resultó muy, pero muy cuestionable.
Casi de inmediato, frente a la resolución del
Tribunal Federal Electoral, que declaró a Peña Nieto del PRI presidente electo,
Cué Monteagudo, en claro y contundente respaldo a AMLO expresa “…aunque no nos
guste la resolución es definitiva”.
Claro que esta posición, frente a Peña Nieto
pretendía congraciarse con la mayoría que en Oaxaca votó por la coalición
progresista, echarse a la bolsa a las y los legisladores federales que
aplastaron al PRI, aún más al PAN y sobre todo darles coba a los funcionarios
izquierdosos que dicen ser respaldados por el mismísimo López Obrador y que,
dicho sea de paso, han resultado un fiasco para la ciudadanía, ineficientes,
prepotentes y corruptazos.
El último, bandazo del gobernador oaxaqueño fue su
inesperada visita al Estado de México para asistir al primer informe del
gobernador priista Eruviel Ávila Villegas, sucesor de Peña Nieto, que por
supuesto estuvo en primera fila y que por más bríos de Cué Monteagudo le fue
imposible acercársele al presidente Peña Nieto –por cierto ya reconocido por la
dirigencia nacional del PRD- después
declararía el propio gobernador que se trata de negociación y apertura
democrática... ¿Qué, qué?
Oaxaca se encuentra zambullida en la bipolaridad,
el cambio de señales, que muestra un rostro de ocurrencias, de poca seriedad y
proyecto inexistente; si la vallistocracia regresó inmersa en una serie de acuerdos subterráneos
para sumar viejas fuerzas políticas, las más violentas reacciones y los más
altisonantes comentarios.
Las luchas se agudizan y seguirán agudizándose
producto de la entreveración de las más disímbolas corrientes y formas de
pensar. Otros puntos de discordancia se dan con el alejamiento del Partido
Acción Nacional, hoy desdibujado y avasallado por la “izquierda” que apenas fue
su aliada y ahora lo vapulea.
Hoy por hoy se allanan caminos y espacios políticos
para el PRD, que anula a los otro dos partidos de la coalición de izquierdas,
MORENA se queda con su mínima organización, su estructura y su ausencia de
programa.
El PRD en Oaxaca se queda y refina su ambición
desmedida y la falta de preparación. Beligerantes y protagónicos. Se queda por
ahora como la andanada de alfiles, creyendo que el rey vive y se los debe a
ellos. Que fantasía.
En esos mensajes no sólo se oculta la debilidad de
un gobernador anodino, ante los eventos electorales donde trata de sacar fuerza
de supuestas organizaciones y defensas ciudadanas, para congraciarse con los
diversos sectores del Estado.
Oaxaca enfrenta la lucha a muerte de grupos y
"castas" que exigen el respeto a sus posiciones políticas y cotos de
poder. Sin duda persisten los mismos métodos y estrategias de permanencia y
preeminencia priísta, donde sólo las élites opinan y los demás obedecen.
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