Por Sara Lovera
Desde que el Senado de la República instituyó la presea Belisario Domínguez hace 58 años, sólo cuatro mujeres han recibido esa distinción y Rosario Ibarra podría ser la quinta por su incansable lucha por los derechos humanos y su pertinaz trabajo por la aparición de hombres y mujeres desaparecidas por la constante represión que ejercen quienes tienen el poder en México.
Nada le haría mayor justicia por su trabajo de más de 30 años, se lo merece, como dice, en nombre de sus compañeras de lucha y, en general, por las mujeres, por las que ahora levanta la voz, para que las mexicanas tengamos pleno derecho a interrumpir un embarazo en condiciones seguras, sin persecución ni encarcelamiento.
La Medalla Belisario Domínguez es una presea que honra a mexicanos y mexicanas por su valor civil y a quienes se hayan distinguido por su contribución a la Ciencia o por su virtud, en grado eminente, como ejemplo para la humanidad.
En 58 años se ha otorgado mayoritariamente a hombres, casi todos de la clase política, y sólo a cuatro mujeres. La primera fue Rosaura Zapata, educadora que recibió la medalla en 1954; María Hernández Zarco, impresora, en 1963; María Lavalle Urbina creadora de la Alianza de Mujeres, en 1985, y Griselda Álvarez, primera gobernadora de México en 1996.
La presea fue instituida en 1953, el mismo año que las mujeres logramos el derecho a votar y ser votadas para cargos de elección popular. En esta contradictoria y penosa ciudadanía incompleta.
La Medalla Belisario Domínguez es entregada por el Senado de la República cada 7 de octubre, y lleva el nombre de quien siendo Senador fue asesinado y mutilado el 8 de octubre de 1913 por sicarios de Victoriano Huerta, un usurpador que cegó, asesinando al doctor Domínguez y, con ello, la más importante de las libertades: la de expresión y lo que significa no estar de acuerdo y decirlo, la de crítica, la voz que se alzó para denunciar al usurpador.
El discurso de Belisario Domínguez, un texto donde denunció las tropelías de Victoriano Huerta, fue pronunciado e impreso para amplia difusión por María Hernández Zarco, quien muchos años después, a sus casi 80 años, recibió la presea.
La semana pasada se hizo pública la lista de candidaturas registradas en el Senado para otorgar esa distinción este año. Entre las personas propuestas, se incluyó el nombre de doña Rosario Ibarra, quien de inmediato declaró que está dispuesta a recibirla, considerando que más que a su persona, “se premiará la lucha en que he estado comprometida por más de 30 años en defensa de los derechos humanos y, particularmente, por la libertad para desaparecidos y presos políticos. Un reconocimiento que necesariamente tendría que extenderse a mis compañeras de tantos años, también madres de desaparecidos políticos".
Sorpresivamente aclaró que esa candidatura que yo digo debía ser la única, no puede confundirse, en contraposición a otras candidaturas, “con mi posición en temas como el aborto que recién se discutió la Suprema Corte de Justicia de la Nación”. Doña Rosario lamentó que no se hayan reunido los votos suficientes para declarar la inconstitucionalidad de las reformas aprobadas en los Congreso de Baja California y San Luis Potosí, sobre la vida intrauterina.
Manifestó: "Desde siempre mi posición ha sido a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo", por lo que está también en contra de la petición de Felipe Calderón que pretende que se retire la Declaración Interpretativa de México sobre el Pacto de San José, iniciativa que deberá discutir el Senado y sobre la que Rosario Ibarra estará en contra.
La defensora de los derechos humanos, quien ha buscado denodadamente a su hijo desde hace más de tres décadas, dejó en claro que debe entenderse que ella está en la defensa de los derechos humanos, pero de ninguna manera puede avalar las posiciones que coartan el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y su destino.
Doña Rosario avaló el trabajo que casi hace dos años iniciaron las feministas en el Pacto por la Vida, la Libertad y los Derechos de las Mujeres que han estado enfrentando y resistiendo los cambios constitucionales que en 17 entidades del país han considerado la vida del cigoto con derechos civiles, en clara ofensiva a la búsqueda de la despenalización del aborto, contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y la persecución, a veces encarcelamiento, de quienes abortan en su legítimo derecho, por ejemplo, cuando han sido violadas, porque no pueden enfrentar el nacimiento de un nuevo hijo por razones económicas o porque su vida y su estabilidad están en peligro, siendo éstas excepciones al delito de aborto, que autoridades de gobiernos retrógrados niegan.
La senadora Rosario Ibarra, presidenta de la Comisión Senatorial de Derechos Humanos, manifestó que es un escándalo que mientras se libera o exonera a los responsables de crímenes como la muerte de 49 niños de la guardería ABC de Hermosillo o al responsable de agredir sexualmente al hijo de la señora Leticia Valdés de Oaxaca o a los responsables de pederastia, al mismo tiempo se encarcele mujeres que decidieron suspender un embarazo producto de una violación, que sufrieron un aborto accidental o que libremente lo decidieron. Lo peor es que se les acuse de homicidio cuando el sistema de justicia permite la libertad de verdaderos asesinos, violadores y torturadores.
Con esta postura Rosario Ibarra, símbolo de la lucha de miles de madres mexicanas buscando a sus hijas e hijos desaparecidos, eleva el debate emprendido por despenalizar el aborto, asegurar la vida y el desarrollo de las mujeres hace al menos 35 años en México. La comisión que deberá decidir en un par de días sobre la presea Belisario Domínguez tendrá que reflexionar y ser justa.
Pero, además, con este pretexto hemos visto que la discriminación femenina en todos los ámbitos es clara en este país autoritario y misógino. Solamente cuatro mujeres han sido distinguidas y si vemos las fechas se hace cada vez más distante, nueve años entre Rosaura Zapata y María Hernández Zarco, trascurrieron otros 22 años para que la recibiera María Lavalle y ahora ya son 15 años desde que la recibió Griselda Álvarez. Ojalá que se levanten mil voces para que Doña Rosario Ibarra sea reconocida, precisamente por la causa más importante en este país: ¡Vivas y vivos se los llevaron, vivas y vivos los queremos!
saralovera@yahoo.com.mx