Este país está en franca guerra y muchas personas están quemando la pólvora en infiernitos.
Decía hace unas semanas que la libertad de expresión es el derecho más importante que la ciudadanía tiene, comentaba también que es muy tentador para los gobernantes o delincuentes con poder utilizar la censura, la presión económica o política para desgastar a las y los informadores y comunicadores cuando estos no responden a sus intereses.
Así, en tanto en Sinaloa es asesinado un periodista, hay persecución y muerte contra este gremio en casi todo el país; y Quintana Roo no es la excepción. Hay una clara tendencia a censurar o a cerrar medios que nos son afines a los intereses ni de políticos de la derecha, los tricolores o de las supuestas izquierdas, es decir, de los partidos o de los gobiernos.
Reitero el tema porque resulta preocupante y lo que pasa con periodistas y medios es sólo un síntoma más de este país en guerra interna, la guerra entre el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa y el crimen organizado que este mismo viernes volvió a tener “efectos colaterales” serios y fatales en Monterrey, Nuevo León. Una gran vergüenza que nos muestra esta impunidad que permiten las autoridades y el salvajismo que caracteriza ya a México, cuyos efectos económicos están apenas por venir.
No hay palabras para describir a este país de miedo, donde migrantes centroamericanos desaparecen cuando pasan de un lado a otro de territorio nacional; donde hay cadenas de tratantes de personas robando mujeres y niñas a lo largo y ancho del país, sin que nadie se moleste por investigar –o al menos así lo parece- a pesar de que hay un clamor fuerte en ese sentido. Un país de miedo donde todos los días contamos ya no de uno en uno, sino de docenas y a veces centenas a las personas asesinadas con saña inaudita; un país sin seguridad donde el secuestro es cotidiano y terrorífico en las que antes eran tranquilas ciudades, como Oaxaca, por ejemplo. Un país castigado por el crimen organizado como sucedió ayer en un casino en Monterrey donde hubo una clara intensión terrorífica que terminó con la vida de 52 personas. ¿Qué sigue?
Y en ese ambiente, de total incertidumbre, los medios de comunicación e información, y quienes en ellos trabajamos sorteamos las amenazas de políticos voraces o mercenarios del crimen organizado, ya lo sabe usted, México es el segundo país del mundo más peligroso para el ejercicio de esta profesión, 14 periodistas asesinados en lo que va del año ¿quién sigue?
Sin duda, la campaña que han orquestado “supuestos muy morales y buenos habitantes” en contra de Graciela Machuca es una muestra de esa tendencia a obstaculizar el trabajo de las y los periodistas, porque como ya se ha contado, la historia de Graciela Machuca es ascendente en este camino de la información y donde una como periodista se pisa a veces fuerte y sin querer o queriendo, ¿por qué no? pisamos algunos callos.
Sin embargo, insisto, perdemos de vista lo que tenemos enfrente, lo cual me recuerda aquella frase bíblica que dice que criticamos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga que tenemos dentro. Eso no quiere decir que le reste importancia a la vida de los jóvenes accidentados, los cuales afortunadamente están fuera de peligro, lo que resulta cuestionable es todo lo que se puede tejer maliciosamente alrededor del caso que ocupa y preocupa en estos momentos a Graciela Machuca, quien hace más de una semana tuvo la desgracia de chocar de frente a unos motociclistas, motivo por el cual le orquestaron protestas, marchas y supuestas notas que no tenían lo fundamental: los hechos concretos.
Sabemos de buena fuente que Graciela Machucha se ocupó de la atención médica de los dos jóvenes y que han sido motivo para que sobre su persona se ejerza presión, en la pretensión de quién sabe qué cosa. Impunidad no hubo, hay una investigación en curso y paga los daños. Pero persiste el temor de que se orqueste alguna venganza en su contra como resultado de tu trabajo. Ya lo sabemos, por no “alinearse” como decimos en la jerga periodística.
Donde sí hay impunidad y no la vemos es –no tengo la menor duda- en las más de 50 mil personas muertas que ha dejado esta guerra. En este país, la población sí quiere que la droga no llegue a nuestras familias; sí queremos que la delincuencia organizada termine y con ello la corrupción institucional que la permite. Ya lo dijo el presidente municipal de Monterrey, Fernando Larrazábal, no se está respetando la autoridad municipal, carecen de permisos de la autoridad municipal, dónde quiera se cuecen habas. Pero hay un hecho irrefutable dicho por expertos, Felipe Calderón equivocó la táctica de combate y la irracionalidad de los criminales se manifiesta.
Calderón ha declarado tres días de luto nacional. Promete sanciones a los responsables materiales e investigación administrativa porque también había irregularidades en la operación y pide a la población mexicana –con mensaje directo a la clase política- que se unan (que le apoyen) y dejen de lado intereses. Quizá se refiere a la ley de seguridad que está en discusión y que no es del todo aceptada y a la crítica que se le ha hecho por la forma en que enfrenta al crimen organizado.
Esta semana hice un largo recorrido por carretera entre la ciudad de Oaxaca y la ciudad de Guadalajara. Esto me llevó a aventurarme entre las modernas y muy caras carreteras mexicanas, en las que encontré convoyes numerosísimos de soldados y policías, algunos encapuchados con poderosas armas en sus manos apuntando al horizonte o hacia dónde va la gente, sin miedo a disparar accidentalmente. Lo cierto, es que nada más de verlos una se siente insegura, desprotegida más que otra cosa. Se acabaron aquellos viajes tranquilos admirando el paisaje.
Lo peor de todo es que en estos últimos años, muchas personas se han acostumbrado de ver esos espectáculos en las calles y las carreteras. Y hay sentimientos encontrados entre la población. Recién en Tamaulipas, nos contaban algunas personas que se sienten más seguras con los soldados que con los policías. Pero en las comunidades, ver soldados o policías les significan –en muchos casos- abusos a las personas, en especial a las mujeres. En México se documentan por docenas esos hechos, clara idea de ello tienen en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Michoacán y Coahuila, por citar algunos.
Eso es lo que nos debe preocupar en México. La balacera sucedida el fin de semana pasado en un estadio de futbol de Torreón y ayer mismo en un casino de Monterrey es para ponernos a temblar y a pensar sobre el futuro cada día más difícil para el país, más ahora que los políticos se empiezan a olvidar de los daños colaterales y sus víctimas, ellos sólo tienen ojos para sus campañas políticas. Empezamos a vivir con horror, peor aún, empezamos a paralizarnos por dentro y por fuera.
Hoy habrá muchas reacciones y muchos dichos de toda clase de personalidades, pero de eso ya estamos cansados y cansadas. Necesitamos retomar el rumbo de la paz. Y retomar la paz es respetarnos, respetar los derechos, pero sobre todo defender con férrea actitud la libertad de prensa, la libertad de estar informados, la libertad de caminar y transitar, de estar donde queramos sin tener que sufrir lo que hoy sufren muchas familias en Monterrey y antes pasó en otras ciudades del país.
Canalgentelibre.com
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