martes, 14 de diciembre de 2010

A reserva: Bárbara GARCÍA CHÁVEZ

Ver para creer…un cura desde la tribuna en tierra de Juárez



Cuando la izquierda y la derecha se funden, las acciones políticas carecen de fundamento y resultan inexplicables, inusitadas, asombrosas y hasta indignantes; la ideología no registra rumbo y el pensamiento es obtuso.

El espectáculo exhibido en la Cámara de Diputados el pasado 10 de diciembre, adelantando vísperas hacia la conmemoración de los festejos guadalupanos, en pleno bicentenario de la insurrección proclamada por un sacerdote que impactó las almas de los más desprotegidos y menos iluminados (mera casualidad); el cura Wilfrido Mayrén Peláez –padre Uvi- quien se adjudicó la representación de todos los organismos de Derechos Humanos que luchan por devoción y amor, durante la sesión legislativa instalada para conmemorar el 62 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recibido con júbilo y al parecer con autentica satisfacción por diputadas y diputados de la mayoría coaligada en el congreso, algunos de ellos coreando con los feligreses seguidores de Uvi: “Ojo por ojo, diente por diente, Ulises asesino, la cuenta está pendiente”, por cierto, con un contenido muy poco cristiano.

Independientemente de la razón indiscutible, que nos indigna y ofende por la impunidad que al parecer se ha acordado por la clase política de élite –los de ahora y los de antes-, queda una reflexión: La violación de derechos humanos debe ser castigada sin duda alguna, con la estricta aplicación de la ley.

Los fariseos, como calificó días antes Uvi a legisladores, concepto con una profunda carga religiosa, significa “miembros de una secta religiosa judía, condenada por Jesús por su puritanismo hipócrita y su nacionalismo religioso”; …primero la justicia y luego la ley… frases en su discurso que utiliza indiscriminadamente tanto desde el pulpito como en manifestaciones, mítines, entrevistas y ahora en el Congreso Legislativo, violando flagrantemente el principio de laicidad republicana enunciado en la Constitución Mexicana.

Entonces se entiende que la justicia y su valor debe ser dictado por los designios divinos, no por determinación humana en procesos acordados y consensados que dictan las leyes jurídicas para regir la vida en común; no son eternas, se modifican, responden a los procesos históricos, si no son justas las cambiamos, lo que no debe ser es incumplirlas, actuar fuera del status legal violentando los derechos ajenos, rompiendo el esquema de derecho.

La utilización de espacios de expresiones política de orden público sólo le competen al Estado, atribuirles un carácter de difusión de algún culto religioso por un ministro de cualquier iglesia, atenta contra el Estado laico lo que resulta una intromisión a la soberanía constitucional.

Resulta insólito el suceso, atípico políticamente -considerando que es evidente que fue planeado y consensado por los partidos minoritarios que juntos hacen mayoría en el Congreso- el beneplácito de la derecha (PAN) no por la presencia de un sacerdote en la tribuna legislativa, que sería para sus correligionarios un sueño hecho realidad, sino por el tono del discurso que reivindica la lucha social, la justicia e igualdad, los conservadores de Acción Nacional que no están de acuerdo con los principios del Estado laico, así son, se afirman con los postulados del derecho natural canónico, están en su derecho porque obedecen a su propia naturaleza.

En cambio, otros y otras de partidos sin ideología clara, irresolutos, porque son tímidos, no tienen el valor de su opinión o quizá no tienen opiniones, no se puede confiar en ellos y ellas, porque no se sabe cómo piensen hoy y mucho menos cómo pensarán mañana.

El resto, el que se dice progresista, de izquierda, ¿Cómo recuperaran su casta juarista? ¿Qué cara mostrarán cuando en sus referencias políticas, se reclamen airadamente republicanos, laicos y orgullosamente juaristas?

La incongruencia deriva de esa confusión geométrica que ha redituado indiscutiblemente a favor del PAN, que puede enmascararse para oír con exclamos de indignación simulada, lo que durante el violento ciclo de crisis y violaciones extremas a los derechos humanos vieron, callaron y muchos de ellos aplaudieron: la represión bárbara no sólo de Ulises Ruiz, el mal y también del gobierno federal panista –policía y ejercito- que envió Vicente Fox con la venia de Felipe Calderón ¿acaso se nos olvido? Como ya omitimos en nuestra memoria cuando PRI y PAN se pusieron de acuerdo para exonerar precisamente a URO,

¿Quiénes son los fariseos? ¿Sólo los que abandonaron el recinto? Yo estoy convencida que también muchos de los que se quedaron y aplaudieron al orador que se quitó la sotana y desde su privilegiada posición religiosa defendía los derechos de los más desvalidos pero también los menos ilustrados, violentando el principio de laicidad que determina la prohibición de todo proselitismo religioso o con tendencias de culto que interviene en los asuntos de Estado.

Cada proclama en el espacio que le corresponda.