Por Sara Lovera
Un pequeño grupo de jóvenes se apostaron este 23 de octubre en la Alexanderplatz de Berlín para manifestar su indignación. La oradora, de unos 23 años, decía sin parar que no se trataba de organizar una asociación o un partido, porque ya nadie parece representar a nadie, en un mundo donde el capital ha llegado a su límite y los graves problemas de la humanidad no tienen solución ni económica, ni social, ni cultural, ni genérica, es un sistema que se está deshaciendo.
Lo decía, en el espacio emblemático donde Rosa Luxemburgo pronunciaba sus discursos y llamaba a las masas a organizarse para denunciar los límites de la socialdemocracia alemana; en el mismo sitio, donde se produjeron las primeras protestas que, en 1989, los y las alemanas del Este denunciaron el agotamiento del socialismo real y se levantaron.
Las y los jóvenes alemanes parecen iniciar tímidamente una protesta parecida a la de los indignados, quienes están avisando que el sistema europeo también empieza a agotar sus posibilidades de respuesta a las necesidades de mujeres y hombres sin empleo. No obstante en esta zona del mundo, a diferencia del nuestro, existe Estado de Derecho.
Lo grave es que no exista la representación. Es verdad que existen asociaciones de periodistas sin periodistas, de trabajadores sin obreros, de acción política sin programas ni bases, de mujeres sin mujeres. Hay membretes, como se dice en México, que en general son utilizados por dirigencias que no representan a nadie, con discursos que no les son propios, que copian o imitan, que otras y otros han desarrollado sustentándolos. Esta es una crisis adicional que deja en estado de indefensión a millones de personas.
Se ha perdido la autenticidad. Lo que campea es la utilización de las filosofías y las creaciones geniales para ponerse caretas y ropajes que no tienen fondo.
Este es el problema que ha permitido el desarrollo de un sistema que formado en las élites, a quienes no se les piden cuentas y los membretes no cuentan con la fuerza necesaria como para cambiar las cosas.
Es probable que eso haya dado lugar a las manifestaciones espontáneas de hombres y mujeres que como las y los “indignados” han empezado a poblar plazas y lugares públicos en Europa, donde todo parecía en progreso, donde se habían solucionado problemas básicos, que en estos días se debaten en los diarios alemanas o franceses, a poco de que la primera ministra alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tengan que decidir y proponer a la comunidad europea salidas económicas, frente a la posibilidad de un quiebre fenomenal.
Quienes manifiestan su inconformidad, con un sistema que además de reproducir geométricamente la pobreza, atenta contra la democracia, el desarrollo de las mujeres y de los hombres, la estabilidad y los derechos, no tienen cómo responder a los cambios en el mundo islámico que produce todo el petróleo que ellos consumen, principalmente, los italianos.
Los cambios, a 17 años de la caída del Muro de Berlín, parecen ingentes y del todo con gran novedad. Lo que no parece posible es que las masas se organicen, como Rosa Luxemburgo, porque la anomía invade todos los espacios.
Es como en América Latina y México, donde las elites lo controlan todo, toman decisiones y no existen formas organizativas suficientemente poderosas. Por ello, se puede atentar contra los derechos de las mujeres o se pueden manejar los medios de comunicación al antojo de los dueños y de los monopolios; no hay como se dice, donde pelear por los derechos humanos, cuando se acude a las autoridades que los violan a solicitar su protección y no parecen los partidos políticos tener soluciones capaces de comprender a quienes, antes cercanos, ahora están alejados de sus intereses. Se llamaba pueblo.
En México, por ejemplo, las mujeres están sufriendo una política de retroceso a sus derechos, sin que haya suficiente movilización; las y los periodistas son perseguidos y asesinados sin que haya justicia. Apenas y surgió un grupo de profesionales que empiezan a representar a las y los periodistas hablando desde sus experiencias profesionales, pero la simulación puede llegar a lugares infinitos. Se habla sin saber. Más de 300 mujeres periodistas han sido perseguidas en México, amenazadas o atemorizadas; siete han sido asesinadas y otras muchas, pensando en el miedo, se autocensuran.
La crisis del sistema en su fase más depredadora, con un capitalismo salvaje, nos ha llevado a una emergencia. La pregunta es cómo y cuándo volveremos a pensar en las y los otros, en quiénes realmente son, pero están dispersas o aisladas; esas personas que directamente se levantaron, sin mediaciones, esas que son como un espejismo, voces y palabras, papel mojado, sin perspectivas. Que pretenden hablar por quienes están recibiendo el impacto de las guerras, del desplome de las bolsas, de los asuntos que ya están haciendo agua en el fondo del pozo del capitalismo que no da para más.
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